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miércoles, 9 de diciembre de 2020

FASCISMO CONSTITUCIONALISTA

 

FASCISMO CONSTITUCIONALISTA

DAVID BOLLERO

Santiago Abascal ama tanto la Constitución que no se le ocurre mejor manera de defenderla que rodearse de simbología nazi coreada con proclamas franquistas. Isabel Díaz Ayuso quiere tanto la unidad de España que para hacerlo aplaude que a un vejestorio militar le sobremos "26 millones de hijos de puta". Esta es la derecha que tenemos, con un Pablo Casado que se aferra a los fantasmas de ETA e instrumentaliza a sus víctimas y un Borbón corrupto que quiere volver a casa por Navidad, ante el aplauso de gente como la presidenta de la Comunidad de Madrid.

 

El tufo fascista que se respira en la política española genera naúseas a cualquier demócrata. Sin embargo, no es el único efecto que tiene, puesto que también evidencia el cinismo de sus impulsores y el aborregamiento de quienes lo siguen. Generar una falsa percepción de que no existe libertad es grave, pero más aún lo es reclamar esa libertad atacando a quienes precisamente la procuraron.

 

Los sectores a los que la derecha y extrema-derecha han puesto en su punto de mira son, precisamente, quienes se dejaron la piel y la vida para que vivamos en democracia, imperfecta, muy mejorable, pero democracia al fin y al cabo. Por el contrario, de haber seguido bajo el sometimiento de los antepasados de quienes hoy quieren ser vistos como los más constitucionalistas continuaríamos inmersos en una dictadura... la misma que Abascal anhela tanto que incluso ha expresado varias veces su nostalgia en el Congreso.

 

Los actos vividos ayer en Barcelona no son una gran sorpresa. Ver un acto de Vox plagado de simbología franquista no le coge a nadie a contrapié. En la misma foto de Colón, en la que fueron de la mano PP, Ciudadanos y Vox, las vimos. Sin embargo, su cinismo es de tal calibre que obvian la incompatibilidad de defender la Constitución y buscar el calor de estas masas fascistas, ya sea de manera explícita o implícita.

 

Son menos y más aborregados pero, precisamente por esta condición, por la facilidad con que es posible manipular a este puñado de cabezas huecas, no hay que bajar la guardia, especialmente cuando desde las más altas instituciones, como son partidos en el Congreso o la misma jefatura del Estado -con un Borbón mudo- se les da alas.


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