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martes, 10 de marzo de 2020

EL MUERTO QUE RESULTÓ SER UN VIVO


EL MUERTO QUE RESULTÓ SER UN VIVO
EMILIO GONZALEZ DENIZ
VÍCTOR RAMÍREZ ACABA DE DAR A LUZ
UNA NUEVA NOVELA (C7-- 12-7-84)
Hasta ayer mismo yo creía que los muertos no hablaban. Cambié de parecer cuando me tropecé con el abuelo Ignacio Perpetuo, muerto ya, en una curva del camino de SieteSitios. Yo había ido a tomar leche recién ordeñada de las cabras de Cesarito Dávilas, el que habría de anunciar la muerte del abuelo Ignacio Perpetuo. Cuando yo hablé con el cabrero, éste ya había muerto.

Estaba recién amanecido; él estaba sentado en una de las piedras que miran al barranco; se le veían ganas de hablar y dejé que lo hiciera:
.-Para que usted me comprenda; yo soy el difunto Ignacio Perpetuo, aquel del que Víctor Ramírez habla tan a menudo en su novela "Nos dejaron el muerto". Pero yo no soy el muerto, ¿sabe?; el muerto es don Lucio Falcón, el falange. Como usted sabe, Víctor es de por aquí, lleva años dedicándose a eso de la escritura, ¡bueno!, allá cuando le parece. Según dicen, cuando contó lo mío y lo de la demás gente del portón, escribió por primera vez por arriba de los cien folios de un golpe. Yo, cuando estaba vivo, no entendía de esas cosas de las letras, pero ahora sí. Fíjese que el otro día, cuando la presentación del libro, se habló mucho de que si aquello que Víctor había escrito era una novela corta o un cuento largo.

Vaya usted a saber. Yo creo que "Nos dejaron el muerto" es, a lo mejor, menos novela que Diosnosibre y más cuento que La piedra del camino, aunque ¡cualquiera sabe! En todo caso, es una obra narrativa que pone difícil la cosa a esos que quieren etiquetarla; yo sé que Víctor huye de que le midan los géneros o le pesen los folios. ¿Y quién no?
        
Me he enterado de que hay novelas enormes como Guerra y Paz que son buenísimas, y otras cortitas, como Pedro Páramo, que también lo son. En esto como en todo.
         Cada uno escribe lo mejor que sabe; si después le sale una cosa redonda o no, es asunto del demonio. Y eso que Víctor escribió "Nos dejaron el muerto" de un tirón, en dos meses. Pero este punto, que pudiera lIevarle a usted a pensar que la hizo con prisas, lo tengo yo muy claro: Víctor, tal vez sin saberlo, ha ido entretejiendo entrega tras entrega su peculiar mundo literario.
         Ahora desemboca de una forma casi violenta en "Nos dejaron el muerto". Yo podría decirle que esta novela (la llamo novela para que usted me entienda) era inevitable, se mascaba en el aire caliente que saca el barniz a San Roque y a su Perro Bendito.

El abuelo Ignacio Perpetuo se limpió el sudor. Yo había oído decir a los entendidos que se esperaba una gran novela de Víctor Ramírez; se lo dije al difunto y él pareció encresparse al escucharme repetir lo de siempre:
-Entienda usted, joven, que ni ésta, ni la otra, ni ninguna, es la novela que se espera. Yo no esperaba nada de Víctor, ni de nadie. Los hombres no saben lo que dicen.
Fuimos nosotros, los 120 personajes risqueros, hijos espurios de la miseria de un portón, los que obligamos a Víctor a que nos dedicara dos meses de su vida; sin él yo no hubiera tenido muerte.
Él me la dio porque yo le obligué. Creo que es pretencioso y hasta insultante exigir a un hombre que sea él quien escriba la novela que todos esperan. A lo mejor lo que esperan es que no la escriba porque, ¿sabe usted?, hay como una especie de carrera de sacos a ver quién es el primero que hace esa novela que divida al antes y al después. ¿Sabe lo que le digo?, que esa novela no se escribirá nunca; que tal vez ya esté escrita y publicada.
El asunto es totalmente ajeno a la literatura, depende de
cosas tan raras como eso que llaman marketing o de que su autor sea el invitado de honor de un programa de la televisión de Madrid. Así de sencillo.
Antes que Pedro Páramo se escribieron novelas tan buenas, o mejores, que ella; sin embargo, fueron los americanos quienes decidieron en·sus universidades que aquélla era la buena. Y no es mala, ya le digo, pero no mejor que otras muchas. ¡Asunto de suerte, amigo!

Por eso le digo que Víctor Ramírez tiene derecho a escribir lo que quiera, o a no escribir ni una sola palabra más, y nadie podrá pedirle cuentas.
         Sólo nosotros, los personajes que, como aquellos de Pirandelo, buscamos autor. Pero mire: le he hablado poco de "Nos dejaron el muerto". Léala este verano en la orillita de una piscina; luego usted verá. Porque esta novela es obra abierta y cerrada a un tiempo, donde la miseria es lecho de la nobleza y el escarnio.
         Cuando al final de la narración, mi nieto Altamiro Benito se puso a bailar con el muerto, y lo volvió a meter en la caja porque se cansó, en ese momento, Víctor Ramírez se dio cuenta de que ya no le necesitábamos y fue cuando apretó la tecla del punto final.

El difunto Ignacio Perpetuo desapareció como por cosa del diablo. Eché a caminar algo confundido y en el camino me crucé con una mujer que se me pareció a Aurorita María, la que degolló en la misma Audiencia al hijo del general Sampietro Canales y Zamorano del Laurel cuando se celebraba el juicio por estupro.
Un poco más abajo me encontré con Víctor y nos fuimos a jugar al fútbol. Cuando acabamos, nos reunimos hasta media tarde y estuvimos bebiendo y cantando corridos mejicanos.



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