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miércoles, 13 de enero de 2021

LA MEJOR RELACIÓN CON UN HOMBRE ES LA INEXISTENTE

 LA MEJOR RELACIÓN CON UN HOMBRE 

ES LA INEXISTENTE

ANA SHARIFE

Como siempre he tenido tendencias autodestructivas, un buen día decidí no volver a salir con hombres. Ahora las fiestas más hermosas, salvajes y descontroladas ocurren en mi interior.

No pierdo el tiempo, no crean. Me dedico a hablar durante horas por teléfono con mis amigas sobre nada importante (es lo mejor), he vuelto al piano y he ingresado en una plataforma feminista, como la que se mete en un convento. Mientras allí se abordan temas de enorme interés sobre la lucha de la mujer, por muy descabellado que parezca, yo asisto como quien se da una vuelta por el parque. Me detengo a observar los pájaros por la ventana, la forma de las nubes y teorizo sobre lo efímero.

 

En mi delirio he desarrollado incluso una siniestra obsesión: preguntar en entierros y misas si el difunto se despidió. “¿Le dio algún consejo antes de morir?, ¿qué palabras pronunció?”. Con honestidad. Siempre he pensado que en esa última conversación se encuentra el secreto de la existencia misma y, por alguna extraña razón, las palabras de todos los muertos a lo que no he conocido me están alumbrando en mi entropía sentimental.

 

Hay algunas noches en las que estoy acostada en la oscuridad de mi cuarto contemplando las luces de los barcos y empiezo a mortificarme, tratando de completar las piezas de un puzle que no encaja. Mi capacidad para sabotear mis horas de sosiego es antológica. Luego me dice mi madre que vaya ojeras. Puedo estar todo el día pensando en las mayores estupideces, pero es llegar la noche y empezar a atormentarme, y así, como un sabueso experto en drogas, voy descubriendo dónde están las trampas y mentiras, hasta llegar siempre exhausta a la misma conclusión: la mejor relación con un hombre es la inexistente.

 

A veces dudo, pero entonces llamo a una amiga para hablar de nada importante y se me quita.



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