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lunes, 11 de mayo de 2020

MADRID, FOCO DEL ESPERPENTO


MADRID, FOCO DEL ESPERPENTO
GERARDO TECÉ
Hasta un reloj parado da correctamente la hora dos veces al día, y el de la Puerta del Sol, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, tuvo la suerte de que una de esas veces fuese nada más comenzar la crisis sanitaria. Era 9 de marzo de 2020 e Isabel Díaz Ayuso anunciaba el cierre de colegios, institutos y universidades. Lo hacía adelantándose al Gobierno central que, paralizado por la situación que se le venía encima, aún estudiaba un plan de emergencia para todo el país. La clave del movimiento de Ayuso es el verbo adelantarse. Un verbo que nos explica que la tarea de la presidenta madrileña ante el reto sanitario era doble: por un lado, surfear la crisis en la zona más golpeada y, por otro, y al mismo tiempo, convertir la región en pasarela política para hacerle oposición a un Gobierno central que, recién llegado al cargo y al mando único de la situación, no había venido a esta pandemia a competir ni a pelearse. Un Gobierno central que se mostraba titubeante frente a la actitud decidida de Ayuso. El reloj de la Puerta del Sol había marcado bien la hora y eso le daba alas a su presidenta. En los siguientes dos meses iríamos descubriendo que a Ayuso no solo le había sonreído la suerte del reloj parado, sino que, además, como los de Dalí, el reloj de la Puerta del Sol empezaría a adoptar formas muy extrañas.



Ayuso es hija de la herencia más punk del PP chulapo, el madrileño. El de innumerables años al frente de la Comunidad a pesar de innumerables casos de corrupción aliñados con tamayazos

Tras el cierre de colegios, Ayuso anuncia la firma de un convenio de colaboración con dos empresas privadas, Telepizza y Rodilla, que alimentarían a los alumnos en condiciones económicas vulnerables durante el tiempo que durase la pandemia. Lo hace en contra del criterio de los expertos nutricionistas, pero a favor del criterio propio de convertir esta crisis de la covid-19 en un telemaratón de empresas que se hacen la foto solidaria. Doctrina Amancio extendida. Estamos ante el primer síntoma de infantilismo disfrazado de heroicidad de Díaz Ayuso, una actitud política que marcará su gestión al frente de la crisis en la región más golpeada por el virus. Aún no lo sabíamos entonces, pero Madrid acabaría siendo no solo foco del virus, sino también del esperpento.

Los datos son malos, malísimos en Madrid. Aunque las UCIs están desbordadas y el desastre asoma en las residencias privadas cuya vigilancia corresponde a la Comunidad de Madrid, todo esto no parece ser un problema para Ayuso, sino una oportunidad para el Partido Popular al que ella representa. Una oportunidad para desgastar al Ejecutivo de Pedro Sánchez. Ayuso se ausenta de la conferencia de presidentes, órgano clave para la coordinación de la crisis entre Gobierno y comunidades y lo hace para irse al aeropuerto a fotografiarse junto a un avión con material sanitario. Mientras Moncloa fracasa, yo gestiono, pretende trasladar Ayuso con la foto. Tiempo después sabríamos que el material con el que se fotografiaba era, igual que el material comprado por el Gobierno central o por otros gobiernos del mundo, material defectuoso. Con una diferencia: las facturas de Ayuso no aparecen y a ella no parece preocuparle. Gobernanza de crisis y autobombo son, como sorber y soplar, dos acciones difíciles de coordinar y Ayuso empieza a demostrarlo.



La de la foto con el avión no sería la única vez que Ayuso diese la nota en las reuniones de presidentes autonómicos con el Gobierno central. En una de ellas, Pedro Sánchez invita a la presidenta madrileña a acudir a La Moncloa la próxima vez, porque el sonido con el que se comunica habitualmente es defectuoso e impide el normal funcionamiento de las reuniones. A pesar de estos problemas de sonido, lo más sonado estaría por llegar: Ayuso se ausentaría del órgano de coordinación para hacerse su gran foto personal de la pandemia. Llorando una lágrima de rímel en una misa en honor a unas víctimas que aún seguían muriendo. En La Almudena. En mitad del confinamiento. En mitad del cierre de lugares públicos.

Ifema es el buque insignia de una Díaz Ayuso que, por sistema, apunta en su haber las escenas heroicas de militares y sanitarios sacando adelante un hospital de campaña, necesario por la ausencia de camas en la Comunidad de Madrid, a propósito. Sistemáticamente también, Ayuso apunta en el debe del Gobierno central esas mismas escenas de militares y sanitarios cuando el resultado es macabro. Como en el caso de unas residencias privadas cuya vigilancia recae sobre Ayuso. Pero qué más da. Con un Gobierno central cuya consigna es no entrar al juego político durante la emergencia, una jugadora como Ayuso tiene todo el campo libre para no solo tratar de crear relato, sino, lo que es peor, acabar creyéndoselo. Me da mucha pena cerrar Ifema, dijo Ayuso sobre un hospital de campaña levantado precisamente por las carencias de la sanidad pública madrileña, para a continuación, repartir bocatas de calamares y montar una verbena investigada por la Delegación de Gobierno. Con tarifa plana de realidad a la carta, acabaría culpando del acto multitudinario que había organizado a los bolivarianos de Podemos.

Tras semanas de críticas por el asunto de los menús escolares, Ayuso acude al fin a la Asamblea de Madrid a explicar que a los niños les gustan las pizzas y que la alternativa a la pizza carbonara de almuerzo y barbacoa con doble de bacon de cena era Venezuela, pasar hambre. La posición de Ayuso contrasta con la de otras comunidades, también gobernadas por el PP, como Andalucía, Galicia o Castilla y León. Estas comunidades desmienten la tesis de Ayuso “pizza o hambre”, apostando por usar ese dinero que Ayuso le paga diariamente a Telepizza por menú, para que las propias familias hagan la compra en el supermercado y tengan acceso a un menú completo nutritivamente. Menos heroico quizá, pero más eficiente. La gestión y las formas de Ayuso empiezan a sentarles bien a gente que, como Núñez Feijóo en Galicia o Moreno Bonilla en Andalucía, a poco que no hagan esperpentos comienzan a parecerse a Churchill o Kennedy.


Un kilómetro de distancia entre la Puerta del Sol y la Plaza de Cibeles, pero dos mundos diferentes. Las escenas de chulería y tensión en la Asamblea de Madrid contrastan también con las del Ayuntamiento de la capital. El alcalde Martínez Almeida ha decidido que no hay mejor propaganda para uno mismo durante un desastre sanitario que aportar calma y sosiego al debate público. La oposición de izquierdas se lo agradece en el pleno. Es lo que los ciudadanos quieren de nosotros, coinciden ambas partes, y Almeida, sin haber hecho nada extraordinario, sale de la crisis reforzado, convertido en el Obama madrileño en contraste con su compañera de partido.

Almeida, Feijóo y Moreno Bonilla no tienen la responsabilidad que tiene Ayuso: la de liderar la guerra propagandística contra el Gobierno. Nobleza obliga. Ayuso es hija, como Pablo Casado, de la herencia más punk del PP chulapo, el madrileño. El de innumerables años al frente de la Comunidad a pesar de innumerables casos de corrupción aliñados con tamayazos. Esa herencia de la Aguirre encarándose con trabajadores sanitarios que protestan por las privatizaciones, esa herencia del Ignacio González de las cloacas. Pasadas las generaciones, la chulería y el descaro ya no son cuestión de actitud en el PP de ADN madrileño, sino cuestión de supervivencia. Mientras Teodoro García Egea, número dos del chulapo Casado, señala a Pablo Iglesias como responsable del desastre en unas residencias que debía revisar el Gobierno de Ayuso, la presidenta de la Comunidad pone al frente de la gestión de los geriátricos a la hija del ideólogo de la privatización de una sanidad madrileña desbordada. ¿Querías sudapollismo? Pues toma dos tazas.

Preguntada Ayuso por su dimisión, la misma presidenta que presume de dormir poco porque el pueblo de Madrid es lo primero admite no haber hablado últimamente con su directora de salud

Con la certeza de que, si el reloj de la Puerta del Sol dio bien la hora en un principio fue a causa del azar y con la sensación de que no hay nadie al volante frente a la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso emprende la huida hacia adelante. Huir hacia adelante en el PP de ADN madrileño es que nada importe excepto el descaro llevado al extremo. Quien le atribuía a Pedro Sánchez el desastre humano de lo ocurrido en Madrid, quiere de repente y en contra de la opinión de los expertos, saltarse fases de desconfinamiento a todo gas: “También hay accidentes de coche y no vamos a prohibir los coches”, argumentó Ayuso, convertida en epidemióloga de tráfico. Dispuesta a seguir su pulso, su pasarela política que la convierte por oposición al Gobierno central en referencia de la derecha, Ayuso está dispuesta a todo, incluso a poner en peligro la desescalada, con tal de oponerse al “Gobierno socialcomunista”. Lo hace por encima del cadáver político de Yolanda Fuentes, directora general de Salud Pública de Madrid, obligada a dimitir tras ser ignorada su recomendación firme de que Madrid no pasase aún a la siguiente fase de la desescalada. Preguntada Ayuso por esta dimisión, la misma presidenta que presume en emisoras de extrema derecha de dormir poco porque el pueblo de Madrid es lo primero admite no haber hablado últimamente con su directora de salud. Ni más ni menos.

Llegados a este punto el asunto ha dejado de dar miedo para pasar a dar pánico. La presidenta de una de las regiones del mundo más castigadas por el virus no habla con su directora pública de salud porque esta no le da la razón en sus planteamientos políticos. Bolsonaro style. La responsable de salud que se opone a que la pasarela se anteponga a lo sanitario y se ve obligada a dimitir. Lo hace para no tener que firmar una petición de desescalada irresponsable que, horas después de la dimisión, Ayuso reconoce haber pactado con los empresarios y en contra de las recomendaciones sanitarias. Una petición que, al contrario que el resto de comunidades autónomas, la Comunidad de Madrid presenta sin firmar.

Si en aquel acto televisado en la Catedral de la Almudena, Isabel Díaz Ayuso le pidió a Dios por la salud de los madrileños, esperemos que este la haya escuchado.

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