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viernes, 29 de octubre de 2021

EL PSOE TIENE UN PROBLEMA CON LA REFORMA LABORAL Y NO ES YOLANDA DÍAZ

 EL PSOE TIENE UN PROBLEMA CON LA REFORMA

 LABORAL Y NO ES YOLANDA DÍAZ

JUAN TORRES LÓPEZ

Las vicepresidentas del gobierno de Economía Nadia Calviño y Trabajo Yolanda Díaz, durante la reunión bilateral este jueves en la Conventual de San Francisco, en el marco de la XXXII Cumbre Hispano-Portuguesa que se celebra este jueves en la localidad cacereña de Trujillo bajo el lema "Por una movilidad sostenible".- EFE/Chema Moya

El conflicto que en los últimos días se ha originado, dentro y fuera del Gobierno, sobre la reforma laboral no puede tener las razones que algunos han querido hacer creer que tiene. La intranquilidad, la preocupación y las reacciones de algunos dirigentes del PSOE solo tendrían razón de haberse dado algunos motivos que, me parece, son poco realistas.

 

El primero, que la ministra de Trabajo hubiera realizado propuestas y negociaciones sobre los cambios a realizar en la legislación laboral, sin atenerse a lo acordado en el pacto que sustenta el gobierno de coalición. Un segundo motivo podría haber sido que ese proceso estuviera desembocando en propuestas de Yolanda Díaz, claramente enfrentadas a los criterios de Bruselas, de modo que se pusiera así en peligro no solo el futuro de la reforma legal sobre el mercado de trabajo que el gobierno de coalición ha prometido, sino, por extensión, otras políticas en áreas colindantes. La tercera razón de la intranquilidad socialista podría ser que la ministra de Trabajo estuviera marginando al resto del Gobierno, actuando por su cuenta y sin tomar en consideración la estrategia global que marca su presidente.

 

Francamente, cuesta mucho creer que se haya podido dar alguna de estas tres circunstancias. Por un lado, lo que el Gobierno de Pedro Sánchez pretende cambiar de la última reforma laboral de Rajoy está claramente expuesto en el Acuerdo mencionado. Por tanto, es verdaderamente impensable que a Yolanda Díaz se le haya ocurrido tratar de volar más lejos de lo allí suscrito, no sólo porque ni la ministra ni su coalición han manifestado en algún momento que sea eso lo que desean, sino porque sería un empeño inútil. Antes o después, el Gobierno en su conjunto, bajo la batuta de su presidente, frenaría cualquier intento de incumplimiento de lo firmado en su día.

 

Es más, a Pedro Sánchez le corresponde la tarea de dirigir la acción del Gobierno y coordinar las funciones de sus miembros, tal y como señala la Constitución, y no cabe pensar que haya hecho una dejación de funciones tan grande como para haber permitido que las acciones de una de sus ministras se haya alejado del acuerdo del que nació la coalición.

 

Al revés, nada da pie a pensar que el Presidente haya podido dejar de despachar periódicamente con sus ministros, como es su obligación, para perfilar su agenda y garantizar que la de cada uno de ellos y ellas se ajusta a sus directrices generales. Por tanto, nadie puede tener la más mínima duda de que, si se hubiera producido algún desvío por parte de la ministra de Trabajo, el presidente lo hubiera cortado de raíz en el mismo momento en que hubiera ocurrido. Es su competencia y su deber y tiene autoridad para ello.

 

Más o menos lo mismo se puede decir sobre el segundo motivo de preocupación socialista, un posible choque de lo que pueda estar proyectando la ministra de Trabajo con los criterios de Bruselas. También es descartable que esto se haya producido porque en varias ocasiones se ha informado que los dirigentes europeos estaban al tanto de los proyectos de reforma del gobierno español y en ningún caso se ha sabido que pusieran objeciones relevantes. O, al menos, lo suficientemente importantes como para crear un problema. Y la experiencia nos dice que Bruselas no es precisamente timorata a la hora de expresar desacuerdos o líneas rojas.

 

De haberse producido algo así, el presidente con toda seguridad lo hubiera sabido y evitado sobre la marcha y no habría dado la más mínima oportunidad para que surgieran desavenencias entre su gobierno y Bruselas. Mucho menos, en una coyuntura tan delicada como la actual, cuando se están disponiendo de los fondos europeos para la recuperación.

 

Finalmente, tampoco cabe pensar que Yolanda Díaz haya sido en algún momento tan torpe como para creer que podría llevar a cabo la reforma laboral acordada por PSOE y Unidas Podemos, esquivando su discusión con otros ministerios o al margen de la decisión final del Presidente. Ni en sus trámites ni a la hora de la decisión final hubiera conseguido evitarla, como sabe cualquier persona que conozca mínimamente cómo funciona por dentro un Gobierno.

 

En consecuencia, la única razón sensata que podría haber producido preocupación a los dirigentes socialistas es que hubieran desconfiado de la capacidad del presidente Pedro Sánchez para dirigir y coordinar a su Ejecutivo. Una razón que yo sinceramente creo que también cabe descartar.

 

Me temo entonces que la explicación del nerviosismo socialista en estos últimos días tiene que ver con otras razones. Si hay un acuerdo firmado que señala muy concretamente las medidas a llevar a cabo para eliminar los efectos más negativos de la Reforma Laboral de Rajoy, no tiene sentido el rifirrafe que los socialistas han montado en estos últimos días, salvo que detrás de ello esté la intención de no cumplir el compromiso exacto de reforma.

 

Siempre pensé que el nombramiento más inteligente que hizo en su día Pedro Sánchez fue el de Nadia Calviño. Tenerla en su Ejecutivo era una especie de seguro a todo riesgo frente a Bruselas, de donde procede la mayor amenaza a la que ha de enfrentarse cualquier gobierno europeo que pretenda llevar a cabo una política económica y social mínimamente progresista o alternativa.

 

Obviamente, con Calviño como ministra de Economía no se garantizaba poder gobernar de cualquier manera, pero sí que, de haber algún tipo de conflicto con los eurócratas, se iba a poder plantear en unos términos mucho más amigables teniéndola como interlocutora.

 

Si eso era una gran ventaja, es evidente que también comporta el serio inconveniente de tener en un puesto clave del Ejecutivo a alguien que representa y defiende una ortodoxia económica concebida con el exclusivo propósito de salvaguardar los intereses de la gran empresa, de los oligopolios que dominan los mercados en casi todos los sectores económicos. Y eso es lo que probablemente se ha hecho notar cuando se acerca la hora de perfilar definitivamente la contrarreforma laboral (me niego a utilizar el término derogación porque creo que es un dislate, política y técnicamente hablando).

 

El PSOE tiene un problema con esta última, pero no es Yolanda Díaz. El problema del partido de Pedro Sánchez es su propia alma liberal, que despierta siempre que la del socialismo de verdad trata de poner en marcha un cambio de calado progresista. Se produce entonces una tensión de resultados dispares a lo largo de la historia pero que, al menos, no puede engañar a nadie, pues se viene produciendo casi en los mismos términos desde hace 142 años.

 

Otra cosa es que, en medio de esa tensión, algunos y algunas dirigentes socialistas se hayan puesto nerviosos por el vacío que un mayor protagonismo de la derecha de su partido dejaría por su flanco izquierdo, donde Yolanda Díaz afianza cada día más su atractivo electoral.

 

En las próximas semanas sabremos en qué sentido bascula Pedro Sánchez, si se deja seducir por los intereses que defiende Calviño o si refuerza el compromiso de progreso que en diversas ocasiones ha ofrecido a su militancia. Y esperemos que Yolanda Díaz sea inteligente y facilite, en lugar de dificultar, que esta última sea la elección que tome el presidente del gobierno.

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