EL GOBIERNO BASURA DE AYUSO
DAVID TORRES
El concepto de
comida basura es sumamente resbaladizo ya que, cuando uno no tiene qué llevarse
a la boca, lo verá ante todo como comida, mientras que si disfruta de una buena
alimentación, lo percibirá mayormente como basura. La necesidad funciona como un
pivote en el que el adjetivo pasa a sustantivo sin mayores problemas, al estilo
de aquel sargento de caballería de Fort Apache, Victor McLaglen, que se ve
obligado a probar un whisky repugnante con el que un avispado comerciante
emborracha a los indios. El comerciante dice que dentro de los barriles hay
biblias y, sin inmutarse, Henry Fonda pega un hachazo, ve brotar un chorro de
vete a saber qué y ordena que le escancien unos versículos. El coronel escupe
asqueado y le preguntaba al sargento si entiende de whisky. "Mi coronel,
unos dicen que sí y otros que no". Cuando Fonda le pide que pruebe aquel
brebaje, McLaglen da un sorbo y pone una cara de grima que merece dos Oscar.
"¿Qué opina usted, sargento?" "Que es mejor que no tener ninguno".
Arriesgarse a quedarse
ciego o a perforarse el estómago por un trago resulta un veredicto bastante
insensato, pero los yonquis y los alcohólicos de salud no entienden gran cosa.
Del mismo modo, cuando Cervantes escribió aquello de que no hay libro tan malo
que no tenga algo bueno, ignoraba que estaban por venir las novelas de Ana Rosa
Quintana, las memorias de Aznar, los chistes históricos de Pío Moa y los poemas
de retrete. Vivimos inmersos en una cultura del sucedáneo donde hay productos
de papelería que pretenden pasar por literatura, bazofias que fingen ser whisky
y cosas de zampar a las que se denomina comida a falta de mejor nombre. Sí,
contradiciendo al sargento borrachín de Fort Apache, a veces es mejor no tener
ninguno.
La inefable
presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es más de McLaglen que
de Fonda, es decir, prefiere la comida basura, la pizza industrial y las
hamburguesas prefabricadas, a un menú sano y equilibrado. No para ella, claro
está, sino para los niños y niñas de las familias con Renta Mínima de
Inserción, a pesar de que diversas organizaciones, médicos y nutricionistas
aseguran que se trata de una alimentación muy poco saludable, con exceso de
sal, grasas y azúcar, una dieta que favorece el sobrepeso y la aparición de
enfermedades a medio plazo. Cuando le preguntaron si ella le daría esta comida
diariamente a sus hijos, Ayuso contestó que no es ningún problema que un niño
se coma una pizza, aunque seguro que los suyos se zampan en los almuerzos algo
mejor que plastas de Telepizza o bocadillos de Rodilla. Lo de Ayuso es una
cínica variación de aquella ingeniosa respuesta de María Antonieta cuando le
dijeron que el pueblo iba a sublevarse porque no tenía pan y repuso: "Pues
que coman pasteles".
Hace sólo unos
meses Ayuso estaba muy alarmada por los preocupantes índices de obesidad que
afectan a un alto porcentaje de los niños madrileños con riesgo de exclusión
social, pero ahora parece más interesada en lanzar una campaña infantil de
Campofrío y La Piara en plena primavera. También decía, allá por mayo del año
pasado, que le parecía ofensivo hablar de empleos basura cuando tanta gente
estaba deseando tener uno. Probablemente, no se refería a su empleo
administrando la cuenta del perro de Esperanza Aguirre: el sueldo seguro que
era de órdago aunque, la verdad, el perro habría hecho el trabajo de dirigir la
Comunidad de Madrid bastante mejor que ella. El verdadero problema es que hay
mucha gente a la que le encanta su gobierno basura.
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