TEO MONTA EL POLLO
Mientras en mi cabeza los ‘youtubers’ están perreando con Bad
Bunny, Iglesias detiene su intervención y, poniendo la misma cara que much@s
hemos puesto mirando a Teodoro García Egea, ha preguntado: “Pero, ¿qué hace?”
MARINA LOBO
Antes que nada, feliz año. No, no es que se me haya ido la olla –todavía, que el 2021 es muy largo– , es que esta es la primera semana que vuelve a haber sesión de control en el Congreso de los Diputados desde navidades porque así lo manda nuestra inamovible constitución. Reconforta comprobar cómo algun@s han aprovechado para coger fuerza durante este parón. “Bienvenido a esta casa mes y medio después”, le espeta irónicamente Pablo Casado a Pedro Sánchez nada más llegar, cual madre que te coge el teléfono cabreadísima después de que no la hayas llamado en toda la semana.
Sánchez tampoco se
ha quedado atrás. A estas alturas, ya habrán visto que le ha dicho al líder del
PP que “incluso el señor Abascal le da lecciones en cuanto sentido de Estado”.
Se ve que mes y medio te da hasta para reconciliarte con tu cuñado. La primera
llamada al orden de Meritxell Batet tiene lugar poco después de empezar la sesión,
cuando ya se han producido sucesivos abucheos a Sánchez e incluso golpes en la
mesa de algún diputado como forma de protesta. La bronca se la lleva, en
general, la bancada del PP, desde donde sus diputad@s graznan cual gaviotas
–nunca mejor dicho–.
Es curioso cómo la
ultraderecha y el PP, que antes se peleaban por ver quién tenía más banderas de
España, ahora se pelean por enarbolar la bandera de Andorra
Están ávidos de
participar, incluso aunque el que interviene no sea de los suyos. “¿Por qué considera
usted oportuno cambiar al ministro de Sanidad en lo peor de la pandemia?”,
pregunta Gabriel Rufián (ERC). Antes que la respuesta de Sánchez, se escucha la
de un espontáneo del PP que, sorprendido, sentencia: “Pues es una buena
pregunta”. Mientras este señor sigue en su escaño dilucidando cómo se le habría
ocurrido al diputado de ERC tan elaborada cuestión, el hemiciclo se ha
convertido en mitin. El electoralismo de Sánchez alzando a Illa como un “gran
candidato a la Generalitat” y criticando al independentismo dista mucho de la
respuesta que podía haber dado, más si tenemos en cuenta que era una de esas
preguntas que sí o sí iba a caer en el examen. “¡Pues no te ha contestado,
Rufián!”, exclaman al finalizar en tono jocoso desde el PP. Crossovers más
raros que este se han visto –véase la canción de Taburete y Camela–.
“¡Venga Teo!”, jalean sus compañeros a Teodoro García Egea antes de su intervención, por si no fueran ya suficientemente enérgicas sus intervenciones. Una, a veces, cuando está en el hemiciclo, tiene que esforzarse en recordar que se encuentra en un lugar en el que se toman decisiones importantes y no en Eurovisión. “Recuerde cuando señalaba al Rubius pero callaba cuando se refería a su portavoz condenado por no pagar impuestos”, le ha dicho Teodoro a Pablo Iglesias. Siempre que pienso en Teo se me vienen a la cabeza los cuentos infantiles, los de Teo va al parque o Teo y su cumpleaños. Teo hacía muchas cosas, pero el de Teo va a Andorra a mí no me lo leyeron. Es curioso cómo la ultraderecha y el PP, que antes se peleaban por ver quién tenía más banderas de España, ahora se pelean por enarbolar la bandera de Andorra. El Rubius se ha convertido en la novia a la que todos quieren invitar al cine, mientras ella solo quiere irse con sus amigas a perrear hasta el amanecer gastándose el menor dinero posible en copas.
Mientras en mi
cabeza los youtubers están perreando al ritmo de Bad Bunny, Iglesias detiene su
intervención y, poniendo la misma cara que much@s hemos puesto mirando a
Teodoro García Egea –que es básicamente un gesto de incredulidad mezclado con
vergüenza ajena y una pizca de duda al intentar adivinar si lo está haciendo a
propósito o si se ha tragado el hueso de una aceituna de esas que lanza a 5
kilómetros–, el líder de Unidas Podemos ha dicho, extasiado: “Pero, ¿qué
hace?”. Nunca tres palabras definieron tan bien la actitud de un diputado. Teo
monta el pollo. Meritxell Batet pide silencio. Y, cuando por fin lo ha
conseguido, un diputado del PP –seguramente antes malote de su clase– lo ha
roto. “No se escondan detrás de las mascarillas porque se les reconoce
igualmente”, ha dicho la presidenta de la Cámara. Uno de ellos se ha quitado la
mascarilla durante un momento a modo de protesta. Esa persona es Eloy Suárez
Lamata, diputado del PP conocido por votar “sí” por error en la moción de
censura de Rajoy y por plantear endurecer en Zaragoza las sanciones penales por
la ocupación de viviendas. “Inasequible al desaliento”, se define en su bio de
Twitter. Y el que avisa no es traidor. Su última publicación es un mensaje
criticando a Sánchez con una foto muy pixelada del presidente que, suponemos,
ha sacado él desde su escaño –a mí no me dejan sacar fotos, si no ya hubiéramos
publicado aquí una de Ortega Smith aburriéndose soberanamente en el Congreso,
incluso mientras hablan los suyos.
Todo esto lo
observa atentamente desde su nuevo sillón Iceta, que se estrena en la sesión
como ministro de Política Territorial. Iceta es una de esas personas que da
aplausos mullidos, de esos que suenan poco porque junta primero las bases de
las muñecas y luego las palmas de las manos. Ha empezado su intervención
confundiéndose de micro pero ha sorteado las preguntas sin enfadarse. Lo mejor,
a pesar de que no se puede hacerse viral porque no cabe en un vídeo de Twitter,
ha sido el intercambio dialéctico entre él y Rufián. Más de media hora en la
que, los que aún estábamos allí, hemos asistido a una clase avanzada de
posicionamientos en cuanto a la realidad territorial de Cataluña –con sus
intereses de por medio, claro–, con un Gabriel Rufián que se ha llevado
apuntadas la mayor parte de las contradicciones políticas de Iceta durante
estos últimos años –que no son pocas– y un nuevo ministro que, como ha tenido
que reconocer el diputado de ERC, es muy hábil parlamentario.
La ministra de
Sanidad ha hablado de una nueva etapa, la de la vacunación, y ha puesto fecha.
A partir de marzo espera que el escenario sea muy diferente
Ha sido día de
estrenos. Carolina Darias ha intervenido por primera vez como ministra de
Sanidad y hay que prestar atención, ya que es muy probable que dentro de poco
se convierta en una de esas personas a las que vemos más que a nuestras
familias, aunque sea por la tele. Los diputados lo saben bien. “Todo el grupo
parlamentario le desea lo mejor”, le ha dicho Echániz Salgado, del PP, a la
nueva ministra. Carolina Darias se ha estrenado haciendo algo muy vistoso, pero
también muy arriesgado: un anuncio. La ministra de Sanidad ha hablado de una
nueva etapa, la de la vacunación. Y, algo aún más arriesgado, ha puesto fecha.
A partir de marzo, ha dicho, espera que el escenario con el aumento de llegada
de las vacunas sea muy diferente. Palabras muy bonitas que ha compaginado con
el silencio ante varias propuestas que le ha hecho Iñaki Ruiz de Pinedo, de
Bildu: Liberar las patentes convirtiéndolas en un bien público, tomar la
nacionalización temporal de aquellas farmacéuticas que especulen con las
vacunas o crear una industria farmacéutica europea, para garantizar que no se
mercantilice con la salud. Eso igual para la siguiente etapa.
Iceta y Darias han
hablado prácticamente uno después del otro. De hecho, se sientan al lado –con
un asiento entremedias–. Se ha hablado mucho de “errores políticos”. Hay
errores políticos de los que ya algunos han aprendido, como no poner la mano en
el fuego por alguien en un caso de corrupción porque es más probable que te
quedes sin mano antes de que llegues al hospital. Pero hay otr@s que no solo no
aprenden de sus errores políticos, sino que se revuelcan en ellos hasta la
obscenidad, como es el caso de García Egea. Un paso más allá, en el último
escalón antes del precipicio, hay algo peor. No es un error, sino una acción
intencionada, como querer alimentar el odio y el racismo aprovechándose de una
situación desesperada. La interpelación de Vox al Gobierno ha sido hoy, y cito
textualmente, “sobre las medidas para frenar la ‘invasión’migratoria en
España”. Solo la demencia que denota el uso del término ‘invasión’ en el
registro de la moción ya debería ser suficiente para no darle más cabida a un
discurso perturbado de un partido que, tristemente, nació por culpa de errores
políticos –y periodísticos. Y, como aquí somos de aprender de los errores, ni
una palabra más sobre el discurso xenófobo. Buenas tardes.
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