SÁNCHEZ E IGLESIAS ASALTARÁN AL IBEX Y LUEGO VAN A MATAR A MANOLETE
JUAN TORRES LÓPEZ
Hace unos días, el
director de El Economista, Amador G. Ayora, escribía un artículo titulado Así
preparan el asalto al poder económico en el que trataba de descubrir el
procedimiento mediante el cual Pablo Iglesias, más en concreto, y el gobierno
de Pedro Sánchez en general, preparan la toma del poder económico en España.
Las afirmaciones
del artículo no llamarían la atención si las hiciera alguien medio beodo en la
barra de un bar, pero siendo la opinión escrita de quien dirige uno de los más
importantes diarios económicos españoles creo que merece la pena comentarlas.
El artículo
comienza con una ilustración en la que Sánchez e Iglesias aparecen como dos ladrones
que se disponen a robar una caja de caudales en donde parecen las siglas IBEX,
CNMV y CNMC. Una ilustración que por sí misma lo dice todo sobre el servilismo
ideológico del director del El Economista: cuando el Partido Popular propone
miembros para formar parte de organismos como la Comisión Nacional de los
Mercados y la Competencia (CNMC) o la Comisión Nacional del Mercado de Valores
(CNMV) lo hace lícitamente. Cuando eso mismo le corresponde a un gobierno de
coalición entre PSOE y Unidas Podemos es que son unos ladrones que van a robar
y a tomar al asalto el poder económico.
Vaya por delante
que yo estoy en desacuerdo con el procedimiento de elección de los miembros de
estos dos organismos o de otros que deberían estar formados (así lo dice la ley)
por personas expertas e independientes. Creo que, sin un concurso de méritos
nacional o mejor internacional, es imposible que cumplan con la función tan
necesaria que la ley les encomienda. Pero eso es una cosa y otra dar por bueno
el sectarismo y los juicios temerarios y malvados, porque son de intenciones,
que hacen personas como el periodista mencionado para criticar a un gobierno
que defiende intereses diferentes.
Dejemos a un lado
simplezas como las de afirmar que la propuesta de modificar la reforma laboral
del PP sea un intento fallido de tomar el poder económico por parte de Pablo
Iglesias porque eso es decir una solemne tontería. Con las leyes laborales se
puede condicionar la vida económica, no para bien o para mal sino en interés de
unos u otros, pero es cómico decir que, llevando a cabo cualquier tipo de
reforma laboral posible en el marco de la Constitución española, se toma el
poder económico.
La razón por la que
el director de El Economista dice que Sánchez e Iglesias preparan el asalto al poder
económico es que, con la propuesta de nombramientos que ha hecho la ministra de
Economía para formar parte de la CNMC, el gobierno y sus socios van a controlar
nueve de cada diez consejeros.
Ahí se ve la
catadura moral de este periodista: cuando el PP gobernó e hizo su propuesta de
consejeros en 2013, tuvo en favor de sí mismo (de los intereses que representa)
ocho consejeros de diez, dejando uno a cada una de las fuerzas independentistas
PNV y Ciu. Ahora, sin embargo, le parece mal que la composición de la CNMC sea
más representativa, pues responde a intereses o posiciones políticas muchos más
amplias. Incomprensible. O, mejor dicho, perfectamente comprensible si se
contempla como una opinión de partido y no ecuánime o equilibrada.
También se le ve el
plumero a Ayora cuando plantea las consecuencias que, en su opinión, tendrán
los nombramientos de las personas que ahora se proponen para ser consejeras.
En primer lugar,
afirma que "el líder podemita tendrá así un instrumento político con
capacidad sancionadora que podrá utilizar para reorientar las políticas de
comunicación de las principales televisiones" y, además, "un notable
poder de censura sobre sus contenidos".
La afirmación no
sólo es malvada al acusar de antemano a alguien por algo que no se ha
producido. Es como si se dice que el señor Ayera no debiera pasar cerca de
ninguna persona porque pudiera ser que la violara. Es peor que malvada, porque
esa intención nefanda que le achaca a Pablo Iglesias no puede producirse en
nuestro país. O, mejor dicho, si la pudiera llevar a cabo el vicepresidente
Iglesias sería porque las leyes lo permiten y, por tanto, nada tendría de
censurable que lo hiciera. Y, si fuese censurable y no debiera producirse, ni
el señor Iglesias ni ninguna otra persona podría hacerlo o, si lo hiciera,
recaería sobre él el peso de la ley, pues de momento somos un Estado de
Derecho. Y eso, dando por descontado que es otra simpleza creer que el
vicepresidente Iglesias tiene la capacidad de utilizar a su antojo a la mayoría
de los consejeros propuestos, a los altos funcionarios que allí trabajan y
elaboran informes y al organismo en su conjunto.
Quien pasa a formar
parte de un organismo como la CNMC o la CNMV se convierte, efectivamente, en
regulador de la vida económica y social pero lo que puede regular y la forma en
que se puede hacer no es algo caprichoso puesto que se tiene que someter al
derecho vigente, en nuestro caso nacional y europea. Otra cosa es que regulando
se beneficie a unos u otros, algo que será inevitable pero legal y legítimo. Y
otra bien distinta, que a la sociedad le interese que quien regule sea lo más
independiente posible para que lo haga sin servidumbres que no sean las
derivadas de su recto entender y proceder.
Esto último sí es
un problema en España porque, con el sistema de designación de este tipo de
órganos, desde el Tribunal Constitucional hacia abajo, no se consigue que los
jueces o reguladores que deberían ser expertos e independientes lo sean. Pero
eso ocurre sea cual sea el gobierno porque es el resultado del modo de
elección.
No paran ahí las
exageraciones a las que recurre el director de El Economista para atacar al
gobierno. Produce sonrojo leer que "la nueva CNMC tendrá un importante
escoramiento en la defensa de la economía verde", lo que puede provocar
"la pérdida de miles de empleos en la industria tradicional". Sonroja
no sólo que haya alguien en su sano juicio que hoy día considere que dar
predominio a la economía verde sea una amenaza, sino porque es bien sabido que
promocionarla es precisamente la manera de facilitar la creación de nuevos
empleos, justamente cuando la industria tradicional los pierde a borbotones.
Por último, el
señor Ayora demuestra el tipo de periodismo sectario y falsificador que
practica cuando utiliza términos como "hooligans" para referirse a un
empresario de energías renovables que no es de su cuerda o el de
"activistas ecológicos" cuando hace referencia a la vicepresidenta
cuarta del gobierno, Teresa Ribera" y a su marido, cuando cualquiera que
vea sus curricula (menos el director de El Economista) puede comprobar
fácilmente que, por sus méritos acumulados, son mucho más que activistas, sobre
todo ella, en el campo de la economía y la política medio ambiental
internacionales.
Presentar como
ladrones al presidente y a un vicepresidente del gobierno español porque
proponen las personas que consideran más adecuadas para ser consejeras de un
organismo regulador es el tipo de infamia que se está extendiendo en nuestra
vida pública de la mano de algunos políticos y periodistas para defender
intereses ocultos. Acusarlos de querer asaltar el poder económico por el simple
expediente de controlar los órganos reguladores es una simpleza y un
desconocimiento elemental de las condiciones en que hoy día funcionan la
economía y la política. Lo que ocurre es todo lo contrario: el poder económico
es el que tomó al asalto, hace tiempo, al político. Y dar por bueno que la
posibilidad de regular y establecer las condiciones en que puede desenvolverse
la vida económica sólo es legítimo y bien intencionado cuando lo hacen unos y
no los otros, es un comportamiento que delata bien a las claras que no se opina
con independencia sino al servicio -sin reconocerlo- de unos intereses bien
concretos.
Como dije al
principio, la cuestión de fondo es otra. Ahora que se debate sobre la
reconstrucción de nuestro país tras la pandemia quizá sería un buen momento
para que, de una vez por todas, se acabe con la selección partidista de los
organismos que deben estar formados por personas expertas e independientes. No
hay nada que inventar. Otros países tienen ya una larga experiencia en la
selección mucho más objetiva de este tipo de personas y los españoles
ganaríamos mucho si siguiésemos su ejemplo. Los árbitros no pueden ser de uno
de los dos equipos en disputa y el "ahora tú y luego yo, cuando me
toque" sólo enquista el problema. Mientras eso siga ocurriendo todos lo
estarán haciendo mal y no sólo unos; y acusaciones como las que hace el
director de El Economista sólo denotan partidismo y el ejercicio de un
periodismo sectario y deformador de la realidad al servicio de quienes de
verdad han tenido siempre el poder y tienen miedo de que se pongan en cuestión
los privilegios tan injustos y desiguales de los que disfrutan.
La exageración y la
crítica sobreactuada al gobierno, como la de este periodista, moverían a risa,
pero el odio y la maldad que conllevan dan asco y miedo.
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