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sábado, 18 de abril de 2020

R O T U R A, por José Rivero Vivas


R O T U R A
Escrito
José Rivero Vivas
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(Quiero dar a conocer este pliego
en cálido homenaje a los dos amigos.
José.)
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Del libro:
Escritos 1
Ensayo - Inédito
 Obra: E.01 (a.63)
José Rivero Vivas
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Marzo de 2020
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José Rivero Vivas
ROTURA
Ayer, 30 de marzo, no sé por qué, recordé que era fecha de nacimiento de Orlando Cova. Rápido fui al estante donde tengo algunos libros suyos, y estuve ojeando y releyendo, hasta que, al final, decidí coger PUEBLO, dedicado de su puño y letra a mi hermano Alfredo, también ausente.

La elección fue motivada por su cercanía a cuanto nos tocó vivir: yo, antes; él, con diferencia, después. De aquí la imbricación de un tiempo y otro, donde el desprotegido seguía inmerso en precariedad y desconsuelo. Los versos, además, pese a la premura, sequedad, cual se subraya en el prólogo, y acaso intencional reiteración, me parecen más suyos, puesto que reflejan su origen y el amor que vuelca hacia cuanto le pesa y atribula. Aun cuando ciertos pasajes adquieran tintes atrabiliarios y rezumen cierta hostilidad, como de enconado rencor, su noble sentir hacia el entorno prima sobre cualquier disonancia.
Anoche estuve leyendo de nuevo estos versos, nacidos con espontaneidad y luctuoso acento de su delicada alma de poeta. Quizá su anhelo de innovación, en la disposición del texto, enriquece la visión del poema; aun así, se advierte cierto embarazo en su lectura. Claro es que, el creador recepta el influjo del tiempo en que vive, y a él se adhiere con ansias de superación. Recitada, empero, la composición, es posible que el calor de su voz logre en parte diluir la imperceptible aspereza.
El caso es que, su acción aparece fresca y vívida, frente a otros, que experimentaron asimismo el cetrino panorama de entonces; pero él, además de palparlo, lo sintió y lo dejó escrito. Es hora de que, San Andrés, su pueblo amado, se honre de reconocer su don y la generosidad suya de con fervor dedicarle tanta obra, en cientos de páginas, que los más jóvenes deberían descubrir. En especial las de este libro, donde medio y personajes quedan en este marco identificados.
A este respecto se podría objetar que su devenir fue marcado por cierto behaviorismo, híspido e inconsecuente, imbuido por cuanta fe en sí mismo le prodigara el éxito editorial. Creadores hay, sin embargo, de intrincado declive, cuya obra, considerada genial, los ha llevado a resplandecer como figuras emblemáticas de la Historia. Orlando Cova, díscolo poeta de humilde asiento, cae preso en las redes de celo por su pueblo natal; pero, lejos de ambigüedad y prevención, no cesa de proyectar su cariño y lealtad en la poesía que San Andrés le inspira.
Acaso la diversidad de ambientes y personajes que, de forma escueta, plasma en sus versos, sufra mengua en su aura descriptiva; no obstante, gana en mucho la evocación de lugares y personas, que, tras contenida pasión y veraz reciedumbre, expone a lo largo de su tersa y a veces encabalgada escritura. El hecho es que, pese a la favorable o severa valoración, la obra permanece intacta; suma que el pueblo, idealizado por el bardo, habría de asumir como propia, y compensar así su abnegada dedicación.
No procede, por consiguiente, aguardar a que, en distante o próximo futuro, alguien acreditado trate de revivir aquella atmósfera de penuria y desamparo. Para ello tendría que recorrer el pueblo y sus aledaños, en un intento de reproducir las características de aquel momento. Puede inclusive recurrir a los versos que nuestro vate vernáculo dejó impresos; con todo, no habrá de suscitar plena constancia del pasado, porque no es igual transitar el pretérito que ser testimonio viviente de una época -dura y cruel, por su acusada carencia, y otros estigmas, aposta ignorados-, impregnada que fue por siempre de una magua desmedída.
Así, en el poema a Joaquín, dice sus debilidades al tiempo que denuncia el trato que el desvalido recibe, por la vida insoportable que sobrelleva, sojuzgado a una sociedad que lo arrumba “como a un juguete roto”. Y acto seguido emprende su irascible diatriba, para terminar con voz quebrada, transido de honda pena por el malhadado ser, que su silueta arrastra, hundido en su desventura.
Complacido de este reencuentro con los versos del amigo, sin vacuidad alguna, llego a inferir que, Orlando Cova, poeta de franca raíz y natural enseña, con un poco más de suerte, hubiese creado leyenda en este, de alguno subestimado, pero sin duda sublime quehacer de las Islas.
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ROTURA
José Rivero Vivas
San Andrés – Tenerife
Islas Canarias
Marzo de 2020
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PUEBLO
Orlando Cova
Prólogo:
José Luis Rodríguez
Fernández
ISBN: 84-398-2257-X
Dep. Legal: TF. 856/84
CENTRO DE LA CULTURA
POPULAR CANARIA
Septiembre de 1984
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José Rivero Vivas
ESTAMPA
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Joaquín Alberto murió hace un mes en el Hospital Universi­tario de Canarias, donde hubo ingresado, según diagnóstico, enfermo de neumo­nía, regalo de este crudo invierno que no logró rebasar; vivía el hombre en total desafío de leyes naturales, expuesto día y noche a la intem­perie, sin más amparo que las estrellas, fuera riguroso el frío o reinara un calor asfixiante. A pesar de la asistencia, cuidados y tratamiento prodigados en este Centro, su debilitado organismo no resistió la pugna, y el día 23 de enero falleció, pasando a mejor vida.
Vecinos y familiares de San Andrés sintieron la pérdida de un hombre que, si a través de su indolencia mostró su desacuerdo social, mantuvo siempre su compostura y se desenvolvió dentro de la norma de correcta convivencia, sin faltar a nadie ni de gesto ni de palabra, aunque en determinados momentos rompiera su mutismo para ensartar sordos soliloquios sobre esto y aquello, y a saber su verdad. El pueblo donde nació, creció y soportó las consecuencias de su vivir, respondió unánime y colaboró generoso para que este vecino, a quien respetaron su libertad de elección, tuviera un entierro digno y recibiera cristiana sepultura.
Pero, ¿quién era Joaquín? Uno más, seguro, anónimo como casi todos en este preámbulo de lo eterno. A sus contertulios, en época anterior, cuando todavía se mantenía firme en su trayectoria indivi­dual y conservaba nítido su oficio, maravillaba la delicadeza de sus manos, suaves y ligeras al cortar el pelo o rasurar la barba, con aquella pulcritud que era un primor, peculiaridad singular de alguien limpio y despercudido que acabó demolido por su desidia y su miseria. Su metamorfosis fue lenta, y aun cuando ignorase la quo Franz escribió, no por ello carecía de furtiva ilustración, lo que mostraba palpablemente a quien quisiera seguir el hilo de sus monólogos en la última etapa de su existencia.
Para quienes desconocían su proceso ruinoso resultaba patético verle, con su decrepitud a cuestas, andar las calles del pueblo, mientras su deterioro se acentuaba hasta más allá de lo concebible en límites hu­manos. Sin embargo, despertaba envidia constatar su renuncia absolu­ta, que no aparentaba pose de mal gusto ni suponía mera actitud filosófica, sino práctica real, esgrimida como respuesta eficaz a la oferta de una sociedad ensoberbecida, que exhibe el triunfo material como supremo bien codiciable.
Mas, en su discreción y reserva, ¡quién sabe cuánto desaliento apurado! ¿Cómo conocer las desilusiones sufridas? ¿Y qué de sus anhe­los fallidos…? Todo lo llevó en secreto a la tumba, para guardarlo celosamente en el arcano de su historia.
Hoy, como homenaje póstumo de quienes somos oriundos del mismo pueblo, hemos querido dejar impresas estas líneas, dando paso a los versos de Orlando Cova, quien, en su sensibilidad de poeta, supo cap­tar, de manera inefable, la imagen y semblanza de Joaquín en su habitual y cansino derrotero hacia la nada.
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ESTAMPA
José Rivero Vivas
San Andrés – Tenerife
Febrero de 1990/91
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José Rivero Vivas
ROTURA
San Andrés – Tenerife
Islas Canarias
Marzo de 2020
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