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jueves, 24 de octubre de 2019

TRAS LEER " DESDE EL SUR", LIBRO DE VÍCTOR RAMÍREZ


TRAS LEER " DESDE EL SUR", LIBRO
 DE VÍCTOR RAMÍREZ 
POR ISAAC DE VEGA
Ante nosotros, de nuevo, Víctor Ramírez, que hoy nos trae una escogida antología de sus relatos, CUENTOS DEL SUR, como indica el título, cuentos de por aquí, de nuestra tierra diferenciada.

         Y entre ellos, abriendo el camino, de nuevo topamos "Cada cual arrastra su sombra", relato éste que me fue una revelación cuando, ya hace años, pude conocerlo. Más bien con asombro lo releí prendido de la perfección y la fuerza expresiva que consigo trae.
         Este cuento temprano de Víctor Ramírez me hizo caer en reflexiones que en otra ocasión ya he contado: el asombro por la perfección de una primeriza obra. Casi se podría decir que es un escritor que ya nació perfecto, que no tuvo que recorrer esos pesados caminos que a todos nos cuesta remontar.

         Tal vez es un poder superior desarrollado por la constante relación, un tanto analítica, en cuanto al lenguaje, con nuestras gentes. Ese asombroso equilibrio que, además, arrastra consigo la estabilidad de la completa obra, que la eleva y da categoría.

La Literatura es un arte, y por serlo supone un manejo especial de la materia que se trabaja para obtener esa belleza que le es fundamental en todas sus manifestaciones. Yo creo hoy que lo básico de una obra, como Literatura, es el buen manejo del lenguaje. Lo demás, lo que se cuenta o se dice, también estará bien, pero es un asunto aparte, que puede comunicarse en algún articulito, en algún editorial de periódico, en algún panfleto.
         Pero, cuando ese asunto es tomado por un artista, su importancia y su impacto entre la gente es bastante mayor, más penetrante, más duradero. Incluso creo que a la mentira es más difícil cubrirla tan bellamente, que el adorno se resiste o resulta como despegado y ajeno.
         Nosotros nos introducimos en ese "Cada cual arrastra su sombra", o en cualquiera de los otros cuentos de que consta este libro, y tomamos el puesto del personaje. A mí me adentra pronto en mis andanzas por los barrios y por los pueblos, me coloca en ese ambiente que tenemos tan metido profundamente en nuestra sangre.
         Esos personajes los estoy viendo recreados. Los estoy viendo en otros que yo conocí y en cuyo comportamiento suena la música paralela a éstos de Víctor. Los personajes que él ha creado despiertan los que yo viví, los vuelvo a ver y a sentirlos hablar. Veo sus bigotes que en su momento retuercen, sus ojos que se achican, el sonido de sus voces que a veces fingen asombro; sus vestidos, su manera de moverse.

Son personajes tan verdaderos que, como digo, ha escapado de las páginas del libro para andar por ahí, fundiéndose con los que de carne y hueso por esos sitios andan. Las mujeres, los hombres, los niños.
         Están profundamente enraizados con la tierra nuestra. Ven las montañas que se repiten por las islas, el mar que rodea, sentido de continuo. Las tabernas y ventas que siempre son las mismas; el socarrón que no tarda en aparecer en alguna esquina, el que vaguea en busca de que lo inviten, el generoso que siempre quiere ser el primero. Una serie que se conserva y resiste el paso de los años. Nuestras gentes de siempre que tal vez se repitan, con alguna variación de gesto y de trapaje, por esas tierras de fuera.

Como indiqué al principio, una de las claves de la literatura de Víctor es su utilización del lenguaje, sus palabras; la debida conexión entre ellas. Y éste es un aspecto que yo considero importante.
         La adaptación al habla de nuestras gentes tiene el peligro, en que caen algunos, de la utilización de términos que no son derivados, o propios, con la necesaria categoría, sino mera degeneración de un castellano básico.
         Víctor Ramírez sortea con buen paso el peligro de caer en unas palabras inferiores, palabras que rebajarían la calidad de nuestra común lengua, y que es chabacanería de la que no han podido escapar algunos autores nuestros.
         Evitado este peligro, nos encontramos con un habla que sin temor de ninguna especie podemos enfrentar con la de otras partes del ámbito del idioma, e incluso con la manifestación que pudiéramos llamar oficial.

Víctor Ramírez es un indudable maestro, un gran maestro, en el tratamiento de nuestro lenguaje común, el de todas las gentes de aquí, y nos da una prosa de gran altura, que leemos con placer y satisfacción, que nos penetra y sentimos como propia, sin arreglos ni mixtificaciones, sin artificiales añadidos ni forzamientos a lo típico.
         Y luego la historia que se nos cuenta, el ingenio que se pone y la habilidad para organizar situaciones que se apoderan, con fuerza, de nuestro interés. Y sin caer en una rebuscada grosería propiciada por la naturaleza de algún tema. Que para varios sería una irresistible tentación.


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