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martes, 10 de noviembre de 2020

AMIGOS DE CUATRO PATAS

  

AMIGOS DE CUATRO PATAS

      QUICOPURRIÑOS

A uno le da por escribir de gente del barrio. De los que te rodean y de los que aprecias .Y entonces te acuerdas de los amigos, de los conocidos o de los personajes que pululan por la calle y ves a diario. Y los nombras con afecto y los recuerdas con cariño y con respeto.

         Pero es que afecto, respeto y cariño, me transmiten también especialmente dos animales, de cuatro patas,  que voy a nombrar: Pipa y Suri, o Suri y Pipa. Estos dos perrunos, son unos entrañables caninos que te sorprenden cada día. Parece que no, pero te conocen, vamos que sí te conocen. Ambos vienen a la terraza mañanera, donde tomo café con sus dueños, que igualmente se sientan en mi mesa o en la de al lado. Pero es que lo primero que hacen  los “gua gua”, es acercarse a donde estoy sentado para saludarme, moviendo alegremente sus rabos y mirándome con sus ojos brillantes para sentarse a mi lado, después de haber dado cuatro vueltas sobre sí mismas, las dos son hembras. Un perro ha de dar vueltas antes de sentarse, mínimo tres o cuatro. Y luego, no se van hasta que les hago una acaricia, hasta que le dé un mimo descansando sus cabezas sobre mi rodilla, las muy mimosas. Y así, cada día. Un día y otro también, pidiendo cariño y, de paso, una loncha de jamó o queso, las muy glotones.

         Suri. Suri ya es mayor. Los cuartos traseros ya no los lleva con el brío de antes, pero sigue saliendo a la calle, igual de mimosa, igual de cariñosa, igual de tierna. El año pasado, sus dueños viajaron a Asturias durante dos semanas. Y me dijeron que buscaban un albergue o un Hotel para perros donde dejarla. ¿Cómo? Les dije. Ni hablar, Suri se queda en mi casa. Y así fue. La primera hora la dedicó la cuatro patas, esa hembra canina, a reconocer el territorio, habitación por habitación de la casa y a la terraza incluída. Al rato ya estaba familiarizada con el entorno. Cada día la sacaba de paseo y hacías sus necesidades en la calle. Jamás en casa. Y se acurrucaba a mí mientras veía la televisión. Yo creo que la perra también seguía el partido de futbol, pero claro, eso no me lo decía. Pero me miraba y cuando metían un gol en la pantalla movía su rabo alegremente. ¿Porqué sería?

         A la vuelta de las vacaciones, mis vecinos me llamaron para recoger a Suri. Mi mujer fue al punto de encuentro para hacer la entrega. Y Suri se plantó, con sus cuatro patas sobre la acera, y no se quería ir. Tiraban sus dueños de la correa y que no, que no que no. Que Suri, quería volver a mi casa mirando de soslayo a sus dueños. Traidora Suri, hacia los que  te han alimentado más de doce años y en quince días les pones los cuernos. Ingrata canina.

         La anécdota la recuerdo con cariño y se la nombro a veces a su dueño, a mi amigo Alfonso, cuando coincidimos tomando café.

         Pipa. Pipa pesa 45 kilos. Está un poco llenita y ahora está a dieta. Pero es que antes, cada vez que su dueña tomaba una pulguita catalana, la mitad se la tragaba Pipa. A Pipa la conocí, recién nacida. La tenían sentada sobre una mesa de una terraza, en el Bar Alazán y apenas pesaría un kilo. Pequeñita sí, pero con unos ojos brillantes que ya te miraban con ternura. Desde entonces  hasta hoy, mantiene esa entrañable mirada, ese afecto, esa cercanía, ese mimo. Porque Pipa es mi amiga y como tal, me vea donde me vea, se acerca a saludarme, como tiene que ser.

         Benditas cuatro patas son Pipa y Suri, Suri y Pipa.-

          A ellas, a esas bonitas cuatro patas va dedicado este cuentito, para que lo lean con el mismo afecto y con el mismo cariño, que ellas me transmiten cada día.

 

         Noviembre de 2020

 

                                                                           Quicopurriños

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