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lunes, 4 de mayo de 2020

MEXICO EN LA OBRA DE VICTOR RAMIREZ (1)


MEXICO EN LA OBRA DE VICTOR RAMIREZ (1)
POR RAFAEL FRANQUELO


NOS DEJARON EL MUERTO (*), novela escrita en San Roque de Las Palmas de Gran Canaria entre el 9 de Marzo y el 7 de Mayo de 1984, pero que no se publicará en primera edición hasta las puertas del verano de 1984, me dio la oportunidad de escribir en el prólogo de la misma que se podía aventurar con cierto énfasis que venía a ser "novela de las afueras", íntimamente relacionada con la historia del pueblo canario.

La página que, en las citas, escribo entre paréntesis pertenece a dicha primera edición. El lector sabrá que Víctor aumentó la novela en las tres siguientes ediciones. Pero la esencia de la misma no cambió, se intensificó.


* * *

Hace tiempo que leí por alguna parte que "las afueras son el estado de excepción de la ciudad", el terreno en el que ininterrumpidamente se desencadena la batalla que decide entre la ciudad y el campo.

El que ostente, pues, el título de "fuereño" se convierte, incluso a su pesar, en guerrero de una batalla sin fin. Batalla que por la intensidad de los intereses en juego suele dejar al contendiente en estado permanente de alerta. Cuya dimensión óptima deviene en el "estar afuera", expresión típica de Víctor Ramírez a lo largo de toda su vida y obra, o lo es lo mismo: la marginalidad.

*

"Yo sé bien que estoy afuera", escribirá José Alfredo Jiménez en una de sus canciones. Y quien siga de cerca la narrativa ramiriana sabrá a ciencia fija el valor de los asertos mexicanos.

Porque México es clave en nuestro escritor y no hay que olvidar que, antes de que nos ofreciera sus mejores cuentos, ya había probado fortuna con las rancheras y los corridos cuando era jovencito.

Así México y Canarias serán naciones hermanas en el universo literario (y mítico) de Víctor Ramírez, hasta el punto de no diferenciarse una y otra en las páginas que el lector iniciado desgrana con el amor parrandero que nos atrapa desde la primera a la última página.

*

Fijado el vínculo de nuestro autor con México, recuerdo cómo señalaba la aparición de la "loma" (adonde el abuelo Ignacio Perpetuo sube a engatusar su soledad) como en otros textos los "riscos y lomos" del canario marginado.

Insistía yo en que la "loma" es la zona opuesta a la "ciudad" y el "barrio", próximo a la loma, un serpentín por el que descendían y subían los personajes de uno y otro mundo.

Pero, para mí, lo más importante sigue siendo el latido "fuereño" en el que el pobre puede sentir vergüenza de acabar rico, las putas son decentes y el atildado intelectual despechado se refugia en la poesía social sufriendo la encarcelación por independentista.

Lo que recalqué como traca final, "la pulsión interna de la novela", aún no ha sido digerido por la crítica (?) canaria: "En el retrato descarnado de su pueblo, retrato crudo como
un grito ante tanta sumisión y colonización permanentes".

         *

En cuanto a la epidermis textual, Víctor Ramírez adopta deliberadamente el léxico dual del universo literario y mítico reseñado.

"Me pondré los zapatos aunque me ardan los pies. Quiero morir de gallero decente, como lo que soy", le oí farfullar mientras pugnaba por calzárselos" (p. 41).

El que habla así no es otro que el abuelo Ignacio Perpetuo, entendido en gallos y perros de pelea, sobre todo en gallos, con los que ganó mucho dinero "limpio, del honrado, pero que lo gastará lueguito y a manos descosidas..." (p. 12).

La desviación afectiva hacia Eloisita Peralta, compadecida cuando su marido, Don Lucio Falcón, la maltrataba... y envidiada cuando era feliz con el Escondido:

"Pero al desbordarse de amores con Metodio Alcántara el Escondido, con amores que se oían desde la calle trasera, desde la misma iglesia muchas veces, las vecinas, mi madre no sé, las vecinas condenaron esa escandalosa felicidad y acabaron maldiciéndola de veras y con justificación razonable". (p. 22)

         *

Eloisita Peralta, que en sus días de soledad venía a lamentarse con mi madre a ocultas de su marido:

"A usted le tengo buena ley, Isabelita; la aprecio como a un familiar". (p. 25)

Aurorita María, que degollará al hijo mayor del general Samprieto Canales y Zamorano del Laurel:
   "Lo degolló en la mismita Audiencia tras el primer veredicto, cuando el juicio del estupro. Y con una navaja barbera que había llevado oculta en el refajo, la navaja barbera con que precisamente afeitaba a su padre Guillermito Medina y a sus tres hermanos grandes, los solteros todavía, la navaja barbera con la que se acercó al portón a afeitar a Metodio Alcántara el Escondido mientras la ausencia de Guadalupita Leonora..." (pp. 29-30).
         *
   El general Samprieto Canales y Zamorano del Laurel, ausente en el primer juicio, que acude al segundo, el del degüello, a testificar sobre rutinas hogareñas y sobre el comportamiento de Aurorita María como sirvienta:
   "El general Samprieto Canales y Zamorano del Laurel tuvo la
gentileza de afirmar que jamás había encontrado mejores sirvientas que las muchachas de aquí, tan sumisas y discretas. Lo afirmó mientras testificaba. Su hijo tardó en caer desplomado. Hubo gritos y chillidos y trajes finos muy manchados de sangre. También hubo alguien de los bien vestidos que dijo: "a quienes hay que degollar, además de al cínico ése, son al abogado de la pobrecilla y al puto juez", pero lo dijo muy bajito, nadie fuese a oírle. Mi hermana Cuaresma de la Concepción sí lo oyó, le quedaba cerca." (p. 36).
         *
   La otra abuela que aparece ahorcada por los carnavales, con alusión a la "muerte" en otra de las claves ramirianas:
   "y no son coñas mías. Ni se quitó el disfraz para ahorcarse, el disfraz de hombre pirata. Se llamaba Lureana Magnolia, ya se lo dije. Le gustaba mucho el relajo, siempre andaba con ganas de bulla. Desde que pudo se fue a vivir en La Lagunilla Baja, antes vivía con nosotros en el portón. Mi abuelo Ignacio Perpetuo no quiso irse con ella. Mi gente decía que ya la abuela Laureana Magnolia venía con la matraquilla de que cualquier día se mataba para ver cómo resultaba eso de matarse" (pp. 49-50).
         *
   La ligazón directa de Benigna Lucía, la prima, que se queda a vivir "con nosotros en el portón". Sobre el portón habría que dedicar un sesudo ensayo, pero no cabe en apretados folios. Solamente resaltar lo vital de su enraizamineto en la novela de nuestro comentado escritor... que con razón se sintió ofendido cuando le inquirían sobre la existencia del mismo.
   Benigna Lucía, como veremos más tarde, terminaría cantando el corrido de Valente Quintero en su repertorio, nunca sabremos si por su amistad con Cenicita Cameja o porque el subconsciente le traiciona y le recuerda la fuga al extranjero de su madre y su hermana mayor Isidora Marta con Valentín Sosa, "hombre famoso en el barrio por sus pendencias y ademanes altivos, Juan Charrasquiado le decían, amigo de parrandas guitarreras que acabasen a la piña limpia".

   "Mi prima Benigna Lucía dormía, ya le dije, en mi estera de palma amarillenta, dormía por el lado pegado a la pared, yo en el medio. Acostumbraba mi prima Benigna Lucía hacerme cosquillas en el cogote para que me durmiera feliz y tuviese sueños dichosos, lo que era verdad. Dijo que eso se lo había enseñado Cenicita Cameja. Me cantaba canciones aprendidas en la radio y que yo no entendía del todo. Me las cantaba al oído, tenía aliento de poleo, y en voz bajita que no molestare a los demás, me las cantaba muy bonito, con voz algo rasposa" (p. 55)

   Cenicita Cameja, la viejita cubana que vive más aislada aun que los demás... y que será la que en prueba de gratitud, "por el cuido esmerado", enseña a Benigna Lucía "los trucos de la canción seductora" y, cómo no, "recursos para jamás caer derrotada a los encantos del amor"... Cenicita Cameja se pega a la novela -también a Víctor Ramírez- como la piel. A ella corresponde el honor de morir cantando un corrido mexicano acompañada por dos de los mejores guitarristas del risco. Pero no un corrido cualquiera, sino el de "Valente Quintero" que siempre cantó "con más hondo sentimiento":
   "Aquí me paro a cantar
   con cariño verdadero
   versos que le compusieron
   a don Valente Quintero"

         *

Por cierto, Víctor Ramírez emplea una versión popular abreviada del "Corrido de Valente Quintero", que, sin perder el encanto, pasa directamente distorsionada de la mente a la novela.

Cenicita Cameja lo repetirá cuatro veces completas "antes de quedar muerta como un pajarillo sonriente"... Pero la versión que "debió" cantar y "no pudo" es la que ofrecemos a continuación como complemento y homenaje a la propia Cenicita Cameja:
                                                                                                                              "Aquí me siento a cantar/ con cariño verdadero
versos que le compusieron/ a don Valente Quintero.
"Le hablaron a don Valente,/ le hablaron unos señores;
se fajó su carrillera/ con sus cuatro cargadores.
"Y le decía su querida:/ .-Valente ¿qué vas a hacer?
El mayor anda borracho/ y algo te ha de suceder.
"Y él le decía a su querida:/ -No te quedes con pendientes,
mira que, si él es mayor,/ yo también soy subteniente.
"Ya el mayor anda borracho/ y en las cantinas tomando,
la música era de viento,/ la que le andaba tocando.
"Valente llegó a ese baile/ y mandó tocar "El Toro",
.-Si el mayor paga con plata,/  yo se la pago con oro.
"Los músicos contestaron:/ -No la sabemos tocar.
Valente, ya andas borracho/ y tú has de querer pelear.
"Valente les contestó:/ Yo no quiero averiguar;
si no me tocan "El toro",/ tóquenme "Heraclio Bernal".
"Valente andaba borracho/ y andaba escandalizando:
.-Con esta cuarenta y cinco/ no respeto ningún grado.
"El mayor le contestó:/ .-Sea por el amor de Dios,
la tuya es cuarenta y cinco,/ la mía quema cuarenta y dos.
"Ya Valente anda borracho/ en su caballo montado,
con la pistola en la mano/ y a las muchachas besando.
"Salió el mayor para fuera,/ bastante muy irritado:
.-Valente, tú no eres hombre,/ no eres más que ocasionado.
".-Yo no soy ocasionado,/ yo soy hombre de valor,
nos daremos de balazos/ si usted gusta, mi mayor.
"Se tomaron de la mano,/ se apartaron de la bola,
y a los poquitos momentos/ seis disparos de pistola.
"Valente está agonizando/ dándole cuenta al Creador,
alzó los brazos al cielo/ y dio un balazo al mayor.
"Salieron los policías/ a ver qué había sucedido,
y en punto del mediodía/ los dos estaba tendido.
"Vuela, vuela, palomita;/ si no has de volar, detente;
éstas son las mañanitas/ del mayor y don Valente.
"Vuela, vuela, palomita;/ párate en aquel romero;
éstas son las mañanitas/ de don Valente Quintero."

         *

   Clasificada entre los corridos de "valientes", y una de las más populares de México, esta canción llamará poderosamente la atención de los estudiosos del corrido (desde Vicente T. Mendoza a Felipe Orlando) y del propio Víctor Ramírez, que encuentra un filón para su buen quehacer novelístico.
   Así, Benigna Lucía, en su heterodoxia musical queda atrapada en la moral del corrido que altera a pesar de respetar (?) "melodía y letra en su integridad", para acabar de "puta fina y muy rica con propiedades serias y respetada por su honestidad y recato, amiga de políticos y hombres fuertes de la religión".

(continuará)

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MÉXICO EN LA OBRA DE VÍCTOR RAMÍREZ -2


por Rafael Franquelo  

Víctor Ramírez es un conocedor experto del corrido. Éste es un género épico-lírico-narrativo, en cuartetas de rima variable, ya asonante o consonante en los versos pares.

Es una forma literaria sobre la que se apoya una frase musical compuesta generalmente de cuatro miembros, que relata aquellos sucesos que hieren poderosamente la sensibilidad de las multitudes) que el pueblo de México venera hasta límites insospechados y que "ha cultivado con el mismo amor con que lo hacen sus hermanados cuates".

Y Víctor Ramírez plasma en su novela no solamente las "formas" externas, el esqueleto que diríamos, sino también el "alma" del corrido, el espíritu "libertario" e "indómito" que pocos han sabido apreciar, la "rebeldía" que elevaría a la categoría de "himnos revolucionarios" a no pocos de la época de "Villa" y "Zapata"...

Tal vez "Gutiérrez Cruz", el poeta revolucionario mexicano más importante de todos los tiempos, es el único escritor que sabe plasmar el "alma" del corrido al "fuego" de sus versos.

Así Víctor Ramírez, en narrativa, y "Gutiérrez Cruz", en poesía, logran "conectar" con sus lectores desde el mismo ángulo "emocional".

         *

Ramírez no banaliza cuando nos habla de los "trucos de la canción seductora"; lo que ocurre es que, junto a su "maestría literaria", nos "adentra" en un "rompecabezas espontáneo" (se sabe de memoria mil corridos y canciones mexicanas) en el que el hilo conductor puede ser una canción de José Alfredo Jiménez:

"Lo peor que puede ocurrirle a un hombre de esta tierra es enamorarse de una hermosura tal, de una hermosura que parezca como la de ella, que parezca quebrarse con el amor. Así habrá de ser el infierno: temor a que se quiebre una hermosura así, a que la quiebre otro y no quieras quebrarla tú, así habrá de ser el infierno, pobrecilla (pág. 61)

"Un gallero que se precie solamente prepara sus gallos para la pelea, los prepara sin rarezas ni doblez. Ganen o pierdan, debe dedicarse a ello con lo que tenga, con lo que haya, y nada más. Que apuesten los apostadores, es el juego", y escurría el consejo, con su sonrisa de ojillos chicos y llenos de arruguitas. "Guíese por el arrebato, es lo sabroso". (pág. 70).

*

Pero en "NOS DEJARON EL MUERTO", como en una mina al cielo raso, el autor nos "insiste" una y otra vez en su "mundo", sin apenas zancadillearnos, tal vez en un intento definitivo de clarificar sus posiciones:

"Uno de los panaderos de mesa, uno jovencillo y menudo, cantaba cordial canciones mejicanas, las cantaba con bonito sentimiento. Al abuelo Ignacio Perpetuo le gustaba mucho una que decía "Voy de gallos con mis cuates, diez mariachis y tequila; si supieras, vida mía, cuánto sufro en este día".

"El panadero jovencillo y menudo la cantaba nada màs el abuelo Ignacio Perpetuo se hubiera acomodado en la ayuda. Otra que también le gustaba era "Ese gallo colorado no hay palenque onde haya estado, en que no haya desmostrado su bravura y su valor". (págs. 67-68).

Para demostrarnos el aserto "las mujeres son el diablo", nada mejor que "desviar" sexualmente a Ignacio Perpetuo hacia las cabras de Cesarito Dávilas:

"Ya me lo había dicho Pablo Montelongo: "tu abuelo se monta a las cabras, te lo juro por mi madre santísima que es verdad". Me mantuve constante en la vigilancia durante días. Por fin lo vieron mis propios ojos y me dio tristeza, al poco lloro lágrimas. Aquella noche ni dormí." (pág. 71).

         *

Pero no hay que olvidar el "trato respetuoso que le merecen las prostitutas", trato que llega a topar con la religión:

"Otra cosa que se dijo por el barrio era que Cesarito Dávilas iba cada mes al caserón de mujeres baratas que tenìa Eusebita Salomey saliendo hacia el sur y sobre el acantilado casi colgando. Y que, antes de trajinársela normal, Cesarito Dávilas rezaba arrodillado el rosario completo con la alquilada. Se quedó viudo recién casado. "Me salvé, compadre", respondía cuando alguno de sus íntimos le daba el pésame." (pág. 71).

El "barrio" es rememorado por Ignacio Perpetuo con un párrafo en el que se mezcla el universo onírico de Ramírez con la terrible realidad risquera de su ciudad natal y de la que venimos hablando desde el comienzo del texto:

"El barrio hoy en día ya no se conoce, mi niño. Cuando yo era chico, apenas si había cien personas viviendo en él, ninguna de ellas queda". También me dijo algunas veces que había conocido a la abuela Laureana Magnolia en una gallera cuando las fiestas de La Lagunilla Baja. Todo el mundo iba a la gallera después de la misa; en ningún otro sitio vio mayor afición ni mejores entendidos en peleas de gallos y de bobos. Había guitarras y canciones, muchos voladores y cuchillos buscando por menos de nada sangre de bravos. Y me enseña de nuevo la cicatriz blanquísima cerca del cuello: "poquillo faltó para que me encartonara uno que también pretendía a tu abuela Laureana Magnolia, poquillo faltó, Dios la haya perdonado a la infeliz, siempre con ganas de jaraneos la pizpireta, vieja y todo, a quién se le ocurre morir con bromas y vestida de máscara; era un puro tiesto tu abuela, mi niño." (pág. 72).

         *

Las "peleas de bobos", que aquí aparecen soldadas a las de "gallos", es un pretexto "surrealista" que Víctor Ramírez aporta a la narrativa canaria a partir de 1982 que es cuando publica "LO MÁS HERMOSO DE MI VIDA".

Lo que ocurre es que en "NOS DEJARON EL MUERTO" solamente las trata de forma tangencial. He discutido y platicado sobre el tema con el autor y sé que ha puesto en solfa la tradicional benignidad isleña (él conoce la sangrienta de "perros") hasta el punto que se le pregunta si existen realmente esas peleas de bobos...

No me resisto a pasar por alto el final del cuento antes mencionado ("LO MÁS HERMOSO DE MI VIDA"):

"Precisamente el día que apareció la policía y acabó por siempre con las competiciones, precisamente ese día peleaba con el Trompo, que ya se había puesto nervioso al no haber conseguido morderle. Contra todo pronóstico Armando llevaba muy bien la agarrada, sobre todo con los rodillazos al adversario en las entrepiernas, que eran su alegría.

"Estábamos ilusionadísimos, casi llorando de la emoción, pues faltaba poco para el final y las apuestas nos favorecían en cantidad. No podía escapársenos la victoria, brincábamos como monos, cantando, aplaudiendo a rabiar, abrazándonos. Pero todo quedaría en humo, en puro regusto a desilusión.

"En fin: aquellos campeonatos de peleas entre los bobos de barrio han sido lo más hermoso que he tenido en mi vida." (pás. 9-10).

         *

De todas formas, para los lectores de la obra ramiriana, fue suficiente la breve descripción que aparece en la novela justo a raíz de que Rodrigo Ciriaco se quedase bobo al ver a la ahorcada vestida de máscara:

"Se quedaría bobo completo y para siempre sin remedio al ver aquella aparición tan de repente y como cosa del mismo demonio de los infiernos, bobito completo, lo que le permitiría por fin representar a La Lagunilla Baja como luchador en los campeonatos de peleas entre bobos de pueblos y barrios, peleas prestigiadas enormemente por ese entonces y con muchísimos seguidores.

"Yo alcancé a presenciar varias, y la verdad es que emocionaban sobremanera. Mi primo Rodrigo Ciriaco, con camisola amarilla y calzón azul, no se portaba mal como luchador, no. Lo más temible suyo, su fuerte, eran las mordidas en el pescuezo, precisas y tenaces. Al poco tiempo, la autoridad acabaría con las peleas de bobos." (págs. 72-73).

*

Víctor Ramírez, (que como sus personajes vive en el "pudridero canario" y sabe del poder político, de la corrupción, del abuso, del PRI mexicano, de la fauna trepadora...) va lanzando "dardos como si fuesen anécdotas sueltas, pero que son imprescindibles para formar el rompecabezas.

Nunca se sabrán las conexiones con la realidad -precisas y confesas- pues Ramírez nos cambia de sexo hasta los apellidos... Así y todo, pasajes efímeros denotan su agudeza descriptiva y algo más que un hermoso quehacer literario:

"Cuando la muerte de don Lucio Falcón, andaba mi hermana Petrita Jesús sufrida de amores desgraciados hacia el monaguillo mejor destacado de cuantos hubo en la parroquia, de Salvador Patricio, a quien se respetaba por ser hijo único del sacristán, y que ya tenía la fama y el provecho de mariquita pleno y de amores sabidos con un abogado de reputación exaltada y poderío político.

"Años después, cuando se dedicó a la vida abierta, Salvador Patricio asombraría con su hermosura y cuerpo de mujer muy femenina total y casi perfecta. La voz, algo hombruna sin solución, lo estropeaba un poquito. De ahí su aparente distanciamiento, su pertinaz recato silencioso, su apariencia de esfinge andina." (pág. 73).

         *

La figura del "maestro de escuela" o "enseñante", es una constante en la obra de Víctor Ramírez... no en vano es su profesión y preocupación permanentes. Por ello aparecen en un arco variopinto según actúen...

En la entrevista que al par nos hiciese recientemente José Balbuena ("LA SORRIBA", número 26, verano de 1986. La Laguna-Tenerife. Islas Canarias), dejará bien asentado su papel y el papel que juegan los enseñantes:

"Cada cultura indica una consciencia; ésta se adquiere con el conocimiento y a su vez éste es producto del instinto del ser humano. El instinto se puede cercenar o desviar. A todo poder no le interesa que la gran masa tome conciencia. Entonces se crea una falsa cultura, que es la de los hegemónicos, la cual despersonaliza...

(Piensa que el libro sigue siendo un elemento importante, pero hay que tener apetito de leer).

"Pero este apetito se quita en las escuelas, inconscientemente por parte del profesorado; porque éste se convierte, aunque no lo sepa, en un castrador de instintos de libertad. La educación implica desarrollar los instintos verdaderamente humanos: la consecución de la libertad, la solidaridad, búsqueda de la felicidad, etc."

(Cree Ramírez que un sistema donde una casta domina sobre una gran mayoría, la escuela se convierte en un reducto donde se encierran los niños para que no molesten en la calle y se vayan adoctrinando para ser fieles súbditos de los que mandan).

"El libro mantiene en vilo, mantiene alerta al lector; pero si no puede cambiar el sistema, sí puede ser potente para no bendecir al que le machaca.

"Desgraciadamente en la escuela canaria, salvo excepciones, no se lee, al menos en la medida que se creen hábitos lectores y tiendan a fortalecer la personalidad y los criterios de quienes leen. El niño que llega a la segunda etapa tiene que convertirse en un lector; ha de sentir la necesidad de superarse día a día y de empaparse de cultura."

         *

El maestro de "NOS DEJARON EL MUERTO", Juan de Dios Casiano, es "muy alto y flaquito", y "paliducho"... camina de forma rara, "como si tuviera cosida la entrepiernas,", por ello los chiquillos del barrio lo llaman "el Cosido"...

Juan de Dios Casiano influirá en su novia, Cuaresma de la Concepción, hasta el punto de hacerle perder "la fe en las cosas de la iglesia". (pág. 75).

Parece ser que era de "La Gomera" -aquí no sabemos qué pretende el novelista- y que había dado clases en un colegio de religiosas. Pero su característica más acusada será el "odio", la "repugnancia", el "asco" que sentía "hacia los curas", "hacia los ensotanados", "obispos y papas incluidos"...

Cuando Cuaresma de la Concepción inquiría el porqué de tan vehemente horror, le respondía que porque "tenía la  puta desgracia de haber leído y seguir leyendo mucha historia y de haber pensado y continuar pensando sobre lo que observaba a su alrededor". (págs. 75-76).

"Lo que no sabía mi hermana Cuaresma de la Concepción, yo me enteré con el tiempo, era que Juan de Dios Casiano había estado en un seminario y que allí sufrió irremediables ataques lascivos de uno de sus confesores, un cura espantosamente grande y gordo a quien decían Rinoceronte los seminaristas por lo exagerado de su pinga.

"Uno de éstos sería quien me lo contara, con ya mi cuñado Juan de Dios loco sin solución arriba en el manicomio. De ahí le había quedado su modo de caminar." (págs 76-77).

(continuará)
MÉXICO EN LA OBRA DE VÍCTOR RAMÍREZ (3)

Por Rafael Franquelo

Las "putas" vuelven a la novela con trato "cortés" y "considerado", nunca exento del humor de V. R. Estando ya Benigna Lucía ejerciendo el oficio más viejo del mundo, es "acosada" por su pariente Macario Damián que ni empleando una "llantina fervorosa", consigue sus propósitos. ("Es como un hermano, jamás lo haría con él, prefiero primero la muerte.")... Ni con las "súplicas zalameras de la patrona". (págs. 78-79).

A causa de "las sanas maneras del pudor femenino", el triunfo sonreirá a Benigna Lucía, no así a Adolfina del Coral, una joven, también del barrio, que "pretendió seguir el ejemplo" de Benigna Lucía. (pág. 80).

Nadie ponía en duda las cualidades de Adolfina del Coral. A su juventud insultante había que sumar "el aliento de boca adecuado", "el silvestre, lo más difícil". Pero le perdía el "no saberse hacer valer", "la errónea idea de la solidaridad del pobre" y el admitir "polvos fiados" (y hasta gratuitos).

"Adolfina del Coral consintió gratuitamente, sí, gratuitamente, y abonando a la jefa ella misma la comisión, gratuitamente a su padre Vicentito Mendoza, a su tío Salustio Lorenzo, a su abuelo materno Pedrito Macarena Lorenzo y a tres de sus hermanos y a dos de sus cuñados, gratuitamente. Y lo consintió, aunque no siempre, claro que siempre no, por pura pena".

"Ellos se lamentaban de que no tenían dinero, recurrían lastimeros a los vínculos para la ayuda familiar. Y ella, la mensa Adolfinia del Coral, acababa compadeciéndose y consintiendo." (págs. 80-81).

Lógicamente así no se podía triunfar, pues su "espíritu tan caricativo" y su "blandura de ánimo" la llevarán a terminar sus días en la península donde "envejeció de frío" en manos de sus explotadores alemanes. (pág. 82).

         *

Como un fantasma aparece Perico Socorro, llenando cacharros, "una hilera de veintitrés cacharros", para que no falte el "agüita en los bidones de su casa ni en los de su amor eterno"... Perico Socorro, sombra viva y latido mexicano en el "santoral" de Ramírez. (pg. 82).

Metodio Alcántara el Escondido, uno de los ejes de la novela, aparece descrito como un muerto viviente, sin saber caminar -como si temiera pisar huevos o vidrios rotos-, calvo, deslumbrado, "salía pareciendo un conejillo encogido" (pág. 83).

Razón tenía Metodio para no creerse la suerte de estar vivo y poder salir a la calle. Razón tenía Metodio para insistir en mantenerse oculto en su escondite.

"Le resultaba imposible creer que los mismos que botaron a sus hermanos y amigos a la sima lo dejarían vivo a él, no podía creérselo, no le cabía en la cabeza". (pág. 84).

"Sólamente consiguió sacarle de su escondrijo la pasión inocente que le inundó arrasadora hacia Eloisita Peralta, la viuda de don Lucio Falcón. Entre otras consideraciones no olvidaba Eloisita Peralta la imprevista hazaña de Metodio Alcántara el Escondido la noche del velorio en mi casa, todos dormidos menos yo, que lo presencié completo y que luego contaría cuando preguntaron"...

"...Entró de puntillas, encorvado. Se acercó al féretro, destapó con sigilo, apartó el pañuelo que cubría la cara al muerto, estuvo un ratito contemplándolo, como incrédulo.

"Luego acercó el banquito del abuelo Ignacio Perpetuo y se subió con mucho cuidadito a él, de espaldas al féretro, con mucho cuidadito, firme en el equilibrio, ya sería la medianoche, todas tres dormían, yo no y a causa de lo mío, insomne.

"Se bajó los pantalones del pijama naranja, no llevaba calzoncillos, venía preparado con la intención. Y soltó una cagada grande, una cagada de ocasión en el rostro a don Lucio Falcón cadáver, una cagada de vientre flojo, de vientre mal alimentado, casi diarrea y muy apestosa a perro podrido." (págs. 85-86).

         *

¿Por qué Ramírez llega al clímax de su novela -y casi matemáticamente a la mitad del libro- con la defecación de Metodio Alcántara El Escondido? No era nada novedoso en su obra, para citar sólamente un ejemplo mencionemos el cuento "EL POETA SE ALIMENTA DE CARROÑA Y DEFECA FLORES " (1973)

Pero en "NOS DEJARON EL MUERTO", novela de madurez, "la defecación" no es mera anécdota, ni el resultado inconsciente de un texto al azar. La "defecación" de Metodio Alcántara es mucho más que una "venganza" o "acto de justicia" del personaje.

La "defecación" deviene en el último estadio de lo que  Evodio Escalante define como literatura del "lado moridor" en su magnífico estudio de interpretación sobre la obra del mexicano José Revueltas. Es lo que el excelente ensayista mexicano llamará "La defecación universal":

"Aquí lo que se ha hecho es tratar de rastrear el movimiento de los flujos, sus inmersiones en lo degradado y marginal, antes que proponer el dogma de una semántica o adherirse a una escuela de interpretación. Son estos movimientos hacia abajo y hacia las orillas los que han conducido esta lectura a los cuerpos baldados y los procesos de animalización, y los que ahora empujan el análisis hacia lo excremental y sus conexioens, última etapa del recorrido de los flujos." (Evodio Escalante: "JOSE´REVUELTAS. UNA LITERATURA DEL LADO MORIDOR" (México, 1979. pág. 91)

         *

Otra de las pasiones de V. R. es el "fútbol"... lo que le deparará no pocas críticas y disgustos. El "fútbol" aparece bajo dos vertientes. En "NOS DEJARON EL MUERTO" será como juego de "chapas". En otros cuentos y novelas, como el deporte que todos conocemos. A veces deja entrever sus amores por la U. D. Las Palmas...

"Nos dio cierto reparo tener que jugar allí con el señor difunto aquel en la cama. Pero si no jugábamos perdería yo los dos puntos y Pablo Montelongo se hubiera despegado bastante en la clasificación. Mi madre tuvo que subir por unas cosas al Llanito, nos recomendó que respetásemos la presencia del señor cadáver.

"Yo había pedido, casi suplicado, a Pablo Montelongo que aplazáramos el encuentro y se negó, que lo fuéramos a jugar a otro sitio y se negó. "Es el reglamento", dijo. "Si no se juega aquí, pierdes los puntos", repetía sin dejar de mirar hacia la cama, donde yacía cubierto por un sábana el cadáver de don Lucio Falcón." (pág. 105).

Pablo Montelongo achacaría la derrota "por goleada" a la presencia del muerto, "pues a cada momento levantaba la vista hacia la cama", que le despistaría por completo. Y su "curiosidad" o su "fama de pajear" le llevan al "antojo de ver la cuca" al muerto, pese al susto natural del amigo:

"Era pequeña la cuca de don Lucio Falcón, encogida, arrugada, yo estaba asombrado, Pablo Montelongo parecía divertido y la tomó entres sus dedos. "Le está tocando una paja al muerto", dijo excitado Lile Palangana. "No seas loco, Pablito", yo no podía creerlo.     

"Mira cómo se le endereza", bromeaba Pablo Montelongo, que tenía fama de pajear a los muchachones del barrio a cambio de una peseta. Le suplicaba yo que lo dejase, que bajara ya de la cama, podría aparecer mi madre en cualquier momento." (págs. 126-127).

Como si V. R. tratase de mezclar en una coctelera "los trayectos de la degradación", sigo con Evodio Escalante, nos hace del Pablo Montelongo, masturbador de a peseta, el clasificador de "cucas" ("parece una lombriz de cochino") que a renglón seguido de salir del cuartel se mete a "Policía armada", para destacar en "el abuso":

"Algunos lisiados le deben su estropicio, aprendió artes marciales desde pollillo, buscaba la pendencia que podía ganar, a mí parecía respetarme algo seguramente a causa de lo mío, incluso en una ocasión me invitó a cerveza y ensaladilla abajo en la plaza, iba de uniforme y ya tenía bastante barriga." (pág. 130).

         *

"Con el dinero" que el difunto tenía en los bolsillos y en la cartera, además del "emboste de chocolate con churros", viuda e hijas se fueron "a ver una película de Jorge Negrete", película que verían "dos veces" para deleitarse con las canciones de Negrete y el "trío Calaveras"... (pág. 113).

Para Ignacio Perpetuo nadie pudo hacer mejor homenaje que Borito Perera (un amigo real de V.R.)... homenaje póstumo al saber de su fallecimiento:

"Los gallos son para los hombres cabales, allí los machangos no duran. Por eso merecen respeto los gallos. Allí dice uno: mil al colorado. Y contesta otro: van esas mil. Y santa palabra, quien pierde paga. Si alguno se cree listo y apuesta y pierde y ahueca el ala para no pagar, ése no pisa más la gallera, lo digo yo. En la gallera solamente se encuentran hombres cabales, hombres de una sola palabra, allí no aguantan los machangos, no es sitio para ellos"... (pág. 145).

La única hermana de Borito, Valeriana Perera, desataría uno de los amores mejor contados y más lindos de la novela y que haría casi "perder la razón" de su enamorado, el mentado ya Perico Socorro:

"Jamás supe de amor tan cariñoso como el que se tenían Perico Socorro y la melancólica Valeriana Perera... Y no se me olvida la vez en que Ramoncita, la madre de la frágil Valeriana, arrojó su muleta a Perico Socorro, que con la mejor intención había llevado serenata a su amada un crepúsculo de octubre. Recuerdo que cantaba el rengo Julián Menéndez y que tocaba la guitarra y la armónica Pepe el de Lola, nuevo en el barrio. Recuerdo que cantaba la canción Cuatro Caminos, ésa que decía "Es imposible que yo me vaya, es imposible que yo te olvide, por donde quiera que voy te miro, si ando con otra por ti suspiro"." (pág. 145).

         *

Altamiro Benito, el hermano mayor, "jaranero" como pocos... será el que ponga broche dorado a la novela. Solía acompañar a su amigo Máximo Florián, el de las 22 horas seguidas de amor, en más de una serenata. Al saberse enviado "al coño de tu madre, y respeta que tenemos un muerto en casa", Altamiro Benito:

"...entró en la habitación grande y con rapidez borracha se encaminó derechito al féretro. Lo destapó, no hubo ocasión de impedírselo, nos cogía desprevenidos.

"Trincó por los sobacos al cadáver de don Lucio Falcón, con ligereza. "Creí que era el abuelo Ignacio Perpetuo el muerto", diría cuando tuvo lucidez, al día siguiente. Lo sacó de la caja, abrazado a él como para bailar. Y bailó. Pidió un pasodoble y le tocaron y cantaron "Islas Canarias" (Jardín de bellezas sin par son nuestras islas Canarias, que hacen despierto soñar...). Desde la estera de palma amarillenta me parecía ver cómo la cabeza momia de don Lucio Falcón llevaba con precisión el compás adecuado. Mi hermana Cuaresma de la Concepción se había cubierto toda para que no la viese acostada Máximo Florián, que entró en la habitación cantando y buscándola vehemente con la mirada.
"Sólo cuando se cansó, dejó mi hermano Altamiro Benito de bailar con el muerto. Mi madre no salía de su estupor allí sentada en la cama, no había acertado a reaccionar. En voz alta daría gracias al siervo de Dios José Gregorio y a la virgen del Coromoto, y también a la virgen del Pino, tras cerciorarse de que aquella manada de borrachos habían sabido colocar de nuevo y correcto a don Lucio Falcón en su ataúd. Mi hermana Cuaresma de la Concepción se apenaba siempre que lo recordaba: "tengo magua porque no los vi bailar. Me tapé toda para que no me viera el pobre Máximo Florián". En cambio mi prima Benigna Lucía se carcajeaba al acordarse: "lo más gracioso era la cara de tu madre, Petrita, cómo tenía abierta la boca mirándolos abrazados y dando los pasos largos del pasodoble, decía a mi hermana Petrita Jesús, a quien le costaba creerlo. Mi hermano Macario Damián, por no querer líos, se había metido en la habitación chica, no los vio bailar". (págs. 169-171).

Días antes de terminar la novela, estaba Víctor Ramírez de parranda con Pepe el de Lola en un bar de la Casa del Gallo en Tefira: al que calló con la mirada por querer éste dedicar un corrido a los señores agentes (unos guardias civiles que en el bar escuchaban cantar).

(continúa)
MÉXICO EN LA OBRA DE VÍCTOR RAMÍREZ (4)

Por Rafael Franquelo  

*

Pero en "NOS DEJARON EL MUERTO", como en una mina al cielo raso, el autor nos "insiste" una y otra vez en su "mundo", sin apenas zancadillearnos, tal vez en un intento definitivo de clarificar sus posiciones:

"Uno de los panaderos de mesa, uno jovencillo y menudo, cantaba cordial canciones mejicanas, las cantaba con bonito sentimiento. Al abuelo Ignacio Perpetuo le gustaba mucho una que decía "Voy de gallos con mis cuates, diez mariachis y tequila; si supieras, vida mía, cuánto sufro en este día". El panadero jovencillo y menudo la cantaba nada màs el abuelo Ignacio Perpetuo se hubiera acomodado en la ayuda. Otra que también le gustaba era "Ese gallo colorado no hay palenque onde haya estado, en que no haya desmostrado su bravura y su valor". (págs. 67-68).

Para demostrarnos el aserto "las mujeres son el diablo", nada mejor que "desviar" sexualmente a Ignacio Perpetuo hacia las cabras de Cesarito Dávilas:

"Ya me lo había dicho Pablo Montelongo: "tu abuelo se monta a las cabras, te lo juro por mi madre santísima que es verdad". Me mantuve constante en la vigilancia durante días. Por fin lo vieron mis propios ojos y me dio tristeza, al poco lloro lágrimas. Aquella noche ni dormí." (pág. 71).

Pero no hay que olvidar el "trato respetuoso que le merecen las prostitutas", trato que llega a topar con la religión:

"Otra cosa que se dijo por el barrio era que Cesarito Dávilas iba cada mes al caserón de mujeres baratas que tenìa Eusebita Salomey saliendo hacie el sur y sobre el acantilado casi colgando. Y que, antes de trajinársela normal, Cesarito Dávilas rezaba arrodillado el rosario completo con la alquilada. Se quedó viudo recién casado. "Me salvé, compadre", respondía cuando alguno de sus íntimos le daba el pésame." (pág. 71).

         El "barrio" es rememorado por Ignacio Perpetuo con un párrafo en el que se mezcla el universo onírico de Ramírez con la terrible realidad risquera de su ciudad natal y de la que venimos hablando desde el comienzo del texto:

         "El barrio hoy en día ya no se conoce, mi niño. Cuando yo era chico, apenas si había cien personas viviendo en él, ninguna de ellas queda". También me dijo algunas veces que había conocido a la abuela Laureana Magnolia en una gallera cuando las fiestas de La Lagunilla Baja. Todo el mundo iba a la gallera después de la misa, en ningún otro sitio vio mayor afición ni mejores entendidos en peleas de gallos y de bobos. Había guitarras y canciones, muchos voladores y cuchillos buscando por menos de nada sangre de bravos. Y me enseñaza de nuevo la cicatriz blanquísima cerca del cuello: "poquillo faltó para que me encartonara uno que también pretendía a tu abuela Laureana Magnolia, poquillo faltó, Dios la haya perdonadao a la infeliz, siempre con ganas de jaraneos la pizpireta, vieja y todo, a quién se le ocurre morir con bromas y vestida de máscara, era un puro tiesto tu abuela, mi niño." (pág. 72).

         Las "peleas de bobos", que aquí aparecen soldadas a las de "gallos", es un pretexto "surrealista" que Víctor Ramírez aporta a la narrativa canaria a partir de 1982 que es cuando publica "Lo más hermoso de mi vida". Lo que ocurre es que en "NOS DEJARON EL MUERTO" solamente las trata de forma tangencial. He discutido y platicado sobre el tema con el autor y sé que ha puesto en solfa la tradicional benignidad isleña (él conoce la sangrienta de "perros") hasta el punto que se le pregunta si existen realemnte esas peleas de bobos...

         No me resisto a pasar por alto el final del cuento: "Precisamente el día que apareció la policía y acabó por siempre con las competiciones, precisamente ese día peleaba con el Trompo, que ya se había puesto nervioso al no haber conseguido morderle. Contra todo pronóstico Armando llevaba muy bien la agarrada, sobre todo con los rodillazos al adversario en las entrepiernas, que eran su alegría. Estábamos ilusionadísimos, casi llorando de la emoción, pues faltaba poco para el final y las apuestas nos favorecían en cantidad. No podía escapársenos la victoria, brincábamos como monos, cantando, aplaudiendo a rabiar, abrazándonos.

"Pero todo quedaría en humo, en puro regusto a desilusión.

"En fin: aquellos campeonatos de peleas entre los bobos de barrio han sido lo más hermoso que he tenido en mi vida." (pás. 9-10).

*

De todas formas, para los lectores de la obra ramiriana, fue suficiente la breve descripción que aparece en la novela justo a raíz de que Rodrigo Ciriaco se quedase bobo al ver a la ahorcada vestida de máscara:

         "se quedaría bobo completo y para siempre sin remedio al ver aquella aparición tan de repente y como cosa del mismo demonio de los infiernos, bobito completo, lo que le permitiría por fin representar a La Lagunilla Baja como luchador en los campeonatos de peleas entre bobos de pueblos y barrios, peleas prestigiadas enormementes por ese entonces y con muchísimos seguidores. Yo alcancé a presenciar varias, y la verdad es que emocionaban sobremanera. Mi primo Rodrigo Ciriaco, con camisola amarilla y calzón azul, no se portaba mal como luchador, no. Lo más temible suyo, su fuerte, eran las mordidas en el pescuezo, precisas y tenaces. Al poco tiempo, la autoridad acabaría con las peleas de bobos." (págs. 72-73).

Víctor Ramírez, (que como sus personajes vive en el "pudridero canario" y sabe del poder político, de la corrupcíon, del abuso, del PRI mexicano, de la fauna trepadora...) va lanzando "dardos como si fuesen anécdotas sueltas, pero que son imprescindibles para formar el rompecabezas. Nunca se sabrán las conexiones con la realidad -precisas y confesas- pues Ramírez nos cambia de sexo hasta los apellidos... Así y todo, pasajes efímeros denotan su agudeza descriptiva y algo más que un hermoso quehacer literario:

         "Cuando la muerte de don Lucio Falcón, andaba mi hermana Petrita Jesús sufrida de amores desgraciados hacia el monaguillo mejor destacado de cuantos hubo en la parroquia, de Salvador Patricio, a quien se respetaba por ser hijo único del sacristán, y que ya tenía la fama y el provecho de mariquita pleno y de amores sabidos con un abogado de reputación exaltada y poderío político. Años después, cuando se dedicó a la vida abierta, Salvador Patricio asombraría con su hermosura y cuerpo de mujer muy femenina total y casi perfecta. La voz, algo hombruna sin solución, lo estropeaba un poquito. De ahí su aparente distanciamiento, su pertinaz recato silencioso, su apariencia de esfinge andina." (pág. 73).

         La figura del "maestro de escuela" o "enseñante", es una constante en la obra de Víctor Ramírez... no en vano es su profesión y preocupación permanentes. Por ello aparecen en un arco variopinto según actúen...

         En la entrevista que al par nos hiciese recientemente José Balbuena ("La  Sorriba", número 26, verano de 1986. La Laguna-Tenerife. Islas Canarias), dejará bien asentado su papel y el papel que juegan los enseñantes:

         "Cada cultura indica una consciencia , ésta se adquiere con el conocimiento y a su vez éste es producto del instinto del ser humano. El instinto se puede cercenar o desviar. A todo poder no le interesa que la gran masa tome conciencia. Entonces se crea una falsa cultura, que es la de los hegemónicos, la cual despersonaliza..."

         (Piensa que el libro sigue siendo un elemento importante, pero hay que tener apetito de leer).

         "Pero este apetito se quita en las escuelas, inconscientemente por parte del profesorado por que se convierte, aunque no lo sepa, en un castrador de instintos de libertad. La educación implica desarrollar los instintos verdaderamente humano: la consecución de la libertad, la solidaridad, búsqueda de la felicidad, etc."

         (Cree Ramírez que un sistema donde una casta domina sobre una gran mayoría, la escuela se convierte en un reducto donde se encierran los niños para que no molesten en la calle y se vayan adoctrinando para ser fieles súbditos de los que mandan).

         "El libro mantiene en vilo, mantiene alerta al lector, para si no puede cambiar el sistema, sí puede ser potente para no bendecir al que le machaca.

         Desgraciadamente en la escuela canaria, salvo excepciones, no se lee, al menos en la medida que se creen hábitos lctores y tiendan a fortalecer la personalidad y los criterios de quienes leen. El niño que llega a la segunda etapa tiene que convertirse en un lector; ha de sentir la necesidad de superarse día a día y de empaparse de cultura."

         El maestro de "NOS DEJARON EL MUERTO", Juan de Dios Casiano, es "muy alto y flaquito", y "paliducho"... camina de forma rara, "comos si tuviera cosida la entrepiernas,", por ello los chiquillos del barrio lo llaman "el Cosido"...

         Juan de Dios Casiano influirá en su novia, Cuaresma de la Concepción, hasta el punto de hacerle perder "la fe en las cosas de la iglesia". (pág. 75).

         Parece se que era de "La Gomera", aquí el novelista no sabemos qué pretende, y que había dado clases en un colegio de religiosas. Pero su característica más acusada será el "odio", la "repugnancia", el "asco" que sentía "hacia los curas", "hacia los ensotanados", "obispos y papas incluidos"...

         Cuando Cuaresma de la Concepción inquiría el porqué de tan vehemente horror, le respondía que porque "tenía la  puta desgracia de haber leído y seguir leyendo mucha historia y de haber pensado y continuar pensando sobre lo que observaba a su alrededor". (págs. 75-76).

         "Lo que no sabía mi hermana Cuaresma de la Concepción, yo me enteré con el tiempo, era que Juan de Dios Casino había estado en un seminario y que allí sufrió irremediables ataques lascivos de uno de sus confesores, un cura espantosamente grande y gordo a quien decían Rinoceronte los seminaristas por lo exagerado de su pinga.

         Uno de éstos sería quien me lo contara, ya mi cuñado Juan de Dios loco sin solución arriba en el manicomio. De ahí le había quedado su modo de caminar." (págs 76-77).

         Las "putas" vuelven a la novela con trato "cortés" y "considerado", nunca exento del humor de V. R.; estando ya Benigna Lucía ejerciendo el oficio más viejo del mundo, es "acosada" por su pariente Macario Damián que ni empleando una "llantina fervorosa", consigue sus propósitos. ("Es como un hermano, jamás lo haría con él, prefiero primero la muerte.")... Ni con las "súplicas zalameras de la patrona". (págs. 78-79).

         A causa de "las sanas maneras del pudor femenino", el triunfo sonreirá a Benigna Lucía, no así a Adolfina del Coral, una joven, también del barrio, que "pretendió seguir el ejemplo" de Benigna Lucía. (pág. 80).

         Nadie ponía en duda las cualidades de Adolfina del Coral. A su juventud insultante había que sumar "el aliento de boca adecuado", "el silvestre, lo más difícil". Pero le perdía el "no saberse hacer valer", "la errónea idea de la solidaridad del pobre" y el admitir "polvos fiados" (y hasta gratuitos).

         "Adolfina del Coral consintió gratuitamente, sí, gratuitamente, y abonando a la jefa ella misma la comisión, gratuitamente a su padre Vicentito Mendoza, a su tío Salustio Lorenzo, a su abuelo materno Pedrito Macarena Lorenzo y a tres de sus hermanos y a dos de sus cuñados, gratuitamente. Y lo consintió, aunque no siempre, claro que siempre no, por pura pena.

         Ellos se lamentaban de que no tenían dinero, recurrían lastimeros a los vínculos para la ayuda familiar. Y ella, la mensa Adolfinia del Coral, acababa compadeciéndose y consintiendo." (págs. 80-81).

         Lógicamente así no se podía triunfar, pues su espíritu tan caricativo" y "blandura de ánimo" le llevarán a terminar sus días en la península donde "envejeció de frío" en manos de sus explotadores alemanes. (pág. 82).
MÉXICO EN LA OBRA DE VÍCTOR RAMÍREZ (Y 5)

por Rafael Franquelo


Como un fantasma aparece Perico Socorro, llenando cacharros, "una hilera de veintitrés cacharros", para que no falte el "agüita en los bidones de su casa ni en los de su amor eterno"... Perico Socorro, sombra viva y latido mexicano en el "santoral" de Ramírez. (pág. 82).
        
Metodio Alcántara el Escondido, uno de los ejes de la novela, aparece descrito como un muerto viviente, sin saber caminar -como si temiera pisar huevos o vidrios rotos-, calvo, deslumbrado, "salía pareciendo un conejillo encogido" (pág. 83).

Razón tenía Metodio para no creerse la suerte de estar vivo y poder salir a la calle. Razón tenía Metodio para insistir en mantenerse oculto en su escondite.

"Le resultaba imposible creer que los mismos que botaron a sus hermanos y amigos a la Sima lo dejarían vivo a él, no podía creérselo, no le cabía en la cabeza". (pág. 84).

"Sólamente consiguió sacarle de su escondrijo la pasión inocente que le inundó arrasadora hacia Eloisita Peralta, la viuda de don Lucio Falcón. Entre otras consideraciones no olvidaba Eloisita Peralta la imprevista hazaña de Metodio Alcántara el Escondido la noche del velorio en mi casa, todos dormidos menos yo, que lo presencié completo y que luego contaría cuando preguntaron"...

..."Entró de puntillas, encorvado. Se acercó al féretro, destapó con sigilo, apartó el pañuelo que cubría la cara al muerto, estuvo un ratito contemplándolo, como incrédulo.

"Luego acercó el banquito del abuelo Ignacio Perpetuo y se subió con mucho cuidadito a él, de espaldas al féretro, con mucho cuidadito, firme en el equilibrio, ya sería la medianoche, todas tres dormían, yo no y a causa de lo mío, insomne.

"Se bajó los pantalones del pijama naranja, no llevaba calzoncillos, venía preparado con la intención. Y soltó una cagada grande, una cagada de ocasión en el rostro a don Lucio Falcón cadáver, una cagada de vientre flojo, de vientre mal alimentado, casi diarrea y muy apestosa a perro podrido." (págs. 85-86).

*

¿Por qué Ramírez llega al clímax de su novela -y casi matemáticamente a la mitad del libro- con la defecación de Metodio Alcántara?

No era nada novedoso en su obra, para citar sólamente un ejemplo mencionemos el cuento "EL POETA SE ALIMENTA DE CARROÑA Y DEFECA FLORES" (1973)...

Pero en "NOS DEJARON EL MUERTO", novela de madurez, "la defecación" no es mera anécdota, ni el resultado inconsciente de un texto al azar. La "defecación" de Metodio Alcántara es mucho más que una "venganza" o "acto de justicia" del personaje.

La "defecación" deviene en el último estadio de lo que  Evodio Escalante define como literatura del "lado moridor" en su magnífico estudio de interpretación sobre la obra del mexicano José Revueltas. Es lo Evodio Escalante que llamará "La defecación universal":

         "Aquí lo que se ha hecho es tratar de rastrear el movimiento de los flujos, sus inmersiones en lo degradado y marginal, antes que proponer el dogma de una semántica o adherirse a una escuela de interpretación. Son estos movimientos hacia abajo y hacia las orillas los que han conducido esta lectura a los cuerpos baldados y los procesoso de animalización, y los que ahora empujan el análisis hacia lo excremental y sus conexioens, última etapa del recorrido de los flujos." (Evodio Escalante: "JOSÉ REVUELTAS. UNA LITERATURA DEL "LADO MORIDOR" "México, 1979. pág. 91)

*

Otra de las pasiones de V. R. es el "fútbol"... lo que deparará no pocas críticas y disgustos. El "fútbol" aparece bajo dos vertientes. En "NOS DEJARON EL MUERTO" será como juego de "chapas". En otros cuentos y novelas, como el deporte que todos conocemos. A veces deja entrever sus amores por la U. D. Las Palmas...

"nos dio cierto reparo tener que jugar allí con el señor difunto aquel en la cama.

"Pero si no jugábamos perdería yo los dos puntos y Pablo Montelongo se hubiera despegado bastante en la clasificación. Mi madre tuvo que subir por unas cosas al Llanito, nos recomendó que respetásemos la presencia del señor cadáver.

"Yo había pedido, casi suplicado, a Pablo Montelongo que aplazáramos el encuentro y se negó, que lo fuéramos a jugar a otro sitio y se negó. "Es el reglamento", dijo. "Si no se juega aquí, pierdes los puntos", repetía sin dejar de mirar hacia la cama, donde yacía cubierto por un sábana el cadáver de don Lucio Falcón." (pág. 105).

*

         Pablo Montelongo achacaría la derrota "por goleada" a la presencia del muerto, "pues a cada momento levantaba la vista hacia la cama", que le despistaría por completo.

         Y su "curiosidad" o su "fama de pajear" le llevan al "antojo de ver la cuca" al muerto, pese al susto natural del amigo:


         "Era pequeña la cuca de don Lucio Falcón, encogida, arrugada, yo estaba asombrado, Pablo Montelongo parecía divertido y la tomó entres sus dedos. "Le está tocando una paja al muerto", dijo excitado Lile Palangana. "No seas loco, Pablito", yo no podía creerlo.

         "Mira como se le endereza", bromeaba Pablo Montelongo, que tenía fama de pajear a los muchachones del barrio a cambio de una peseta. Le suplicaba yo que lo dejase, que bajara ya de la cama, podría aparecer mi madre en cualquier momento." (págs. 126-127).

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         Como si V. R. tratase de mezclar en una coctelera "los trayectos de la degradación", sigo con Evodio Escalante, nos hace del Pablo Montelongo, masturbador de a peseta, el clasificador de "cucas" ("parece una lombriz de cochino") que a renglón seguido de salir del cuartel se mete a "Policía armada",para destacar en "el abuso":

         "algunos lisiados le deben su estropicio, aprendió artes marciales desde pollillo, buscaba la pendencia que podía ganar, a mí parecía respetarme algo seguramente a causa de lo mío, incluso en una ocación me invitó a cerveza y ensaladilla abajo en la plaza, iba de uniforme y ya tenía bastante barriga." (pág. 130).

         "Con el dinero" que el difunto tenía en los bolsillos y en la cartera, además del "emboste de chocolate con churros", viuda e hijas se fueron "a ver una película de Jorge Negrete", película que verían "dos veces" para deleitarse con las canciones de Negrete y el "trío Calaveras"... (pág. 113).

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         Para Ignacio Perpetuo nadie pudo hacer mejor homenaje que Borito Perera (recordemos que éste es un personaje real, amigo del autor)... homenaje póstumo al saber de su fallecimiento:

         "Los gallos son para los hombres cabales, allí los machangos no duran. Por eso merecen respeto los gallos. Allí dice uno: mil al colorado. Y contesta otro: van esas mil. Y santa palabra, quien pierde paga. Si alguno se cree listo y apuesta y pierde y ahueca el ala para no pagar, ése no pisa más la gallera, lo digo yo. En la gallera sólamente se encuentran hombres cabales, hombres de una sola palabra, allí no aguantan los machangos, no es sitio para ellos"... (pág. 145).

         La única hermana de Borito, Valeriana Perera (ésa sí que es inventada, pues Borito Perera no tiene hermanas), desataría uno de los amores mejor contados y más lindos de la novela y que haría casi "perder la razón" de su enamorado, el mentado ya Perico Socorro:

         "Jamás supe de amor tan cariñoso como el que se tenían Perico Socorro y la melancólica Valeriana Perera... Y no se me olvida la vez en que Ramoncita, la madre de la frágil Valeriana, arrojó su muleta a Perico Socorro, que con la mejor intención había llevado serenata a su amada un crepúsculo de octubre. Recuerdo que cantaba el rengo Julián Menéndez y que tocaba la guitarra y la armónica Pepe el de Lola, nuevo en el barrio. Recuerdo que cantaba la canción Cuatro Caminos, ésa que decía "Es imposible que yo me vaya, es imposible que yo te olvide, por donde quiera que voy te miro, si ando con otra por ti suspiro"." (pág. 145).

                            Málaga, verano de 1986.

   (*) Este estudio-aproximación a la novela "NOS DEJARON EL MUERTO" fue leído como ponencia en el Ateneo de La Laguna cuando el Primer Congreso de Cultura Canaria.
   Repito que las citas corresponden a la primera edición de la novela y que ya va por cuatro ediciones corregidas y aumentadas.


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