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domingo, 1 de agosto de 2021

LA MUJER CUBANA EN LAS RAÍCES DE TODA LA TIERRA HERIDA

 

LA MUJER CUBANA EN LAS RAÍCES DE TODA 

LA TIERRA HERIDA

POR MAITÉ CAMPILLO

La mujer cubana en las raíces de toda la tierra herida

Cuba, arte entre las artes a purita danza y teatro

impregnada en Ritmos dolientes, Surco, Pulso y Onda

Cuba, Territorio libre y La tierra herida

de Martí y Fidel y todos los que por ella dieron la vida

Cuba, la bella de Ondas mambisas y Ondas milicianas

de Blas Roca y su envío de mil combatientes a las Brigadas Internacionales

Cuba, íntegra en tu palabra Navarro Luna

de Así es y tu Elegía en la verdad del aire y de la luz.

26` La chispa que sí prendió

 

El despertar de Cuba se hizo internacional, no tuvo parangón en toda América, y es que a Cuba no solo se la ama, se la defiende! Salto cualitativo que define y marca el triunfo final de la victoria que cambió el rumbo y trascendió a la historia universal. A ese puntal movimiento (MR 26-J) pertenecieron auténticas flores autóctonas. Un nuevo rostro, brotó de ellas, el de la revolución. A todas las que la hicieron posible desde ese ‘largo lagarto verde’ del poeta Nicolás Guillén: a la entrañable Celia Sánchez Manduley, Melba Hernández, Haydée Santamaría,Vilma Espín, Lidia Doce, ‘Teté’, Pastorita, Clodomira, y tantas otras unidas al valor y entereza de las grandes heroínas que las precedieron desde Mariana Grajales a Ana Betancourt.

 

Desde los orígenes de la revolución cubana hubo mujeres relevantes. Hablemos del asalto al Moncada. Una de ellas fue Melba Hernández considerada, una de las heroínas de la revolución, participó en el asalto al Cuartel Moncada, ayudó a preparar el desembarco guerrillero del yate Granma y subió a Sierra Maestra con su fusil. Dos fueron las mujeres que participaron en la acción del Moncada, Haydeé y Melba, donde se marcó el inicio de la lucha armada contra la dictadura batistiana. Al morir, Melba tenía 92 años, y junto a Fidel y Raúl Castro formaba parte de la generación histórica. Su voz se escuchó en los más diversos escenarios del mundo condenando la agresión de las potencias contra el pueblo de los anamitas: “La influencia vietnamita profundizó mis sentimientos de amor hacia todos los pueblos del mundo”. Melba Hernández y Haydeé fueron las mujeres del Moncada, dos combatientes que participaron directamente en el ataque histórico, a estas dos mujeres, y también, a las fechas detonantes que hicieron posible la revolución, ya eternas en nuestra historia, conscientes hoy más que nunca que no se debe detener el motor que arrancó ese 26 de julio de 1953. A ellas, y todxs los que entorno a tal hazaña directa e indirectamente participaron para que la luz de aquella mañana fuera más grande. Soplo de amor y reconocimiento, a quienes fungían como enfermeras saliendo el 26 en la madrugada, de la granjita Siboney, acompañadas por otro entrañable, el doctor Mario Muñoz Monroy junto a una veintena de jóvenes armados bajo el mando de Abel Santamaría, segundo jefe del MR 26-J para ocupar el Hospital Civil Saturnino Lora.

 

En esta foto se encuentra Marta Rojas, la que el mismo Alejo Carpentier definió como “Ágil y talentosa escritora, de profunda vocación periodística, mirada sagaz, estilo directo y preciso, don de mostrar muchas cosas en pocas palabras”. Según Marta Rojas la joven periodista que cubrió el juicio a Fidel y resto de compañeros asaltantes, el joven abogado de oficio, Baudilio Castellanos, defensor de las dos mujeres combatientes, quería que ellas salieran absueltas: “Tenían a su favor el hecho de que se aceptaba, jurídicamente, su presencia en el Hospital como enfermeras (móvil noble), junto al doctor Muñoz, y el ‘móvil noble’ era una atenuante, pero Haydée insistió en ser juzgada y condenada, al igual que Melba y demás compañeros sobrevivientes, insiste en denunciar los crímenes con fortaleza increíble”. Melba y Haydée fueron condenadas y trasladadas a la Cárcel de Mujeres de Guanajay. Las dos participaron incondicionales durante los siete meses de preparación hasta el día de la acción. No solo curaron heridos y calmaron a los ingresados, la integridad de Melba motivaba y daba seguridad a Haydée, se sumaron a la batalla con todas las consecuencias. Nada más salir vuelven a incorporarse de lleno a la lucha divulgando los escritos, que Fidel, escribe clandestinamente desde la cárcel. Otra mujer asoma en escena; la vivienda de una extraordinaria santiaguera Magalis Martínez, es centro operativo de la lucha y lugar habitual de Frank País, Pepito Tey, Armando Hart Dávalos, Haydée Santamaría, Vilma y Asela. Estos días del 26 de julio absuelto por la historia sobre el que se inició la revolución, fecha que marcó definitivamente el avance de su liberación e independencia acabando con la dictadura del general Fulgencio Batista Zaldívar, haciendo trizas a la dictadura militar, generando las condiciones para el desarrollo de una nueva sociedad, antagónica a los intereses capitalistas y del imperio yanqui (Cuba vivía una denigrante ocupación y dependencia imperial tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952).

 

En este contexto muchas fueron las oportunidades y ocasiones en que Fidel, conmemoró remarcando la importancia de aquellas acciones y hazañas hacia la toma del poder, recordando el 26-J, como un nuevo camino histórico en que la claridad y fuerza de lo más consciente y revolucionario armado del pueblo cubano decide dar un asalto hacia la cima. El dictador se había hecho con el poder derrocando a Carlos Prío Socarrás, apoyado por la CIA, justificándose por tener al país sumido en la bancarrota e inmerso en drogas y juego. Como Fujimori, en Perú, Batista llegó al poder absoluto, y como su compadre peruano, no hizo otra cosa que agravar la caótica situación que de manera ilegal gobernó hasta el primero de enero de 1959, día en que junto a sus más estrechos colaboradores, huye de la isla cargado de millones. Santiago de Cuba vivió en directo sus estragos y una política represiva. Represión y violencia regían bajo su mandato en decadencia política y dependencia exterior, persecución política, prostitución, esclavismo, etc. Aprovechando el 28 de enero, de 1953, fecha en la que se celebraban los 100 años del nacimiento de José Martí; un grupo de jóvenes decide continuar su legado antiimperialista de la guerra continua por él proclamada. La no consecución de los planes trazados fue un fracaso militar, pero sin lugar a dudas, se articuló como un éxito moral y político al marcar la ruta de la posterior lucha guerrillera que culminó del 26 de julio de 1953 al 1 de enero de 1959, en que se lleva a cabo la Revolución Cubana encabezada por Fidel Castro, ‘Che’, Camilo Cienfuegos, Juan Almeida y Huber Matos; en este contexto declara el comandante de la revolución:

 

“Quien no respete a este pueblo,

quien quiera arrebatarle su libertad,

su soberanía o su derecho,

tendrá que matar hasta el último hombre,

hasta la última mujer y hasta el último niño”.

El 25 de noviembre de 1956 Fidel Castro encabeza una expedición con 81 seguidores desde Tuxpan, en México, hasta la playa de Las Coloradas, en el oriente de Cuba, donde arribaron el 2 de diciembre. A las dos semanas de su llegada se refugian en Sierra Maestra, es allí donde reinician la lucha contra las tropas del régimen batistiano que duró tres años. El 1 de enero de 1959, Fulgencio Batista Zaldívar con cientos de millones de dólares, como equipaje, cede el poder a una junta militar y abandona Cuba amparado por la oscuridad con las tropas revolucionarias ya a las puertas de La Habana. Triunfa la Revolución Cubana. Sus líderes se convierten en uno de los hitos de la historia de liberación, marcando positivamente a toda América Latina inspirando a la lucha y conquista de su propia revolución. El 17 de mayo de 1959, Fidel firma la Ley de la Reforma Agraria mediante la cual los terratenientes pierden los latifundios superiores a 420 hectáreas y la tierra se distribuye en cooperativas y granjas. Con las primeras luces del 26 de Julio de 1953 el grupo de jóvenes liderados por el abogado Fidel Castro Ruz, se dirigieron hacia Santiago de Cuba, reavivando una vez más los ideales independentistas del gran maestro revolucionario José Martí. Durante todo el mes de febrero los protagonistas de la insurrección comienzan los enfrentamientos de tiro, organizados en diferentes fincas entorno a La Habana, mientras consiguen confeccionar los uniformes del ejercito, con los que se disfrazarían para entrar en las zonas militares. En junio, la granja Siboney, cerca de Santiago de Cuba, un viejo hospedero en Bayamo y dos casas de la ciudad entran a formar parte de la revuelta como refugio de los futuros asaltantes. La noche anterior a los hechos; se distribuyen en tres grupos: el primero, en el que el propio Fidel irá al frente, atacaría el cuartel de Moncada; el segundo, Raúl tomaría el Palacio de la Justicia; el tercero, a cargo de Abel Santamaria, ocuparía el Hospital Saturnino Lora. Estas fueron las palabras de animo de Fidel antes de los sucesos: “¡¡COMPAÑEROS, podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, óiganlo bien, compañeros, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante!!”.

 

La historia posterior a esa fallida mañana es conocida por las mentiras que los militares iban sembrando sobre el acoso guerrillero, persecuciones, asesinatos despiadados, y finalmente un juicio a los jóvenes que no pudieron matar, entre ellos, el joven abogado Fidel. Estos hechos fueron forjando militancia y la nueva mujer revolución surge a la vida, se suma a ella como la admirable Ibia Rodríguez, que declara: “Me integré al Movimiento 26 de Julio porque esos crímenes colmaban en uno el ansia de libertad”. La Escuela Normal de Maestros, la misma que fue del inolvidable Frank País, había sido una forja de revolucionarios: “Formaba principios, teníamos profesores formadores de conciencia. Muy pocos normalistas traicionaron a la revolución (afirma con orgullo en la Revista Mujeres)”. Ibia se hizo maestra, en 1952, se preguntaba cómo explicar a sus alumnos la situación que se vivía en Cuba, pero el asalto al Moncada le dio la respuesta fue un catalizador de anhelo de independencia. A mediados de 1956 el gobierno de Batista cerró su escuelita. Ya los rebeldes de Fidel estaban por allí y el compromiso ético para Ibia se convierte en acciones. Otra mujer, Pilar Seisdedos tenía fresco el orgullo de haber integrado la primera promoción de profesionales de las leyes de la Universidad de Oriente, carrera por la que batalló para su fundación y oficialización. El 26, como toda la ciudad, se levantó entre los rumores y la incertidumbre. Pero cuando la verdad se fue abriendo paso supo que, más temprano que tarde, tendría que ver cara a cara al colega de profesión que había dirigido una acción tan arriesgada. Se entera de que Fidel iba a asumir el tamaño reto de una autodefensa: “Solo un abogado sabe bien qué cosa es eso”. En el Colegio de Abogados, por intermedio de su Decano, el doctor Jorge Pagliery, supo que el 16 de octubre juzgarían al líder revolucionario en la Sala de Estudios de las Enfermeras del Hospital Civil Saturnino Lora. Y hasta allí llegó Pilar Seisdedos a pesar de tener fiebre, con su toga colgada del brazo, por si le servía de salvoconducto para entrar a la sala. Junto a ella, esperando, estaban varios abogados y según pasaba el tiempo se fueron retirando: “Pero yo tenía muchos deseos de ver a Fidel, aunque fuera de lejos. Al poco rato llegó Juan José Alvarado, un compañero de la carrera y juntos nos mantuvimos a la entrada del hospital con la esperanza de verlo cuando sacaran a los acusados una vez finalizado el juicio”. Pero vieron al coronel Chaviano, jefe militar de la plaza y Juan José le dijo a Pilar que hablara con él: “Tú eres mujer, te va a hacer más caso”. Me acerqué a Chaviano y le dije que éramos recién graduados de la Universidad de Oriente y que queríamos ver el juicio. Asintió con la cabeza y nos mandó adentro con un teniente. El pasillo estaba lleno de soldados con fusiles y bayoneta: “Yo camine muy nerviosa, pues no estaba acostumbrada a aquella imagen”.

 

La prueba testifical ya había pasado y apenas en unos minutos comenzó la autodefensa de Fidel: “Estaba muy emocionado recordando las muertes de sus compañeros, pero enseguida se calmo y empezó su defensa. Aquel hombre, abogado acabado de graduar, yo suponía que iba a llevar libros de consulta, un periódico, una libreta. Pero solo tenía un Código de Defensa Social de bolsillo que le sirvió para leer el delito que había cometido. Cuando empezó a hablar me asusté. Se convirtió de acusado en acusador, y yo decía, bueno, a este hombre no lo mataron, pero van a matarlo aquí. La sala estaba llena de militares, pero él mencionó toda la corrupción del país, e incluso atacó a Batista. Los magistrados que estaban en el tribunal no lo interrumpieron ni un segundo”. A Pilar Seisdedos le sorprendió ver raída la toga que tenía puesta Fidel y sintió el impulso de ofrecerle la de ella: “Me sigue admirando que alguien pudiera tener un control de un discurso como aquel, sin un libro, solo con su memoria privilegiada”. Cuando se terminó el juicio y quedó concluso para sentencia, los periodistas, muy pocos, se acercaron a hablar con el revolucionario. Pilar Seisdedos también se aproximó: “Entonces Fidel se viró y me preguntó ‘¿somos colegas?’ Yo me quedé sin habla por la admiración que me causó aquel hombre. Pensaba, tiene de todo, juventud, elegancia, inteligencia y valentía. Le dije que sí con la cabeza. Es algo muy grande ser colega de Fidel”. La expedición falló y el joven abogado fue condenado a 15 años de prisión. El juicio se celebró un 16 de octubre de 1953, donde pronunció su famoso alegato: “CONDENADME. NO IMPORTA. LA HISTORIA ME ABSOLVERÁ”. Alegato que se convierte en el programa político del movimiento revolucionario, reivindica el derecho a la rebelión y lejos de exculpar sus actos, proclama la justa defensa ante la ilegalidad del gobierno golpista: “En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta compañeros míos”. Fidel permaneció en la cárcel hasta el 15 de mayo de 1955, tras dos años de prisión, al igual que sus compañeros es liberado por una amnistía.

 

Durante su encarcelamiento en el penal de la Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) funda el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR 26-7). El 12 de junio de ese año, en la vivienda número 62 de la calle Factoría, en La Habana, quedó conformada la organización integrada junto a Fidel, por las camaradas Melba Hernández, Haydée Santamaría, Ñico López, Pedro Miret, José Suárez, Celestino Aguilera, Faustino Pérez, Armando Hart Dávalos, Luis Bonito, Jesús Montané y J. Manuel Márquez; destacamento vanguardista que enarboló la vía sobre el compromiso unánime de reactivar la insurrección armada. Inmediatamente se exilia en México y desde allí, crea una guerrilla rural en la zona de Sierra Maestra. En diciembre de 1956 un grupo de 82 guerrilleros, al frente de Fidel, se embarcan desde México en el Yate Granma para desembarcar en la Playa de las Coloradas en el Oriente Cubano. Tras un mal comienzo con numerosas bajas, un grupo de 20 personas del Ejército Rebelde, consiguieron instalarse en la base de Sierra Maestra. Este fue el comienzo de lucha y revolución que derrocó a la dictadura el 1 de enero de 1959. Un camino lleno de acontecimientos que pasaron a la historia y definieron a Cuba y a toda América Latina su carácter de independencia. Había irrumpido en escena un líder con las ideas claras, firme y decidido, que supo sumar a ello un destacado núcleo de vanguardia indiscutible con los que se planteó ¿qué hacer?: ¿Cruzarse de brazos y esperar por fórmulas constitucionales propuestas por los partidos políticos tradicionales? ¿Llevar adelante una revolución social que salvara al país? ¿Cómo levantar y organizar a las masas para lograr ese propósito por el cual lucharon varias generaciones de cubanos?. He aquí razones por las que se celebra el glorioso 26 de Julio como ‘Día de la Rebeldía Nacional’. Había que convertir lo imposible, en posible, lo cual significaba emprender una revolución contra el ejército de Batista y toda la maquinaria que aupó al régimen de facto.

 

El Manifiesto del Moncada redactado por el joven poeta Raúl Gómez García señala: <<El 26 de Julio de 1953 en Santiago de Cuba era domingo de carnaval cuando -de madrugada- a las 5 y 15 a.m. un misterioso grupo de ciento setenta y cinco jóvenes revolucionarios inicia el asalto hacia el salto del triunfo. Los grupos de Raúl y Abel Santamaría lograron asaltar los edificios colindantes al cuartel, pero un accidente hizo que el grupo de Fidel no lograra tomar la fortaleza. Los jóvenes disfrazados se encontraron con una «guardia cosaca» que avisa de la intrusión. Los asaltantes lograron una buena ofensiva, causan al ejército treinta bajas, de ellas once muertos y diecisiete heridos (Pero el Moncada acogía en su interior a más de mil soldados), optaron por retirarse tras un combate de cerca de dos horas. En caso de no poder tomar el cuartel, la consigna era retirarse a Siboney, y desde allí, procurar llegar a las montañas de Sierra Maestra y proseguir la lucha: tampoco la retirada resultó de manera satisfactoria. La represión desatada contra los asaltantes fue lógicamente salvaje; Apresados tras el asalto a Abel Santamaría le sacaron los ojos, y a Boris Luis Santa Coloma le arrancaron los testículos. Una veintena de combatientes fueron sacados con vida del Hospital Saturnino Lora y trasladados por los soldados de la dictadura al cuartel, donde por orden de Batista, fueron asesinados a diez prisioneros por cada soldado muerto. Haydée Santamaría y Melba Hernández, fueron detenidas y llevadas al Moncada. Estas dos guerrilleras fueron testigos de excepción de la masacre allí cometida. Se libraron de ser asesinadas gracias al fotógrafo que acompañaba a la periodista Marta Rojas, el cual simula hacerles una fotografía (pensando que regándose la noticia, de que en el cuartel había dos mujeres detenidas, los soldados ya no podían presentarlas como muertas en combate). La brutalidad de la violencia ejercida llegó a límites inimaginables. De las 70 personas que murieron el 26 de julio y en días posteriores, sólo ocho, cayeron en combate; el resto de los cadáveres sin excepción alguna, presentaban signos de evidentes mutilaciones y salvajes torturas”. El día del asalto, las alumnas de enfermería del Hospital Saturnino Lora se sumaron a los revolucionarios, propusieron ocultar a los jóvenes combatientes y curaron a algunos heridos>>.

 

Algunos de los sobrevivientes en la acción fueron capturados después, y torturados, a varios les inyectaron aire y alcanfor en las venas, a otros les trituraron los testículos o arrancaron la visión como a Abel Santamaría; a su hermana Haydée le enseñaron un ojo de él haciéndola chantaje en quitarle el otro si no hablaba, firme y corajuda se mantuvo con la misma dignidad que Abel enfrentando a la tortura (Con un ojo humano ensangrentado en las manos se presentaron un sargento y varios hombres en el calabozo donde se encontraban Melba Hernández y Haydée. Dirigiéndose a la última, y mostrándole el ojo, le dijeron: “Este es de tu hermano, si tú no dices lo que él no quiso decir, le arrancaremos el otro”). En 1960 la revolución cubana inicia la nacionalización de bancos norteamericanos y numerosas empresas, entre las que se encuentran 105 azucareras. Meses después el 20 de octubre, EEUU inicia el bloqueo comercial, económico, y en 1961 rompe relaciones diplomáticas con la isla. El 3 de febrero de 1962 la ofensiva del imperialismo, responde con una operación militar, con un ejército de 1500 exiliados cubanos y mercenarios, con el objetivo de derrocar a Fidel y la revolución con visos de eternizarse; la acción terrorista contra el pueblo cubano y sus líderes fracasa en menos de 65 horas, la respuesta fue unánime contra la ofensiva; el tiempo pasa y la revolución se mantiene. De la importancia de aquella heroica acción, Fidel pronunció diez años después, en el X aniversario el 26 de Julio de 1963:

 

“La importancia que tiene esta fecha radica en que aquel día inició nuestro pueblo, en escala modesta si se quiere, el camino que lo condujo a la revolución. Cruzarse de brazos ante aquella situación habría significado la continuidad indefinida de la camarilla militar, la continuidad indefinida en el poder de los partidos reaccionarios de las clases explotadoras, habría significado la continuidad de la politiquería, de la corrupción y del saqueo sistemático de nuestro país. El ataque al cuartel Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de Marzo, fue la réplica decidida a aquel gobierno instaurado a fuerza de bayonetas, fue la respuesta que, una vez superados los primeros reveses, una vez superadas las deficiencias, una vez superada la inexperiencia, se desarrolló plenamente e hizo posible lo que antes parecía imposible: hizo posible la destrucción de un ejército moderno, en contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo no podía luchar contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero no fue por un milagro; lo que ha tenido lugar en Cuba no es un milagro. Para nosotros, los cubanos, no tendría tanta trascendencia conmemorar con júbilo, con entusiasmo, con fervor revolucionario esta fecha, si esta fecha ante nuestros ojos no tuviera el valor de una lección útil, utilísima, para decenas y decenas de millones de hermanos. Todo lo que en Cuba se ha hecho y aún más y mejor de lo que en Cuba se ha hecho, es posible hacerlo también en muchos otros pueblos de Américalatina. No tendría tanta transcendencia esta fecha y lo que ella simboliza si no entrañara un sólido aliento, una firme esperanza de que hay remedio a los males de los explotados y hambrientos de este continente, de los millones de trabajadores, de campesinos y de indios esquilmados en este continente, sino entrañara una esperanza y un aliento a la posibilidad de resolver de una vez y para siempre los trágicos males sociales de este continente, donde los porcentajes de muerte entre la población infantil se cuenta entre los más altos del mundo, donde el promedio de vida es bajísimo, y donde minorías oligárquicas –en complicidad con los monopolios yanquis– saquean despiadadamente. Esta fecha tiene valor no como hecho que se proyecta hacia el pasado, sino como hecho que se proyecta hacia el porvenir”.

 

NOTA

 

El 12 de julio de 1997, Fidel recibe en la base de San Antonio de los Baños, ciudad Artemisa, los restos del ‘Che’, y tres de sus compañeros, asesinados en Bolivia. Estos días de atrás San Antonio de los Baños, y Cuba entera, ha vuelto a ser noticia. Una vez más reclama su territorio libre y su derecho a vivir en paz. Corea entre calles a uno de sus dirigentes más emblemático, que más responsabilidad tuvo en liderar principios inalienables, organizar, crear, valorar y saber consolidar un equipo unánime competente y arriesgado capaz de gloriosos actos encaminados hacia la revolución, fulminando los viejos cimientos arraigados en el poder y dentro de la sociedad: tarea nada fácil que exige un ingenio fabuloso teniendo el monstruo de “vecino”, jefe de los genocidios y extorsiones internacionales. Equipo de gran arrojo, estratega y político dotado de armonía y decisión, una dirección ideológica patente y decidida que supo vencer. Atravesó montañas, bajó a los llanos en busca de complicidad, ampliaron organización y tomaron las calles, pueblos, ciudades, asaltando cuarteles, hoteles en manos del gringo y prostíbulos laureando lucha antiimperialista, golpeando el capitalismo interno, donde más le dolía arrebatando al yanqui su balneario predilecto en lo que convirtieron Cuba: toneles de alcohol, drogas, salas de juego, degradación humana, y prostitución haciendo de toda la isla su burdel favorito. Bajo el sol cubano fomentaron servidumbre, analfabetismo y dependencia total dando ala ancha a la corrupción de mafias y degradación más atroz de la mujer en objetivo de explotación sexual y laboral. San Antonio de los Baños asomó una vez más a defender su independencia contra los intrusos, encabezó un acento, una tonada de luna llena, una raíz de sudor por la tierra y acción guerrillera. Tomó las calles agitando consignas a favor de la revolución en vivas a los que por ella combatieron y muchos dieron la vida. Avanzaron calles transformándose espontánea y voluntariamente en Comités de Defensa de la Revolución, reivindicando lo que la gran mayoría del pueblo conquistó y encaramó sobre la cima de las lomas, entre selva, montañas y picos altos entorno al emblemático Turquino y MR 26-7. Porque la revolución nacionalizó, expulsó al invasor, y puso en sus manos la economía y construcción de una nación libre de analfabetismo, abolió la esclavitud encubierta, la discriminación racial e integró los sectores del pueblo más marginales, como el de la mujer, en todos los campos sociales en igualdad de derecho, aunque en este campo falte camino por andar y por eso quiero recordar alguna de las frases y sentimientos al respecto de Fidel: “Cuando se juzgue a nuestra revolución en los años futuros, una de las cuestiones por las cuales nos juzgarán será la forma en que hayamos resuelto, en nuestra sociedad, los problemas de la mujer, aunque se trate de uno de los problemas de la revolución que requieren más tenacidad, más firmeza, más constancia y esfuerzo”.

 

PD.

 

Mario Muñoz Monroy, el médico del asalto al Moncada, tenía 41 años, su frase define la conciencia y claridad el momento crucial por el que atravesaba Cuba: “A Batista no se tumba con elecciones, sino con las armas”. Fidel diría en su alegato: “El primer prisionero asesinado fue nuestro médico, el doctor Mario Muñoz, que no llevaba armas ni uniforme y vestía su bata de galeno, un hombre generoso y competente. En el camino del Hospital Civil al Cuartel le dieron un tiro por la espalda y allí lo dejaron tendido”. Mario se enfrentó directamente, a la dictadura de Batista, cae fulminado por la espalda durante el asalto al Moncada. Aparte de fungir como médico, Muñoz tenía la responsabilidad de dirigir un Manifiesto Revolucionario para llamar a una huelga general política en contra de la dictadura. Al dar Batista el cuartelazo del 10 de marzo de 1952, Mario se dispuso a la lucha consciente de que junto con Fidel haría la revolución. Su casa fue un centro de conspiración, donde se congregaban los conjurados, a las reuniones asistían Fidel, Abel Santamaría, Boris Santa Coloma, Julio Reyes y Martínez Arará… El médico aficionado a la radio transmisión, puso sus conocimientos a disposición de la causa, y para Fidel construyó varias plantas. Su militancia se desarrollaba entre los miembros de la dirección del movimiento, formaba parte del Comité Civil. Mario apareció en la tarde del 26, junto a otros combatientes de la acción en los alrededores del cuartel, en una cuneta. En el automóvil de Mario se llevaban los discos con los himnos y marchas, así como los documentos que se debían usar después en la toma de la estación de radio. Fue conducido por los esbirros junto a Haydée y Melba, en el trayecto antes de llegar a la posta 4, Mario fue brutalmente maltratado, golpeado y asesinado por la espalda, cayendo por la acera de una calle interior del Moncada. Melba Hernández testigo de su muerte afirmaría: “A Mario lo asesinan en la callecita interior del cuartel, iba a algunos metros de nosotras, veíamos la discusión de Mario con la soldadesca y, de pronto, el tiro. Cae Mario. Entonces las dos pasamos por el lado de él, nos inclinamos para ver si estaba vivo todavía y si se podía hacer algo. Creo que murió instantáneamente”. El padre de Mario declara: “Me dijo que iba a Guines a un acto público contra Batista, no pensé que fuera el asalto del Moncada. Yo hubiera ido a pesar de mis años con él.” Fidel en su alegato: “Mis compañeros no están ni olvidados ni muertos. Viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados como surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de sus ideas”. Junto a Haydée y Lidia Castro, Melba Hernández tuvo un papel decisivo en la recopilación y organización de las notas que Fidel Castro iba logrando sacar de la cárcel y que constituyeron su alegato en el juicio del Moncada, conocido luego como La Historia me absolverá, así como en su posterior impresión y distribución clandestina. Las combatientes logran impremir con ingenio y sin recursos 10.000 ejemplares que se distribuyeron en todo el país isleño. Implacables en la victoria, las dos mujeres del Moncada, en sus puestos de responsabilidad cada una fueron baluartes de la revolución durante toda su vida de incondicional entrega, valentía y dignidad excepcional.

 

 * Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)


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