CAYETANA EN EL JARDÍN
JUAN CARLOS ESCUDIER
La marquesa de Casa
Fuerte, Cayetana Álvarez de Toledo para los amigos, siempre ha tenido
caballeros medievales en algunos medios dispuestos a poner a su servicio su
pluma o su micrófono, y a extender a su paso capas de armiño para que al ciclón
rubio del PP no se le tragara el barro en sus continuos taconeados en el
charco. La dama podía emprenderla contra cualquiera y encontrar en sus galantes
defensores aplausos enfervorecidos, especialmente si llamaba mujer florero a
Irene Montero, senil a Manuela Carmena, traidor a Pedro Sánchez o se burlaba
del feminismo y del sí es sí hasta el final en el Código Penal. Y si no
ovaciones cerradas, sí al menos comprensión y aliento cuando el objeto de sus
invectivas estaban según se mira a la derecha, ya fuera Feijóo y su
‘nacionalismo lingüístico, o esos populares vascos y catalanes tan blanditos
con el independentismo. La portavoz de Casado siempre ha contado con el
vasallaje de cruzados del periodismo más cañí, autoproclamados apóstoles de la
libertad de expresión, y con el recelo y hasta la inquina de algunos de sus
compañeros reacios a tragar con su fulgurante carrera a la sombra del bigotudo
aznarismo.
El Perú se le jodió
este lunes cuando a Álvarez de Toledo le hirvió la boca en una entrevista en
Onda Cero y proclamó que La Sexta hace negocio con la erosión de la democracia
y de sus valores, una afirmación que rebatió primero Alsina por eso que a la
fuerza ahorcan y que ha desencadenado rayos y truenos con el singular Antonio
Ferreras en el epicentro de la borrasca, cuan hidra despeinada. Conviene en
este momento recordar que la roja Sexta es propiedad de Atresmedia, de la que
forman parte también Antena 3, Neox, Nova, Mega, la propia Onda Cero y Europa
FM, entre otros que no se cita por si resulta excesivo, y que el grupo está
controlado por Planeta, propietaria de un sinfín de editoriales y del diario La
Razón, que ya le ha dedicado la portada a doña Cayetana y le ha puesto la cruz
como un problema de primer orden para Pablo Casado, al que aconsejan por el
bien de todos que se libere de ese lastre con melena.
Como uno de los
argumentos del citado Ferreras para defender como correcta la línea de su medio
fue comparar el desafecto de Álvarez de Toledo hacia La Sexta con el de Jaume
Roures, es obligado citar el supuesto conflicto de intereses del que escribe,
ya que, como colaborador de Público, uno cobra facturas del empresario, aunque
el montante de las mismas reduce dicho conflicto a conflictito por hacer honor
a la verdad.
Dicho lo anterior,
cabe decir de las palabras de Álvarez de Toledo que la democracia española no
se erosiona porque La Sexta dé voz al independentismo a un nivel que para
algunos puede resultar estruendoso y para otros un simple murmullo. Lo que
erosiona la democracia es la escandalosa concentración de medios que los dos
grandes partidos han propiciado hasta llegar al duopolio en el que nos
encontramos. Eso sí que representa un auténtico peligro por mucho que los
actores de este mercado jueguen a dos barajas con sus terminales para
satisfacer a diestros y siniestros mientras se reparten el grueso de la
publicidad, algo de lo que la portavoz del PP algo sabe aunque sólo sea por su
pasado como editorialista de El Mundo.
La Sexta, por
tanto, no erosiona nada sino que se limita a cumplir con el papel que se le
asigna. Lo que sí llama la atención de esta pretendida lija de la democracia en
opinión de la marquesa, es la piel tan fina que tienen sus estrellas, una
dermis delicadísima a la que provoca urticaria cualquier crítica. Es razonable
esta alergia porque es sabido que el periodismo no existía hasta que no lo
patentó Ferreras cuando dejó de ser empleado de Florentino Pérez, y, por
supuesto, Ana Pastor, inventora de la famosa repregunta que antes era
desconocida en estos predios.
De la extremada
sensibilidad de sus santones podría dar cuenta el hoy vicepresidente Pablo
Iglesias, que casi tuvo que salir escoltado de la cadena por atreverse a
cuestionar el duopolio televisivo y mencionar que las cloacas del Estado usaban
a sus terminales mediáticas para difundir noticias falsas sobre él y su partido
dentro de una campaña de desprestigio que incluía falsos informes policiales y
hasta el robo de información personal. Aquello era más de lo que Pastor, que
era su entrevistadora, podía soportar, teniendo en cuenta de que se hablaba de
Eduardo Inda y ello ponía en cuestión la acrisolada independencia de La Sexta
para seleccionar a sus colaboradores, aunque se tratara de personajes
indeseables pero bendecidos por las cuotas de audiencia.
A tenor de las
reacciones suscitadas, puede afirmarse que Álvarez de Toledo no se ha metido
esta vez en un charco sino en un selvático jardín del que, por fuerza, saldrá
con más arañazos que la mesa del G-8 cuando invitaban a Aznar para que se
doctorara en estadismo. Queriendo atacar al diabólico rojerío no ha reparado en
que el duopolio hace a todo, a pelo y a pluma, a izquierda y derecha, porque
ese, precisamente, es su negocio. Y que Roures, que ya no es accionista de
Atresmedia a Dios gracias, me perdone si le he ofendido.
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