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jueves, 22 de octubre de 2020

LA MOCIONCITA COBARDE

 

LA MOCIONCITA COBARDE

ANÍBAL MALVAR

Como no teníamos otra cosa que hacer en plena pandemia, los españoles ofrecemos un nuevo espectáculo grotesco para deleite de nuestros socios y observadores internacionales. Pasen y vean. Un día exiliamos con gastos pagos a un rey corrupto, al siguiente metemos a 30 chorizos de nuestra leal oposición en el talego, los martes toca gira de Pablo Casado por Europa denunciando que en España no hay democracia y alineándose con los frugales para asegurar que no queremos ni merecemos fondos anti-covid, pues ya hemos contratado bastantes curas; los findes llenamos la prensa extranjera con fotos de nuestros alcaldes martilleando poemas de Miguel Hernández o placas de Largo Caballero; y ahora, como colofón, debatimos una moción de censura que intenta derrocar a Pedro Sánchez para nombrar presidente a la momia de Don Pelayo.

 

Cuando nuestra derecha se apropia de la marca España, es indudable que consigue hacerla altamente popular en todo el mundo, agavillando portadas de periódicos y programas de televisión extranjeros. Buen trabajo, chicos. Y, ya que estamos hablando del mundo del espectáculo, mucha mierda para todos.

La mocioncita cobarde que hoy presenta Santiago Abascal para no ganarla  es un nuevo paso para afianzar nuestra efervescente imagen de patio de porteras sin remedio. Y es, ante todo, una mocioncita cobarde antipatriótica del partido más antiespañol que ha poblado nuestro hemiciclo, incluidos Bildu y ERC. Vox está destruyendo la posibilidad de una derecha regenerada, tras décadas de corrupción sistémica, que los españoles honestos de derechas, si los hubiere, merecerían. Ya no nos queda ni Andrea Levy, que ayer salió al bosque a buscar rolex y por confusión se jaló una amanita muscaria.

 

No es que uno confiara en que un tipo como Pablo Casado, de escasa cultura y toda ella comprada en universidades prêt-à-porter, fuera capaz de europeizar y democristianizar a nuestro convicto Partido Popular. Ya no les pido ni que sean honrados. Como dijo en pavorosa ocasión el joven jefe de opinión de El Mundo, Jorge Bustos, "prefiero ser gobernado por un corrupto que por un comunista".  Bustos representa a la base electoral del PP, tan hooliganista que vitorea y aplaude a quien le roba el pan y la sal. Me roban, pero son los míos, vienen a decir.

 

Sin embargo, un poco de pudor, un pequeño acto de contrición de nuestro partido mayoritario de la derecha (de momento), nos hubiera hecho suspirar de amor tras la mascarilla. Pero tampoco hizo el PSOE tal cosa cuando le tocó, y hoy vemos a todos los ex asesinos del GAL, jacarandosos y excitados, gritando vivas al rey emérito en las recepciones de los bancos suizos como si no hubiera mañana (que, quizá, no lo hay).

 

Para buscarse el espacio, el PP/AP ya lo tenía difícil desde el nacimiento de nuestra siempre balbuciente democracia. En los 80, época de la cultura del pelotazo, era complicado estar a la derecha de un PSOE domesticado, ibexiano, monárquico y hasta católico. El PSOE no transformó España en lo ideológico, como quiere presumir Alfonso Guerra, sino que se dejó transformar por la vieja España, la que olía a caña, tabaco y brea, la perezosa, la de piel dorada, la marinera... La de Mocedades, Carlos Arias Navarro y Adolfo Suárez.

 

A partir de ahí, con aquel europsoe que no sabía hablar inglés, al PP no le quedó otra que hacerse más fascista que Manuel Fraga (que ya era difícil) para diferenciarse de un Felipe González que le reía las corruptelas al rey Juan Carlos. Ahora a Casado le ha salido esta competencia desleal de Vox, y el PP no sabe que espacio político habitar al margen de las celdas de Soto del Real y Estremera.

 

Además, Vox puede presumir de no ser un partido corrupto, pues la comparación con el PP provoca que a cualquiera le puedan reconstruir el virgo gratis. Entre la derecha del PSOE y la de Vox, turbio se atisba el futuro de este PP, condenado a compartir mayorías minoritarias o minorías mayoritarias con los cenutrios descerebrados del morrión, la adarga, la lanza en astillero, la iberosfera, el rocín flaco y el galgo corredor. La mocioncita es cobarde, como todo lo que hace Vox. Pero son los cobardes los que siempre se llevan la gloria tras la batalla, pues los valientes han muerto antes por ellos. Y que no se crea Casado que con esto le estoy llamando valiente, que este chico está demasiado acostumbrado a colgarse diplomas inmerecidos. Que se lo pregunten a Froilán. No hay valor alguno en el gesto de pegarse un tiro en el pie.


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