EL ENCIERRO QUE TRANSFORMÓ AL
CONDE DE MONTECRISTO
ANA SHARIFE
Alejandro Dumas
encierra a un inocente marinero en la prisión del Castillo de If, condenado por
un delito que no había cometido, para transformarlo en otra persona,
posiblemente en el primer superhombre moderno de la historia.
El novelista y
dramaturgo francés escribe El Conde de Montecristo pocos años antes de que
estalle la revolución de 1848 y una década después de las Tres Gloriosas, en
1830. Por tanto, durante el reinado de Luis Felipe I y fin de la dinastía de
los Borbones.
La novela nace en
una Francia sumida no sólo en una crisis política y financiera, sino espiritual
y moral. No existían lo derechos humanos, los poderosos abusaban de los pobres
y la gente era enjuiciada falsamente, de ahí que la obra gire en torno a la
generosidad y la lealtad, pero sobre todo lance un eminente mensaje contra la
maldad.
Edmond Dantès está
a punto de ascender a capitán, y va a casarse con la bella condesa de Morcef,
ajeno a la envidia que despertaría en su entorno más próximo. El joven es
arrestado el día de la boda. Es acusado, en falso y de forma anónima, de agente
bonapartista. Su cautiverio durará 14 años.
No suele hacerse un
análisis riguroso sobre el aspecto ético y moral de la obra más allá del icono
de vengador justiciero que tanto nos seduce. Sin embargo, El Conde de
Montecristo gira principalmente en torno al control de nuestras vidas y
emociones, la capacidad de superación y de perdón que alumbra y guía al
protagonista a través de sus páginas.
La obra de Dumas
gira principalmente en torno al control de nuestras vidas y emociones, la
capacidad de superación y de perdón que alumbra y guía al protagonista
En ese sentido, se
trata del mejor libro de crecimiento y desarrollo personal que existe. Una obra
que enseña a conocerse a sí mismo, a desarrollar todas las potencialidades
humanas, a dominar la cólera y la venganza, a resistir, a aceptar el infortunio
y afrontar el dolor como una parte imprescindible de la vida.
Al comienzo del
encierro, en la oscuridad del calabozo, el protagonista desespera. Se
encomienda a Dios, le reza, pero pasan los años y pierde la esperanza de ser
liberado. Dantès ya se encontraba preso cuando Napoleón regresa de su exilio en
la isla de Elba, dando lugar a los Cien Días en los que derroca al rey,
restaura su imperio y es definitivamente vencido en la Batalla de Waterloo.
El
conocimiento te libera
El sufrimiento de
Dantès da un vuelco cuando traba amistad con un sacerdote y erudito italiano
que ocupa la celda contigua, el abate Faria, que llevaba recluido desde el 1811
por un crimen político.
Faria, personaje
inspirado en un polifacético monje, profesor de filosofía de la Academia de
Marsella, José Custodio de Faria, lo instruye en la importancia de la
integridad y el desarrollo personal. Le enseña conocimientos profundos de
historia, matemáticas, lenguaje, filosofía, idiomas, física y química.
El cura es el que
le descubre quiénes son sus enemigos y, sobre todo, que el estado moral de
alguien no depende de su posición social o su riqueza. Dantès encuentra las
claves filosóficas que le harán avanzar por la senda de su metamorfosis.
El protagonista
aprende de la mano del sacerdote que el conocimiento le libera, le confiere un
consuelo interno que no alcanzará de otro modo. En El Conde de Montecristo
hallamos a Epicuro, Séneca, Maquiavelo, Pitágoras, Juliano, Fabre d’Olivet, esa
filosofía práctica que sirve para enfrentar algunas dificultades de la vida y
alcanzar la serenidad, el auténtico tesoro que posee Dantès y, como él mismo
admite, no encuentra en las cavernas de la isla de Montecristo.
En sus últimos
minutos de vida, el abate le revela el secreto del tesoro de Cesare Espada,
oculto en la isla de Montecristo, y le conmina a encontrarlo, confiando en que
su aplicado pupilo utilizará el tesoro para hacer el bien. Dantès no comete
acto violento alguno a lo largo de la novela. Para aquellos que le ayudaron se
convierte en un ángel protector; quienes le traicionaron deben enfrentarse a
sus actos.
Sólo cuando un
pobre inocente sale perjudicado en una de sus venganzas, toma plena conciencia
de que sólo Dios es capaz de dispensar justicia. Dumas quiso enviar a los
lectores una guía de supervivencia que pudieran aplicar a su vida diaria. Al
final, el Conde de Montecristo consigue perdonar al más culpable de todos
aquellos que lo traicionaron, aquel hombre que lo privó de su libertad y le condenó
al olvido y la cárcel por un crimen que no había cometido. Se convierte en un
ser humano que no solamente es capaz de amar la vida, sino que, incluso, logra
superar el afán de venganza y alcanzar la felicidad, haciendo que los demás
también sean felices.
Una obra
masónica
“La cruz roja que
aparece en el blasón del Conde de Montecristo es uno de los símbolos del grado
décimo octavo de la masonería”, así como “la fuga del Castillo de If está
basada en el ritual de acceso al tercer grado, el grado de Maestro”, señala el
escritor Fabio García Saleh en El tesoro oculto del Conde de Montecristo
(2014). La novela de Dumas desvela incluso “la contraseña que, en las
organizaciones iniciáticas, permite pasar de un grado a otro”.
El ensayo cita
diecisiete obras de Dumas que giran en torno a lo mismo, y coteja pasajes de El
Conde de Montecristo con otros del escritor francés que arrojan luz sobre su
ideología. El encierro de Edmundo Dantès
sería pues un llamamiento a la transformación del hombre, sintetizada en tres
claves masónicas (la instrucción, la conciliación y la exaltación). “Un mensaje
iniciático que tendría una gran influencia en el desarrollo del ocultismo del
sacerdote y filósofo Eliphas Lévi”, quien relacionó la cábala con el tarot, y
se separaría del ámbito religioso cuando descubrió los principios matemáticos
de Wronski, como “también influiría en Albert Pike, un abogado militar y
francmasón que jugó una gran importancia en el desarrollo del Rito Escocés
Antiguo y Aceptado”, señala el investigador.
Tras estudiar la
inmensa obra de Dumas, García Saleh comprobó que Arturo Pérez-Reverte tenía
razón al subrayar en El club Dumas que el novelista y dramaturgo francés era
ocultista. Sin embargo, descubrió algo más importante, que la figura de Dantès
está inspirada en Zanoni (1842), del escritor Edward Bulwer-Lytton (1803-1873),
una obra que fue publicada dos años antes de empezar a aparecer El conde de
Montecristo. “Ambas comparten el mismo mensaje colonialista y una teoría
artística idéntica, e incluso la vindicta de Zanoni y la de Montecristo podrían
estar basadas en la venganza templaria que supuestamente llevó a cabo el médico
alquimista Conde Cagliostro”, un alto masón italiano que recorrió las cortes
europeas del siglo XVIII.
Esta investigación
aparece recogida en Zanoni: la inspiración oculta de Alexandre Dumas (2010), un
ensayo que impugna certezas comúnmente aceptadas, y que prueban que Dumas se
basó en Zanoni para crear El Conde de Montecristo. “En el plano de las ideas,
la influencia del escritor británico se extiende a las cuatro obras que
comprende Memorias de un médico (1846-1851), de Dumas, ya que la ideología
política de Zanoni (sobre la Revolución Francesa y la aristocracia del siglo
XIX y su regeneración, el dandismo) influyó, sin duda, en la del escritor
francés”. También destaca similitud en los personajes de ambas novelas:
Mejnour/Faria, Albert/Glyndon, Viola/Haydée, Filide/Haydée.
Dumas se dejó
inspirar en la sabiduría caldea, los secretos cuatro elementos que iniciaron a
los rosacruces en la búsqueda del elixir de la vida y un episodio de la
mitología china que luego incluiría con ligeras variantes. Zanoni, El Conde de
Montecristo, El asno de oro y las metamorfosis de Apuleyo, o la Divina Comedia
con el viaje de Dante por el infierno, el purgatorio y el paraíso tomando de
guía al poeta Virgilio, forman parte de ese conjunto de obras literarias
universales que guardan mensajes ocultos, apreciable sólo para aquellos
lectores que saben leer más allá de una trama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario