¡QUE SIGA EL ESPECTÁCULO!
JUANA GALLEGO
Las mujeres
convencionales (incluidas las lesbianas) estamos más vistas que el tebeo. Ahora
lo que mola es ser mujer trans. Solo en la última semana he visto noticias
relacionadas con tres o cuatro: una que ha conseguido federarse en futbol, otra
que ha conseguido la licencia para competir en natación (esta menor de edad),
otra que competirá en los Juegos Olímpicos
en halterofilia. Las mujeres trans no solo son mucho más mujeres que las
mujeres convencionales, sino que tienen mucho más glamour. Solo hay que ver la
portada (y entrevista interior) de El País Semanal del 8 de marzo con la
preciosa fotografía de la modelo Teddy Quinlivan. Claro que si no me dicen que
es trans yo no hubiera reparado en ello, pues la veo como otras tantas chicas
inalcanzables: con un cuerpo canónico 10, unos rasgos caucásicos perfectos, un
look envidiable y supongo una saneada cuenta bancaria (pues trabaja para
Chanel). Es curioso en cambio que no se hable de hombres trans (o muy poco en
comparación), lo que evidencia que el mercado cosifica fundamentalmente a las
mujeres (trans o no).
Y es que la
sociedad del espectáculo en la que vivimos (Guy Debord ya lo dijo hace nada más
y nada menos que 53 años) necesita renovar constantemente sus productos, pues
de lo contario ¿Cómo se va a fomentar el consumo? ¿Cómo vamos a provocar nuevas
necesidades? Para ello hace falta
convertir el sexo en el centro de la actividad económica mundial, cosa que ha
conseguido el "régimen fármaco-pornográfico" (P.B. Preciado dixit) y
la prostitución.
¿De verdad hay
alguien que crea que la negación de los sexos biológicos, la autodeterminación
de la identidad de género y la entronización del deseo como principio de acción
política van a desestabilizar el sistema? ¿Hay alguien que piense que al
capitalismo salvaje le importa qué prácticas sexuales prefieras, con quien te
acuestas y si utilizas dildo o una fusta de cuero? ¿Hay alguien que crea que
ser trans es en sí mismo transgresor cuando la industria fármaco-médica se está
frotando las manos al ver el potencial que se le presenta entre operaciones
quirúrgicas y venta de productos de hormonación? Por no hablar de la moda y la
belleza, que encuentra un filón en un sector nuevo de individuos no
socializados en la práctica de acicalarse.
Hoy sabemos que el
capitalismo es capaz de asimilar la homosexualidad, las sexualidades disidentes
y la experiencia trans. Lo único que le interesa es gente dispuesta a
consumir. A ver cuanto tiempo tarda el
mercado en dejar obsoleto el transgenerismo. La próxima moda va a ser el
transhumanismo, convertir el cuerpo en una terminal digital, o más aún
convertirse en data, ser información en la nube. (No me lo invento yo, lo he
visto en la serie Years and years). Pero
debajo del brilli brilli del espectáculo subyacen los problemas reales de las
mujeres reales (incluidas las trans) agravados y multiplicados por la galopante
desigualdad mundial.
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