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domingo, 1 de agosto de 2021

MACHIRULAS EN LA PRENSA

 

MACHIRULAS EN LA PRENSA

ANÍBAL MALVAR

Yo no sé lo que les echan en el colacao por las mañanas a algunas columnistas de nuestra rancia y gruñona prensa de derechas. Uno entiende perfectamente que Alfonso Ussía, Federico Jiménez Losantos, Arturo Pérez Reverte, Javier Marías, Jorge Bustos, Salvador Sostres y muchos otros textosteronos de nuestra prensa sigan con su cantinela sobre las feminazis, hagan gracietas si observan un capilar en la axila de una ministra, insinúen constantemente tórridas escenas de alcoba la víspera de cada nombramiento. Es el machirulismo de siempre, más gonádico que cerebrado e incapaz de comprender que es insoportable para una sociedad presuntamente desarrollada este ritmo de casi una mujer asesinada por semana (48 en 2020, según datos del Ministerio de Igualdad).

Los citados hemingwaycitos de la virilidad dan grima, pero cuando son mujeres las que adoptan ese discurso producen otros efectos que no pienso relatar por pudor y porque mi madre me enseñó a no significarme cuando las iras me arrebatan.

 

Tristemente, hay que reconocerlo, cada día afloran más articulistas machirulas dispuestas a frivolizar en sus periódicos sobre temas como la violencia de género o la igualdad. Las machirulas, por supuesto, solo cargan contra las mujeres de izquierdas. Recuerdo que uno de los reportajes dedicados a Yolanda Díaz cuando llegó al Ministerio de Trabajo versaba sobre su "elegancia imprevista". No podían concebir que una gallega comunista no apareciera en el Congreso bailando una muiñeira sobre zuecos de madera, y un cesto con dos gallinas ponedoras equilibrado sobre la cabeza.

 

Hoy Leyre Iglesias, columnista de El Mundo, nos regala un ejemplo de machirulismo femenino que firmaría el propio Arcadi Espada. Nos habla jocunda del Feministerio de Irene Montero, riéndose con todas sus sonrisas verticales y horizontales. No nos ofrece datos de muertas y perseguidas, de niñas prostituidas, de desigualdad laboral ni de otros asuntos que a la mujer atañen. El chiste basta. El artículo se titula Escuela de matriotas, claro, y está escrito desde la más estilosa ignorancia. La matria de Yolanda Díaz debe eclipsar cualquier logro --por ejemplo, las cifras de descenso del paro-- que se le pueda atribuir a la imprevistamente elegante ministra gallega.

 

Escribe Leyre Iglesias sobre el liderazgo femenino que impera hoy en Unidas Podemos: "Los tardíos aprendices del feminismo auténtico podrán comprobar cómo las mujeres comprometidas resuelven las disputas de poder [...]. El problema es que entre las mujeres prima el desconcierto, porque con tantas indicaciones contradictorias resulta difícil comprender qué cualidades y hábitos definen a la mujer buena. A la matriota del nuevo mundo".

 

O sea, que la patriota Leyre no entiende las indicaciones contradictorias que le dan, no se sabe quién, pero yo apostaría a que gasta calzoncillos de cuello alto.

 

Otra joya exouterina de la simpática prosista: "¿Y en la cama? ¿Podemos ser libérrimas cuando al mismo tiempo debemos huir de toda sexualización?", se pregunta acongojada y en camisón de encajillos.

 

El descenso del discurso político y periodístico lleva a que reflexiones de este jaez puedan ser publicables. Qué menos, si tenemos un académico de la RAE llamado Félix de Azúa cuyos argumentos para degradar a Ada Colau se limitaban a señalar que "debería estar sirviendo en un puesto de pescado". O un secretario general del PP madrileño, el convicto Francisco Granados, que se ríe con sus amigotes de la gestapillo del "volquete de putas" que están dispuestos a regalarse como premio a sus innumerables logros.

 

Resulta sonrojante, pero aun más cuando estas cosas te las dice, te las escribe una mujer. Termina Leyre Iglesias asegurando que, de seguir la mujer las pautas del ministerio de Irene Montero, "podremos acabar de tres maneras: en la telebasura, en la cárcel o trabajando para el partido". No está muy de acuerdo la ministra de Género francesa, Élisabeth Moreno, que ha calificado las políticas del Feministerio como "un verdadero ejemplo a seguir para frenar la violencia de género". Pero esto a las machirulas de nuestra prensa no les parece noticiable. Bastante tienen con fantasear sobre lúbricos gineceos monclovitas donde machos alfa nombran ministras a golpe de prepucio. Ese es el nivel, y lo más triste es que algunas mujeres escriban sobre esto y se lo crean. Si es que --y yo lo dudo-- se lo creen.


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