LO QUE LOS MEDIOS ESPAÑOLES NO NOS
DICEN SOBRE LA PANDEMIA
VICENÇ NAVARRO
Una consecuencia de haber vivido un largo exilio en varios países (Suecia, Reino Unido y EEUU) es que tengo por costumbre leer (en este orden) prensa sueca, británica, estadounidense y española cada mañana. Y me preocupan los graves déficits de cobertura informativa que existen en nuestro país. Ni que decir tiene que hay programas interesantes en algunas cadenas de televisión y que algunos periodistas son profesionales de gran valía. Pero, además de que la mayoría de los grandes medios tienen un sesgo conservador, su cobertura informativa es limitada, al menos en términos comparativos con la prensa de otros países que conozco y cuyos medios escritos leo cada mañana. Soy consciente de que esta declaración puede contribuir a que continúe estando vetado en los principales medios españoles, ya que no es la primera vez que hago estos comentarios. Pero hay que explicar por qué las encuestas confirman que los medios de información españoles están entre los que cuentan con menor confianza y apoyo popular en la Europa Occidental. Según el Digital News Report 2020 de Reuters Institute, que pregunta a los ciudadanos de numerosos países sobre si pueden "confiar en la mayoría de noticias la mayoría de las veces", España queda por debajo de la media de los países que conformaban la UE-15 (a excepción de Luxemburgo, que no presenta datos).
El gran silencio
mediático sobre las consecuencias de mantener las patentes de las vacunas anti
COVID-19 durante la pandemia
Hago esta
observación a raíz de la cobertura informativa de la pandemia y el retraso
existente en la provisión de vacunas hoy en la Unión Europea, retraso que es
incluso mucho más acentuado en buena parte de los países en vías de desarrollo
a nivel mundial. Hay actualmente un gran debate en los principales medios de información
del continente europeo sobre por qué hoy uno de los mayores problemas
existentes en el control de la pandemia de COVID-19 es la escasez de vacunas
contra tal enfermedad. Y, paradójicamente, este gran debate es de los temas más
silenciados por los medios españoles. Una de las razones de este silencio
ensordecedor parece ser que tal déficit de vacunas muestra claramente la
incompatibilidad del modus operandi económico y empresarial actualmente
dominante en el mundo occidental con la urgente y necesaria vacunación de la
población mundial. Veamos los datos.
Hoy, el dominio a
nivel global de los sectores farmacéuticos privados responsables de la
producción y distribución de estas vacunas anti COVID-19 (cuyo objetivo
principal es la optimización de sus beneficios empresariales, que están
alcanzando dimensiones sin precedentes) y su lucha para defender las patentes
de sus fórmulas para producirlas (que han sido altamente subsidiadas con fondos
públicos) son responsables de que no haya vacunas suficientes para todo el
mundo. De ahí se deriva la propuesta hecha por gran número de asociaciones
científicas de profesionales de salud pública, de suspender las patentes
mientras dure la pandemia permitiendo a muchísimos países fabricarlas y no
tener que estar esperando durante años (aproximadamente hasta 2024) a que les
lleguen las vacunas monopolizadas por tales empresas farmacéuticas, tal y como
se prevé que ocurra de mantenerse las patentes.
Debería terminarse
con el monopolio de producción de vacunas que está enlenteciendo la producción
y distribución de vacunas
Ni que decir tiene
que las empresas productoras de las principales vacunas señalan que son las
únicas capaces de producirlas y distribuirlas, alegando que son ellas las que
tienen el conocimiento, las materias primas y los medios de transporte
necesarios. Ahora bien, cada uno de tales argumentos ha sido respondido con
evidencia y claridad por instituciones y asociaciones, demostrando su falsedad.
En realidad, la mayoría del conocimiento científico básico sobre el cual tales
vacunas se han desarrollado ha sido financiado con dinero público como he
señalado y mostrado en artículos anteriores ("Por qué la Unión Europea
tiene un grave problema de falta de vacunas", Público, 10.03.21;
"Sabemos cómo controlar la pandemia, pero los dogmas neoliberales
dificultan hacerlo", Público, 25.02.21; "Cómo los dogmas neoliberales
están obstaculizando la resolución de la pandemia", Público, 03.02.21).
Esto ha sido
reconocido incluso por el director general de la International Federation of
Pharmaceutical Manufacturers and Associations, Thomas Cueni, que escribió en un
reciente artículo publicado en The New York Times el 10.12.20, "Es cierto
que sin los fondos públicos de agencias como la US Biomedical Advanced Research
and Development Authority o el Ministerio de Educación e Investigación del
gobierno federal alemán, las multinacionales farmacéuticas podrían no haber
desarrollado las vacunas contra el COVID-19 tal como lo han hecho". Es
más, han sido los gobiernos los que, como compradores de las vacunas,
eliminaron cualquier riesgo de falta de demanda del producto, habiéndose
alcanzado, con el COVID-19, el mayor número de infecciones que jamás haya
habido en un año por cualquier otra enfermedad infecciosa: 121.319.246 personas.
Otro argumento
utilizado es la escasez de materias primas, que limita las posibilidades de
expansión de su producción. Médicos Sin Fronteras ha documentado la falta de
credibilidad de este argumento, siendo prueba de ello el propio comportamiento
de los tres productores más importantes de las vacunas COVID-19, que han
aumentado espectacularmente su producción en respuesta al crecimiento tan
notable de la demanda. Y un tanto igual en cuanto a la ausencia del
equipamiento de transporte que, incluso Pfizer, ha admitido que puede reducirse
y simplificarse significativamente, habiéndose desarrollado un sistema de
mantenimiento y refrigeración mucho más sencillo.
El control de la
pandemia en los países desarrollados requiere, para ser eficaz, que se controle
también a nivel mundial. La aparición constante de variantes del coronavirus
muestra la gran urgencia de la solidaridad internacional, permitiendo a los
países que tengan la capacidad y recursos para fabricar tales vacunas (y otros
elementos necesarios) que lo hagan. Los costos de las vacunas en tiempos de
pandemia no deberían estar condicionadas por las leyes del mercado ni por los
intereses particulares de lucro. Dar el poder a corporaciones privadas de
determinar los destinos de las poblaciones, secuestra a la humanidad a los
designios particulares de tales empresas. En una guerra mundial contra el virus
(que está ganando este último), no se puede dejar la producción y distribución
del armamento (vacunas y otro material),
en manos del afán de lucro y de las leyes del mercado.
El ignorado debate
en el Parlamento Europeo
Este debate ha
llegado ya al Parlamento Europeo, sin que los medios españoles hayan
prácticamente informado sobre ello. 115 eurodiputados y eurodiputadas han
propuesto a la Comisión Europea y a los Estados miembros del ADPIC (el Acuerdo
sobre los aspectos de los Derechos de la Propiedad Intelectual relacionados con
el Comercio) que en la reunión del Consejo General de la Organización Mundial
del Comercio apoyen la medida que permita a todos los países producir vacunas
mediante su propia industria farmacéutica, acabando con la actual
monopolización de su producción por parte de un número reducido de empresas
farmacéuticas (establecidas en el mundo occidental, en general, y en EEUU y la
Unión Europea, en particular) que se sirven de la propiedad privada de los
medios de producción de tales vacunas para impedir su difusión. Sin lugar a
duda, la suspensión de estas patentes no reduciría la producción de vacunas en
EEUU y en la UE, sino que la aumentaría tanto en esta parte del mundo como en
el resto, sin ningún perjuicio para las poblaciones en los países desarrollados
(que también tienen, por cierto, gran escasez de vacunas).
Esta suspensión del
copyright durante la duración de la pandemia permitiría que muchas empresas
manufactureras, tanto en EEUU como en la UE, así como en otros países
desarrollaos y en vías de desarrollo pudieran producir y distribuir estas
vacunas. Esta propuesta ha sido liderada por de los partidos que integran la Izquierda
Europea (GUE/NGL) y apoyada por los partidos verdes (The Greens/EFA) y un
amplio abanico de parlamentarios progresistas de otras sensibilidades
políticas, incluyendo partidos socialistas. No apoyando tal medida encontramos,
ya sea absteniéndose o votando en contra, a partidos de centroderecha
(liberales), derecha (conservadores) y ultraderecha que anteponen la defensa de
los beneficios empresariales a la vida de las clases populares de sus propios
países y de los países en vías de desarrollo. Este debate, que debería estar en
la primera página de los rotativos, no aparece ni en la última. Una excepción
(a aplaudir) fue el programa del 14 de marzo último de Jordi Évole en la Sexta.
El debate de Évole
en La Sexta
La importancia de
este debate sobre las patentes apareció indirectamente en el reciente programa
de Jordi Évole, emitido el domingo 14 de marzo, en el que entrevistó a Fernando
Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias y
la persona del Ministerio de Sanidad responsable de informar a la población
sobre la situación de la pandemia y las medidas adoptadas por el gobierno
español. Antes de comentar lo ocurrido durante el programa, siento la necesidad
de hacer algunas observaciones personales. Una es que me gustan los programas
de Évole (ya antes de que me entrevistara a raíz de mi activa participación en
el 15M, y al que considero una de las pocas voces críticas en el panorama
mediático español). También me gustó que intentara tocar este tema, invitando a
una enfermera que trabaja en Mozambique como coordinadora de Médicos del Mundo,
Neus Peracaula, la cual indicó la necesidad precisamente de anular las
patentes. Quiero aclarar también que valoro positivamente la labor realizada
por el Sr. Simón en el Ministerio de Sanidad, pero no me satisfizo su
ambivalencia frente a la propuesta de la Sra. Peracaula. Un experto en salud
pública de tan merecido prestigio como el Sr. Simón debería apoyar sin ninguna
reserva la medida propuesta por una enfermera que estaba viendo morir a su
gente por todas partes en un país muy pobre. Y, por cierto, añado también que
las mascarillas han sido siempre útiles y han protegido también al que las
utiliza, y no solo a los demás. Évole estaba en lo cierto cuando acusó tanto a
la OMS como al Ministerio de Sanidad del gobierno español de haber
infravalorado la utilidad de las mascarillas para, posiblemente, calmar a la
población al no haber suficientes al inicio de la pandemia. La versión vertida
por la OMS, por el Ministerio de Sanidad y por Fernando Simón al inicio de la
pandemia (que las mascarillas tenían escaso valor para la población), fue un
error, y así se debería reconocer. La evidencia científica en este sentido no
deja lugar a dudas, y muchas instituciones, incluyendo The Johns Hopkins
University, ya indicaron que el principal medio de transmisión del coronavirus
era el aéreo, y que las mascarillas protegían tanto a las personas que las
utilizaban como a las demás. Celebro que el Ministerio y el Sr. Simón hayan
cambiado de opinión y que, en general, hayan tomado las medidas que se
requerían en respuesta a la pandemia. El gran problema fue el fin del estado de
alarma, cuando se disparó en Madrid y en Catalunya, cuyos gobiernos no fueron
suficientemente sensibles o competentes, responsables del enorme incremento de
las infecciones. De nuevo, la crispación política, alentada por los medios,
demonizó al gobierno de coalición de izquierdas, contribuyendo al empeoramiento
de la situación. Se debería analizar los medios no solo por sus silencios
ensordecedores, sino también por sus estridencias y ánimo de crispar la vida
política del país, convirtiendo la política en un espectáculo, como hacen
muchas cadenas de televisión, empobreciendo así la democracia española. En
realidad, tengo plena fe en la población española y estoy seguro de que la gran
mayoría favorecerían el anteponer el bien común (facilitando una producción
masiva de vacunas anti COVID-19, eliminando provisionalmente el monopolio que
garantizan las patentes durante la pandemia) a costa de disminuir los enormes
beneficios empresariales de un número reducido de empresas farmacéuticas
productoras de tales vacunas que además se han beneficiado de abundantes fondos
públicos, es decir, de fondos obtenidos por los autoridades públicas de la
mayoría de la ciudadanía.
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