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viernes, 17 de septiembre de 2021

MEJOR ENEMIGOS QUE IDEAS

 

MEJOR ENEMIGOS QUE IDEAS

ANÍBAL MALVAR

El líder de Vox, Santiago Abascal, se dirige al presidente del Ejecutivo en la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles en el Congreso. EFE/Juan Carlos Hidalgo

Como no pueden manifestar ideas, nuestros neofascistas se expresan a través de sus "enemigos". No es mala táctica comunicativa, pues ahí tuvimos, tras las elecciones de 2019, a Vox con cincuenta y un diputados y un negro (que me disculpen el resto de negros del mundo, pero Ignacio Garriga es como la Mami de Lo que el viento se llevó, una esclava esclavista, una aberración que merece mención aparte).

 

Es curioso observar ahora, pasado el tiempo, que el primer gran "enemigo de España" que se creó Vox, el que sacó del armario a sus votantes, fue "la derechita cobarde". Sin citar a Franco, a través de esta afortunada expresión despertaban los instintos franquistas de muchos españoles, hartos de que el gobierno del PP no mandara asesinar a más migrantes en el Tarajal.

 

Esto de "la derechita cobarde" no es otra cosa que una evolución estilizada de aquella "derecha sin complejos" que elevó a las moncloas a Aznar a mediados de los 90. El mensaje subliminal venía a ser el mismo: no lo podemos decir en público, salvo que seamos tan bocachanclas como Jaime Mayor Oreja, pero el franquismo fue un periodo de "extraordinaria placidez" y ya estamos hartos de avergonzarnos de nuestros padres y abuelos fascistas, pero cariñosos. Este viene a ser el discurso tácito y taimado que tantos fervores íntimos despertó en tres y medio millones de votantes de Vox.

 

El problema de los enemigos es que hay que renovarlos más que las ideas, pues su utilidad política tiene la futilidad y la caducidad inmediata de los amores de las estrellas de Tele5.

 

En estos días hemos visto y oído a Santiago Abascal en el Congreso hablar de los migrantes como los "enemigos de España". Andamos un poco alterados, pues nunca en sede parlamentaria se habían escuchado en cuatro décadas palabras de tal calado xenófobo, por mucho que todos sepamos que muchos diputados y muchos representados las comparten.

 

Abascal consideró este un buen momento para despelotar su racismo evidente, pues no estamos en periodo electoral y no corre el riesgo de perder a esos votantes más meapilas y bien pensantes, esos que te dicen en los bares que no son racistas pero votan a Vox porque la migración hay que regularla y tal y arriba España. O que no tienen nada contra la homosexualidad pero que si hay día del orgullo gay también deben institucionalizar el día del orgullo hetero. Que monten el Día del Falo Insumiso, a ver si tiene el éxito turístico e ideológico (difícil y bello apareamiento) que goza nuestro orgulloso y orgullizante 28 de junio.

 

Porque otro de los enemigos de España más simpático y original que se ha inventado el neofascismo es el presunto lobby gay, que desde el cuarto oscuro maneja los hilos de nuestra política, nuestros medios de comunicación y nuestra economía.

 

Dicen los sesudos exégetas de la tele que este es un discurso trumpista, sin darse cuenta de que, desde todos los tiempos memoriables, presidentes demócratas y republicanos en EEUU han cometido las mayores atrocidades inventándose "enemigos de América" y apelando a poco racionales "mandatos de Dios". Barak Obama, superprogre, negro y premio Nobel de la Paz muy merecido (lo recibió antes de hacer nada), nunca cumplió su promesa de clausurar el campo de concentración y torturas de Guantánamo: salvando terribles distancias cenicientas, uno de nuestros Auschwitz posmodernos.

 

Por primera vez desde que apareció, Vox frena su ascenso en las encuestas, y quizá de ahí este despelote supremacista que se ha soltado Abascal en el Congreso. Ahora que llega el invierno, y el tráfico patero del Estrecho se reducirá por razones evidentes, Vox tendrá que poner el foco en cualquier otro enemigo de España. Y el discurso de estos días se olvidará. Ningún periodista de los grandes medios se atreverá a reprochárselo en ninguna entrevista durante la futura campaña de las generales. Negrillos a la mar.

 

Está claro que inventarse enemigos funciona mejor en política que desarrollar ideas. Sobre todo en países como España y EEUU, que descuidan mucho la educación. Que no conocen su historia.

 

Si yo sufriera ahora mismo la visita de un arcángel divino en forma de palomo preñador que me obligara a presentarme a las elecciones, ya tendría elegido a mi enemigo de campaña, el enemigo de España y los españoles contra el que os pediría que me votarais. Observando nuestro presente y nuestra historia, a mi juicio, el peor enemigo de España, ese contra el que hay que luchar denodada y heroicamente, siempre ha sido España.

 

No me votaría nadie.

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