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sábado, 30 de mayo de 2020

A VÍCTOR RAMÍREZ, TRAS LEERLE EL PASADO EL "AGÜITA PASADA"


A VÍCTOR RAMÍREZ, TRAS LEERLE EL 
PASADO EL "AGÜITA PASADA"
POR RICARDO CURBELO AGUILAR
DLP, 8-9-93
Sr Ramírez: Obviando las protocolarias fórmulas de salutación de rigor que no son sino el primer obstáculo (salvable) de la, a menudo, impersonal comunicación epistolar, paso a exponerle los motivos que me llevan a dirigirle la presente.

Sus artículos, publicados en DIARI DE LAS PALMAS, son para mí el obligado punto de referencia nada más abrir sus páginas. Constituyen, sin duda alguna, el soplo (ocasionalmente vendaval) de aire fresco, limpio y libre que cualquier compatriota anhela, con vehemencia, cada día. Lástima que los mistificados sean mayoría.
Látima que sus mentes estén compuestas de los ingredientes de todos conocidos y tan bien identificados y expuestos tanto por usted como por el señor Lorenzo Doreste o el señor Franquelo.


Respecto a su trabajo aparecido en el Diario del pasado 23 ("Canarias no es España,  y el ejemplo del catalán Companys") debo decirle que dejó un sabor agridulce en mi ánimo. Yendo por partes y dejando para el postre el bienmesabe -como es lógico y natural: despertó en mí una inquietud tan sorpresiva como perturbadora su alusión a una pintada callejera. Nunca, a no ser que el país se halle en plena revolución, un esperpento semejante sería motivo de orgullo para un canario. Reconociendo la veracidad y del mensaje, me parece a mí que la plasmación de tan sangrante realidad requiere un soporte y una calidad plástica coherente con el sentir de nuestros ideales tanto libertarios como solidarios. Tómese como ejemplo la gran pintada que existió, hasta poco antes de las últimas elecciones, en la calle Doctor Marañón (Subida a la urbanización Sansofé por la Cruz de Piedra).
Es posible que años atrás, dada la bobería de la edad, cuando pollillo, cometiera alguna que otra perrería de este tipo. Pero cuando la perrería se comete, no por pollos o galletones sino por «gandules», se convierte en fechoría.
Estoy convencido de que diez o doce pintadas de calidad efectuadas en lugares estratégicos contribuirían mejor a la Causa que las treinta mil chapuzas que emborronan nuestro espantoso paisaje urbano y el pre-espantoso paisaje campestre.
La segunda y última cuestión que usted (con su 'pariente') abordó, es la que hacía referencia al muy honorable L1uis Companys.
Aunque nací, hace ya más de lo que quisiera, en la bella isla de Benahore, trasladándome a Gran Canaria al contar el primer año de vida, soy de origen catalán. Mi madre salió de su añorado país para casarse con un conejero. Me transmitió, sin esfuerzo ninguno, la conciencia nacional catalana y yo le estoy inculcando la canaria, que, por el momento, ha dado un resultado satisfactorio. En una pared de mi dormitorio -auténtico santuario- se dejan admirar, una junto a la otra, la senyera nacional (con la estrella roja) y la bandera tricolor y heptaestelar canaria (con el sublime azul celeste que la equilibra).
Me duele enormemente y siento un gran desasosiego cuando esa conciencia nacional catalana que aún subyace en mis entrañas, es maltratada, ensuciada, ignominada por el sempiterno «entorno» - español o canario (compatriota)- que en el fondo no es más que un pobre ignorantado y que, en el caso del canario, lo único que revela es la inferioridad contenida. La inferioridad de quien no se atreve a enfrentarse con el amo extranjero y necesita descargar su impotencia con quienes se mantienen firmes ante los intentos de «allanar Cataluña», como decía el Conde-Duque de Olivares.
Tal vez en este último párrafo se me ha visto excesivamente el plumero.
Pero quiero que al menos usted, preclaro señor Ramírez, comprenda cómo y por qué me hierve la sangre cuando mis propios compatriotas (los canarios) son incapaces, no ya de no odiar a los catalanes, sino de abstenerse de juzgarlos (que ningún mal hacen al canario con sus reivindicaciones y forma de ser). Hay algunos que ni comen ni dejan comer.
Por todo ello, señor Ramírez, quiero expresarle, de parte de mis hematíes y neuronas catalanas, mi más sincero agradecimiento por esta muleta que le ha prestado usted a la dignidad de los catalanes -acosada sí, pero deteriorada ni un ápice. Y más desde la posición que ostenta, que se va consolidando día a día, el que lucha con las palabras como piedras y el «Diario» como honda.
Expuestas mis inquietudes y desasosiegos, cuente usted con mi apoyo moral para seguir trasmitiendo las finas denuncias de «su pariente». Y, para terminar, como no tengo alma de poeta, le escribo -audaz- las palabras que una vez me dijo un «pariente» mío:
«Ya el camino se andará. De la vereda tortuosa, casi impracticable, que nos guía a unos pocos, no quedará sino el lejano pero evocador recuerdo, cuando caminemos juntos por el ancho camino con los que por fin hayan visto la luz de la independencia».

Atentamente:

RICARDO CURBELO AGUILAR


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