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jueves, 16 de abril de 2020

“LA PIEDRA DEL CAMINO”


“LA PIEDRA DEL CAMINO” 
POR JOSÉ ALMEIDA
septiembre 95


“La piedra del camino”, en su origen un conmovedor relato corto, ha pasado –gracias a la generosidad de su autor- a ser una conmovedora novela corta. Esto es así –en contra de lo que digan los puristas de turno en cuanto a la no conveniencia de la alteralidad del texto original- porque VR siempre ha pensado que el autor tiene toda la potestad para perfilar los textos literarios mientras lo crea conveniente.
         Así, conocemos dos versiones de su ya clásica novela “Nos dejaron el muerto”; y ahora nos regala una segunda versión de “La piedra del camino”, con ilustraciones del pintor Alfredo Sánchez, editada dentro de la colección Tayri y Airam, por Benchomo.

         “La piedra del camino”, expresión sacada de una famosa canción mexicana –“El rey”- de su gran maestro José Alfredo Jiménez, sirve de título para esta desasosegadora historia sobre lo que significa la impotencia de enfrentarse a los poderes fácticos, que muy bien pudieran ser la Banca, la Iglesia, el Ejército, la Mafia, etc…; pero que, en este caso, se concretiza en la policía, siempre al servicio de esos otros poderes y siempre en contra de las ansias liberadoras.

En el título, a modo de rumor o murmullo enriquecedor, va implícita otra enseñanza: “Mi palabra es ley” y “No hay que llegar primero, sino saber llegar…”. Toda una declaración de principios para esta sociedad que nos hemos dejado construir, donde lo principal es llegar a cualquier precio, pero llegar el primero, causa y origen de otros males mayores, como son la competencia feroz y una permanente insolidaridad que sólo puede desembarcar en un peligroso estado de ansiedad de frustración.
         Por otro lado, “Mi palabra es ley”, nos anuncia en cierta forma lo que será la base del argumento: la palabra del protagonista se contrapone a la del policía, prevaleciendo ésta, aun sin razón y en un clarísimo ejercicio de abuso de poder.
         “La piedra del camino” se inicia con la voz del protagonista, que nos sitúa en la historia y la acota temporalmente: “… mañana, diez de enero de mil novecientos setenta y nueve…”, dato importante porque nos delimita el contexto político y social en los que se desarrollan los hechos narrados: España y Canarias viven períodos muy críticos debido a que todavía ondea la sombra de la larga noche del franquismo.

Al principio del capítulo primero obtenemos la situación geográfica: es una historia que se desarrolla en Canarias, concretamente en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, protagonizada por un hombre joven que debe vivir en lo que se conoce como “Los Riscos”, por lo tanto de clase social baja, más o menos analfabeto y marginal y, por supuesto, sin conciencia de su sometida condición: tantos han sido los años de opresión y esclavitud, de hambres y penurias, que hasta ya se ve y se vive como normal que así sea. (Y eso sin contar la pésima influencia de la ideología católica sobre las conciencias y las acciones en lo que se refiere al arraigado sentimiento de resignación y de culpa).
         Es importante resaltar cómo define Víctor Ramírez al varón protagonista y a la esposa de éste, Rosa Elena, porque esas características se pueden extrapolar al hombre y a la mujer del Archipiélago. Así tenemos que “el hombre joven, cuando sueña, no atiende advertencias ni consejos”, y por lo tanto mucho más idealista, frente a su esposa Rosa Elena, mucho más práctica y realista: “Pero Rosa Elena vuelve a decirle que ponga los pies en el suelo”.

Podríamos decir que “La piedra del camino” se desarrolla en dos planos narrativos o, lo que sería lo mismo, nos encontramos con dos historias paralelas: por un lado, la historia de cómo llegó a ser acusado ‘el hombre joven’ de manera injusta por una supuesta “mala maniobra malintencionada, y también de insulto y desacato a la autoridad, con escándalo público”; y, por otro, el relato de la preparación de un viaje vacacional que planean la pareja protagonista.
         Normalmente cabe decir que aparte de introducir  en la novela la forma coloquial de expresarse la gente de “Los Riscos”, hace uso de palabras exclusivas de la lengua canaria. Por otro lado, también podemos distinguir dos voces principales: la del narrador, que sirve de lazo de unión entre las dos historias, y la del protagonista, ‘el hombre joven’, que nos va contando cómo sucedieron los hechos por los que fue denunciado.

Otro hecho que merece considerarse es la circunstancia de que del protagonista no conocemos su nombre. Siempre que se hace referencia a él se dice ‘el hombre joven’. Esta determinación por no mencionar el nombre del protagonista se podría interpretar como un recurso utilizado por el autor para hacer más patente la indefensión en la que se encuentra el protagonista.
         Por último, sólo invitarles a que se adentren en esta bella y conmovedora novela de Víctor Ramírez. Y la pregunta que insidiosamente machacona nos acoge, de si es verdad que estamos tan desamparados ante ciertos poderes, se vuelve preocupantemente afirmativa.


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