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jueves, 3 de octubre de 2019

LAS MAREAS DEL AYER (NARRATIVA)1 PARTE


LAS MAREAS DEL AYER
(NARRATIVA)1 PARTE
DUNIA SANCHEZ
TÍTULO: LAS MAREAS DEL AYER


Se levanta de aquel sillón, un sillón que actúa  como una canoa  del tiempo pasado. Una manta de cuadros posa sobre sus rodillas, la reminiscencia  de sus años ya evadidos y palpables en sus arrugas la acarician. Sus arrugas, caminantes paralelas  con el    tic-tac de un anciano reloj, tanto, como los años  que juega con sus ojos cansados en fraternidad con sus pensamientos, también, ofrenda de la vejez. Miraba todo su alrededor con un cierto desconcierto, con algo de melancolía invadiendo su marmórea piel. Antiguos recuerdos la recorren sobre esa absorta mirada a unos antiguos libros, alineados    en unas estanterías de un  polvoriento ayer. Recorre con sus llamaradas  toda aquella habitación, con la media luz de una lámpara arañada por alguna termita: riada en su pie. Ella ,¡ mujer del sueño¡,llamada Luam ,  se halla sola bajo la oscuridad de las  secuelas positivas y negativas ,  con el tacto  torpe  de cada una de sus imágenes del ayer  : su  juventud, sus logros, su presente y por último  ese baúl que despacio  acoge toda  su mirada .

-¿Qué me dirá?- se dice - ¿Qué dirá ese baúl de antaño donde yo guardo todas aquellas secuencias de mi vida?
A el se dirige con la extrema delicadeza de los  recuerdos que allí se guardan, con la suficiente energía para descubrir de nuevo sus vivencias, esas, donde ella fue mujer de su tiempo, mujer de sus amantes, mujer de sus soledades, mujer de sus fuerzas. Ahora es fileras de canas, con sus cabellos recogidos para no entorpecer la visión en su absorto estado. Con ese añejo bastón: apoyo  de sus pasos y no caer. Se dirige hasta su baúl.
Como junco se dobla hacia esa madera anciana para atender  sus sentimientos, abriéndola suavemente con la meticulosa fragilidad de sus dedos  hasta ser puente del pasado por ese túnel paralelo a su entrada.
 ¡Otra vez¡ , esa llama de sus trajes juveniles cuando el paseo de la aurora  se rima a ella antes de ser peripecia de la más alta elongación del astro rey y perturbará sus ojos por esas playas de sedosos jables acariciando   sus pies desnudos, con esa verde mar en calma ,  con ese gris plúmbico de  la bóveda  ciñéndola a un andar más ligero y, al lado de ella ,ese arrogante joven en la andanzas de sus años jóvenes .        Como dos gaviotas absortas en ese mundo envuelto por espumas donde las campanillas de la marea arrasaba  sus cuerpos semidesnudos a  medida que un rocío de la lluvia caía por sus cabellos en comienzos de un otoño en el tintineo  de  sus acaricias. ¡Es su primer amante¡, su primer novio, la  primera circunstancia de ser lago de cúspides en el más profundo querer de sus dos océanos, quizás,  sin el latido fervoroso del amor, pero con esos juegos juveniles de su edad.

Ella lo conoce allí, como puede ver en aquellas fotos que comienza a hojear después de abrir ese baúl de los sueños perdidos. De nuevo  se sienta en su sillón y deja  prender la chimenea cuyas llamas toman el mismo impulso que las cortinas con la brisa de la noche. Por ella surcan ríos de añoranzas al abrir aquel álbum de fotos donde él se halla, donde ella se halla en aquellos primeros años de instituto, en aquella playa; primer escalafón de los pasajes de su vida donde un beso inalado por un transeúnte en la repentina llovizna se plasmo en su vida  como ave de sus deseos.
**
Ese chico lo conoce en su época estudiantil, en un instituto de las medianías de su casa, allá en un pequeño pueblo donde las abruptas y arrugadas montañas lo amurallan, y bajo ellas, esa larga carpa del exuberante paisaje aromatizando  las caracolas de una  playa que surcaba en la lejanía de sus hogares solariegos.
Sus padres son de esos labradores de la tierra, esos que con el esfuerzo continuo de la primera hora levantan al sol con el trinar de la azada y la protección de sus campos. Ella, a veces, les ayuda, en esos fines de semanas cuando los deberes y el descansar son vencidos. Entre semana acude a sus clases diarias en esa bicicleta regalada en cumpleaños, a no ser que el cielo fuera tronar, entonces, andando tendría que recorrer esa vereda hasta el instituto .Allí se encuentra  con las únicas amistades que posee, todas esas chicas y todos esos chicos del pueblo, pocos, pero los suficiente para formar aquel culto al estudio  con la siempre anhelada   hora del recreo.
 Horas libres para distraerse en la cafetería o en los jardines. Entonces, son todas avecillas emigrantes en busca de la mirada fugaz de algún muchacho, esos que con ellas van a clase. Son ahora libres, con esas risas que con sus faldas tejidas por las manos de sus madres dan brinco a la par de sus  bromas, de sus burlas, de sus juegos y  ese tentempié antes de volver a clase de nuevo.  En esos momentos, cuando son cadenas rotas de las aulas, son viveza de esas cartas que los chicos suelen enviar. ¡Sí!, era costumbre  que el chico ambulante en amoríos  enviara una carta a la chica que más le gustaba, después, si ella acertaba, se cobijaban en uno de esos pasillos de la escuela, en la trasera de aquel amplio colegio donde nadie ambulaba: desértico, sin uso, abandonado por todos los que componían el centro. Allí, bajo la luz insonora, bajo el aletargado polvo, eran encuentro de sus cuerpos sin ser luz de sus pupilas y, entonces, un beso se entremezclaba entre la timidez, la duda y la risa   . Sólo, el crujir de algún tropiezo por la oscuridad; sólo, el bullicio que en las  fueras les esperaba cuando ese acto, ya  ritual de los alumnos, había finalizado, saliendo ambos con sus manos entrelazadas por el mero echo de haber conseguido esa altitud de los primeros deseos, después, que fueran pareja o no era otra cosa, dependía de cómo se llevarán en su nueva aventura. Algunos en esa carta enviada a la deseada se quedaban con las  ganas, ellas, lo negaban, quizás, por que no le gustaba o por que le daba vergüenza. Otras, sin embargo, como el transcurrir de aquella foto en la segunda página de su libro mientras el frescor de la noche era acaecer entre sus dedos era fustigado con balas de fruta henchida, casi siempre a ese, el que se las creía todas, ese  que con su expectante físico y dominio sobre sus compañeros sobresaltaba. A ese, en una carta a una de esas muchachitas vírgenes que envío le quisieron gastar una broma. Una broma tal, que cuando ella apareciera   sacarle una foto y  dejarla plasmada para toda la vida.               Luam a igual que las otras pupilas también siente atracción por esos juegos pero, con el temor de que tal vez el hombre deseado no fuera esa revolución su corazón. Ella anda  ruborizada  por uno de esos chicos, le soplaba ese cierzo en su corazón por  su mirada. Es alto, leal de la reconditez, apocada palabra, solitario, con ahuesado abdomen.
Chicos y chicas están separados por esa línea divisoria que marca el instituto, unidos sólo en el momento de tomar ese festín de media mañana  en  esos jardines floridos. Jardines de primavera permanente y desatraídos por ellos. Siempre el jardinero requebrado de alaridos zumba detrás  de cada sospechoso que  había sometido al jardín en sus gestos vandálico en un marchitar, siempre quejándose de ello  a la directiva en un tono agrio  .Nunca le hacían caso.
   Ella, Luam  anhela que el sea ese príncipe del papel. Cada día más y más por que todos tenían que caer  como  ritual de aquel vigor juvenil .Ese día llega, llega ese sobre encima de la mesa en medio de  una clase, cuando la ciencia era tiza que se desparrama de su mentor en la pizarra. Sus ojos tornan en aquel sobre que la tienta a abrirlo de inmediato sin dejar  finalizar  la clase.
  -¿Profesor puedo ir al servicio?- dice Luam levantando la mano. El de inmediato se vira, la mira  con la vejez de sus ojos y busca en su memoria lo que tiene que contestarle. El hombre ya había pasado la edad de jubilación y todavía por a amor a su profesión seguía dando clases.
 – Sí, alumna mía, puedes ir al  baño. Sabéis, alumnos míos, el baño es ese lugar  por el cual siempre os dejo, ya que a mi edad a veces mis necesidades me apuran- dice con una radiante chispa de entre sus labios en especial a Luam .
Se levanta  de su sitio y apresuradamente como si ya no aguantará más se dirige a las afuera de la clase. Mientras transita hasta el baño, abrió de manera desesperada esa carta. Un temblor acorrala sus manos. Al llegar al servicio  leyó aquel trozo de papel.” Te espero donde tú sabes, firmado Liam” .Luam suspira.  Esa firma  perfumada por él, de ese quien ella era llama   como  relato de una tormenta en el apogeo de la primavera.
Vuelve  de nuevo a clase con una sonrisa de oreja a oreja casi ineludible para el maestro  que la observa hasta que se sentó de nuevo en su sitio.
- Buena es la gracia de usted señorita. Como no, después de haber salido  del apuro-  todos en clase se ríen.
La hora de clase parece que no da a su fin, Luam no aguanta más, se revienta , siente vergüenza por las  carcajadas de sus compañeros . Después de esa clase el rito del beso en medio del oscuro pasillo se haría realidad. .  Desesperantes momentos envueltos en nerviosismo   con una lentitud marcada por las  manecillas de un reloj que parecía que no avanzaba situado encima de la pizarra, mientras, de su flanco izquierdo , los  ventanales que dan para el jardín dejan pasar una gran luminosidad mezclada con una brisa especial y fragante que  hacía a Luam evadirse de lo que el  profesor está explicando ,una explicación que acaba con la sirena .El profesor es desesperante, aunque la sirena suene, como era costumbre de él , pone Amor ti vieta de Giordano . Todos tienen que aguantar la melancolía que sobrevuela por sus ojos en esos momentos, las palabras que de su interior escapan. Al terminar, todos   se deslizan velozmente hasta las afueras de aquellas paredes.
 Con Luam van todas las compañeras al lugar de encuentro, todas  se situan en una zona alejada esperando a ver lo que sucedía. Ella se acerca con el lento pulso de su corazón, con el temblar inevitable de todo su cuerpo, con un ardor por su cuello .Se siente   extraña. A  sus mejillas le suben los colores. Se  desquita de aquellas trenzas de niña buena que usa,  dejando su pelo al   viento suave  que aquel día cincela la jornada.
 Llega a la entrada,  siempre abierta para cualquiera que pase por allí. Se encuentra con una pandilla de muchachos, ellos, no permiten el paso a nadie .  Los dos   estarían solos en ese edificio. Luam entra con el temor penetrando por cada uno de sus poros , insegura de lo que va hacer , de si haría el  ridículo o sería  plenitud . La polvareda y la suciedad que desprende aquel lugar penetra en su interior. Desahuciado  edificio, piensa.  Para ella es un sitio  desagradable, un sito donde la luz se distorsiona. -¡Aquí tendré mi primer beso!- se dice para si misma .Comprende el por que   la mayoría de las relaciones salen desastradas.
Allí, desorientada, se quedo a  la espera de aquel semblante indistinguible apareciese por la puerta y,  así fue, cuando los minutos pasan, se presenta aquella larga palidez  con la lentitud de su timidez en sus pasos en busca de ella.
 Él al principio no la ve, su silencio era absoluto. Sólo se oye sus pasos. Luam calla, imagina todos sus movimientos. La inseguridad la acosa y más cuando siente un tropiezo de él. Se va de  bruces al suelo. Un refunfuñar de él los enlaza, el  hallazgo mutuo se ha logrado. Sus ojos tardan en toparse, cuando sus pupilas se cruzan una mordiente vergüenza los atrapa dando lugar a  la mudez de sus palabras, luego, el sublime y culminante beso. Un beso  errado y torpe, sus labios  no se encuentran por culpa de  la visibilidad, es tan nula que hace  de ellos un rebuscar  hasta acertar. Ese pequeño instante de tiempo acaba con los chillidos de afuera. Los quieren ver salir con la danza de sus ojillos y  de sus manos liadas para ser vitoreados  por ellos. Luam y Liam  aunque oían el escándalo no se precipitan en salir, están ensimismados en aquella unión de sus labios. Al  sentir que el bullicio no para la  vergüenza se les acentua más. Ambos  quieren huir de esos  pitidos y gritos de alegría de sus amigos, ser distintos caminos al de ellos, por ello, esperan unidos de  manos.
-¡Vamos chicos¡¡ Vamos chicos ¡-se oye desde fuera  – Salir ya, para que podamos comprobar vuestro amor .
   El alboroto cada vez es más estridente pero, ellos, no se inmutan, no quieren saber nada de ellos. Hasta que con el paso de los minutos aquello llega a  fin, la sirena los llama para que regresasen a las aulas. Todos se disipan, dejando a Luam y Liam  solos.
La siguiente clase es de inglés, es donde una rubianca con sus vestidos prietos insuflando sus pechos como adorno de su belleza conduce la clase  con una regla y  movimientos desastrados. La  profesora se considera una diva con sus antiguadas gafas de culo de botella que renace después de la ferviente brisa de la sirena. Se cree la reina de la belleza del instituto, como no, había pasado por debajo de cada uno de los profesores agotando la esencia de cada uno de ellos. Después, todos la abandonaban. Sólo el sexo. La dejaban así, como una vagabunda bajo una nube de depresiones por sus fallos, tupiéndose   a barbitúricos por cada relación errada. Después se levantaba, se levantaba y presumía de su moza hermosura, de su gran cultura, seduciendo   a los alumnos, pues, más profesores ya no quedaban, a ellos bien podría dominar y dejarles respirar de  su aliento.
Liam entra en clase, no sin pedir permiso antes. La profesora lo mira y le pregunta con severidad:
-A ver, ¡ a ver ¡.¿ Por qué esta tardanza?¿Donde has estado? Acaso, ¿ no escuchaste la sirena? Venga, a tú sitio.
    Liam baja la cabeza y se vuelve de un colorido rojizo sus cachetes. Todos en clase lo miran . La profesora toma su rumbo, a medida que explica observa a Liam, un color divino atraviesa su mirada a cada ojeada. Se dedica entonces a pasear por los pasillos que dejan las mesas, examina las libretas de sus alumnos. A uno por uno le despilfarra un suspiro hasta llegar a ese asiento de  sombra ausente, ese en el cual siempre se sienta el huesudo Liam  sobrado de mutismo. Ella se quedaba mirando y siempre le decía al oído:
- Tu cabello son táctica de las ígneas madrugadas cuando yo con mi bello dormir soy recital del aguas de rosas. Is pretty . Is beautiful . ¿Sabes lo que quiero decir Liam ¿
 Todos en aquel momento saben que algo puede pasar, no pueden se, aunque, por dentro se revientan. Sabían que  por cualquier burla ella los mandaría a dirección con su poder de convicción por delante. Pero llega ese día,  ese día en que Liam no asiste a clase por estar con Luam . En toda la escuela se escucha su explosión.
 -¡ Donde está!- empezó vociferar -¿¡Dónde esta Liam¡?- grita y grita .
 Toda la clase de repente se lía en un cuchicheo . Mientras ella continua, preguntando  el por qué, el por que uno de sus alumnos favoritos no ha ido a su clase.
-¿¡Está enfermo acaso!
Nadie responde a sus palabras mientras ella sigue hablando.
-No , no es posible ,hoy lo he visto entrar en el instituto. Esta mañana a las ocho, ¡no!-  alza entonces su tono de voz .-¿¡Acaso no lo vieron?¡
El silencio en la clase se hace de nuevo solemne, están nerviosos.
- Que alguien conteste, por favor. Sino tendré que ir a dirección y entonces será peor. A todos os castigarán.

**
Luam ríe, ríe desde ese sillón donde el refulgido toque de las campanas de la medianoche sobrevenían capturando el calor  del fuego de  la  chimenea que se extingue. Mira una y otra vez la fotografía de la profesora que figura en su álbum de fotos. Un grillo  balbuceaba a medida que  las vecinas horas de la madrugada se aproximan .Ella, aún levantada.
Por un momento cerro ese libro de los sueños reales del atávico pasaje, se pone de pie y se acerca para hacer más candente el fuego de la chimenea, coge unos trozos de madera que tiene  junto a ella y la alimenta. Otra vez siente ese   calor excelso corretear por sus huesos. Ser acogida por la calidez en un nocturno de soledad y bella luna. Después, con un meticuloso paso por ese majestuoso salón es brisa de la luna traslucida a través de la ventana. Le  transmite  todo su  fragor  platino .¡ Tan lejana¡. ¡Tan magnífica¡. Tan solitaria como los días de su vejez, aunque, con el  aliento de la vileza que las conjugaban a ser vía láctea de su historia, Ella ha observado todos sus rastros, todos sus pasos. Ha sido compañera de sus noches enlutadas en sus frescas sábanas insonoras,  donde, ella, cristal roto en el ahora sólo lamenta ese ayer, ese ayer reducido por hallar ese amor. Sólo halla  la soledad aquejada acosándole entre esas ansias de amar a una semejante avecilla que traspasará esas paredes, esa que con el  andar por los vastos horizontes de sus amantes la condujeran en esos momentos culminantes de su cumbre, pero no llego, sólo ese derroche de su reconditez similitud a la bóveda celeste   en la oscuridad; como la noche.
De nuevo tras ser espejo de su alma es fuente de sus pensamientos en el ayer sellado. Se  sienta de nuevo en su sillón, sillón tan aterciopelado como las  plumas de cines. Corre  de nuevo  por las cascadas de sus pensamientos  en ese lugar donde se ha estancado, esa entrada de la profesora en el preámbulo de sus palabras cariñosas, donde ambos, Liam y ella, son unión de  sus corazones.
**
Entró  con una linterna que le ha pedido al jardinero. Localiza la  madriguera de Liam y Luam .Allí están, abrazados, como dos enamorados. Sus ojos se vuelven de   rayas escarlatinas. Los celos la zurran. Se enoja, es encrespa y atacada su mal oliente vocabulario insulta a Luam.
– ¿Serás ramera? Qué hace una muchachita como tú en este sitio, en esta gruta deforme donde, su destierro, es sólo merecido para personas como tú. Acaso no has oído el timbre, retorno a las aulas. Acaso no sabías que tenías clase de idioma conmigo.  Acaso no sabes de las reglas del colegio. Eres sólo una gamberra. ¡Levántate de ese sitio! Regresa a clase inmediatamente.
        Ella se eleva como el rayo de luz, con la mirada perpleja del jardinero.  Mientras ella ya es escalera arriba hacia el aula Liam  aún anda acurrucado con el pavor que la profesora le provoca. No sabe que hacer: si levantarse y seguir su compañera o, quedarse allí engreñado.  A él no lo han  insultado  sólo a Luam. Por ello, en esa cuenca de la certidumbre piensa  que era mejor quedarse allí, acoplado en la esquina. Después de un tiempo de pausa de  su histerismo, la profesora clava el cono de luz en las pupilas de Liam. Su seísmo es ahora más manso, más pacífico, algo trajeado de seducción, algo conjurado por ese deseo  que sentía por los hombres.
-Tú. Hoy  te esperaba en mi clase, Luam no me importa que haya fallado. Pero tú, yo que tengo tanta confianza en ti . Tú , que ya eres un hombre y supuestamente serio .Sabes, Liam , te tengo como un alumno especial .Algo me faltaba hoy cuando tú faltaste a clase , algo que en días anteriores no había percibido , algo por lo que llevo una máscara  .
  El cada vez se encuentra más cohibido. No comprende  lo que  esta sucediendo.¡La profesora lo esta seduciendo¡, aunque ,ya sabía muy bien de sus deseos hacia los hombres .
–Dirás que soy mayor que tú pero, no creas, no creas. A lo mejor treinta años. No, no .Tal vez, veinte años o quizás, quien puede saber, diez años más. No más. Te lo aseguro. Por  ti se eleva  mi corazón y palpo ese albor del amor.
      La suavidad de sus palabras  es evidente. Es hipnotizante. Quiere conquistar a Liam.
     Al tardar  el jardinero comenza a extrañarse, le extraña que Liam  no hubiera salido con la muchacha.  Piensa que ha ocurrido algún siniestro al quedarse sola con él. Con un sudor frío aún por los gritos anteriormente dado por la profesora entro, entro rebuscando la luz de la linterna y la ira de ella. Va con mucha precaución por si él tiene que pagar su mal genio. Tropezó  en su búsqueda con cada uno de los muebles corrompidos allí abandonados. La linterna está al ras del suelo,  como si nadie la tuviese en sus manos. El jardinero al darse cuenta se extraño.
-Señorita, señorita- llamó él cauto por el pavor.
-Aquí estoy, aquí estoy.  ¡ Ay ¡, es que he tropezado y  la linterna se me ha caído- disimula la profesora .
- Bueno, señorita. Esta usted bien, es que he visto salir a la chica pero al chico no, ¿Ha tenido usted acaso algún problema con él?
-No hombre. No. Sólo le estaba explicando la mala acción que había hecho. ¡Vamos!¡Vamos ¡, que se me hace tarde y ya la clase esta a punto de terminar.
           Al entrar  en clase todos se ríen.
-Tú, pequeña granuja, .Tú atrás, en lo más alejado de la clase, ahí permanecerás durante todo el curso.
Ese es el castigo apuntado sobre Luam, mientras a él nada.
Luam con su bicicleta después de despedirse de sus amigas con la humillación a  sus espaldas  va para su casa por una vereda de  arboledas hasta llegar a esa planicie donde se halla su hogar. Mientras, Liam, el cual también posee una bicicleta  para retornar hasta sus paredes lo para la  profesora de ingles en medio de su camino. Se pone delante de él con su coche implicando al muchacho a una proposición de la  cual no se podría negar. Lo invita ir a su casa por la noche, para conmemorar, según dijo ella,  su cumpleaños, ya que se encuentra  sola y aislada  y necesita alguien en su celebración. Liam , no sabe decir que no ,accede  a la propuesta. Una propuesta de un nocturno, un nocturno cuando aún la luna es rosa menguante y el sera  alianza  para el    júbilo de ella.
 Luam , en su regreso a casa, después de la viscosidad  de la arboleda, después del cimbrar de su cuerpo  por la escarpada superficie, presencia esa casa aislada donde ella vive y esos campos donde los filamentos áureos representan el más grato esplendor al son de una divina bóveda celeste. El día  no está  nublado,  es acogido con los rasgos  veraniegos ya venideros. Sí, el verano se acerca, con el  canto del secar de los pétalos primaverales, con el secar de los arroyuelos que en su paso deja, con la canción de los diminutos insectos zarandeando, mordisqueándola  cuando para a descansar y respirar de esa maravilla natural .  Desde lejos intenta ver si sus padres están por los alrededores pues, era costumbre de ellos  de esperarla sentados en el porche.
 Sus padres es un matrimonio loado  de  felicidad, ninguna rudeza entre sus relaciones, siempre dosificados con la cariñosa  balada del amor, siempre con sus acaricias derritiéndose entre sus afectivas miradas.¡Siempre mirándose¡ , ese mirar que entusiasma a Luam.
 Pero, ese día, el humear de una mala hierba era ruptura  se le avecina a Luam.. ¡Nadie la espera ¡, y, ella, cada vez está  más cercar de sus paredes de maderas, madera talladas por el espíritu limpio de su padre, por la emotividad de su madre que le ayudaba en todas las tareas  .Uno y otro,  cuando fueron alianza  bajo la luz de una boda con toda humildad,¡ un brindes para los novios¡ y después esa danza nupcial hasta ser ruta de las sabanas tejidas por las manos de su madre .
Al llegar a  casa Luam los llama, quiere ser recibida como siempre, pero esa llamada se transforma en una eterna llama fundida, se transformo en una preocupación para Luam, ¿Qué pasara? ¡Por qué esa tardanza ¡ .No lo entiende.

       Deja su bicicleta a un lado de la puerta, donde se encuentra esas sillas de madera picada por la ruin polilla. Sillas para el  descanso  después de  esas horas liadas  al  trabajo, cuando el ocaso es acérrimo liar de sus manos. ¡Trabajo del campo ¡ perdurable  durante todos los ciclos del sol en el avance del  día.
Al entrar dentro piensa que algo ha pasado. ¡No es normal ese silencio¡, ese silencio de fogones amortajados, donde el tararear de la comida de su madre no sucumbe , el silencio de la pipa que acostumbra su padre fumar al ser el sol  querencia de esa  cumbre más allá del horizonte . ¡Nada¡, no se siente nada,  el apretar de un precipicio era espectro de su silueta desesperada .
Corre con la certidumbre recorriendo por sus venas. Se dirige hacía la puerta trasera de la vivienda ., esa que da con las plantaciones de las de sus padres. La alumbra   un cercano quejido de calvario,  algún agrio percance que la invalida a dar más pasos. Se detiene  en la  salida de aquellas murallas de roble, encima de esa tierra calva donde aún las semillas no son verdor en sus surcos. ¡Se detiene con el hermetismo de unas tinieblas desagradables! .¡Es un llanto lo que escucha ¡.Es  una siega de escarcha la que la embarca  un naufragio.
Instantes después de  volver a la realidad comienza a correr, a correr con esa presteza de su presentimiento hacia el lugar donde el  huracán era brote. ¡Comienza a contemplar una silueta arrodilla¡, comienza a contemplar un mástil derrotado.  El pavor entonces la convierte en un telón tórrido hasta ser escena de ellos: de sus padres . Él limo cárdeno emancipado de la vida, ella, ocaso de la luna . ¡Arco iris de azufre que la consume con un voraz cierzo¡, sus palmas son locura de su llanto, su rostro es tosco senderismo por el país de los ahorcados, sus palabras son extinción .
 ¡Calla la madre!, calla cuando su hija es figura de espanto ante ella, figura que se levanta  en el vuelo del dolor en busca de ayuda. Atravesó  de nuevo la  casa, pedalea  con toda su fuerza  la bicicleta  ensangrentadas de desolación, azorada por ese pensamiento aún infértil. ¡No puede creerlo¡ No lo acepta , no permite esa ida por los valles de los elefantes moribundos de su padre .
 En su recorrido al  pueblo su corazón late cada vez más rápido y potentemente. Un pueblo de  piedra viva cobijando todos sus habitantes. Un pueblo   callado por ser caldear del  mediodía donde  el único bar que poseía se relamía con el vaivén de esos sombreros caídos por sus dueños embriagados, a ellos, no quería cruzárselos por el camino, sabía de esa tendencia felina de piropear su juventud. Sólo quiere llegar a la casa del médico. Está  situada en un lugar céntrico, frente una  fuente donde todos los años se celebra la  conmemoración de las mujeres que iban a coger agua al lugar con sus cántaros  acostados en sus cabezas, con los pies descalzos; endurecidos por rozar de la tierra  , esas mujeres que ya no se veían por el paso de los años. Mujeres trabajadoras, sufridoras de ser fardo de todo lo que concurría en sus inmediaciones, mientras, los hombres,  eran fluir  de los campos de sol a sol como su padre. Por  ello cuando pasa ante ella es recuerdo, lo recuerda en esas historias que su padre   contaba todas las noches, con las mismas palabras:
 “ Sabes hija..” le decía “.. cuando yo era joven ruiseñor y tu madre golondrina de mis revuelos, todas las mujeres se  congregaban en esa pequeña fuente del pueblo :  donde la iglesia es reina y las casas giran a su alrededor . Con sus risas y sus faldas recogidas  magnetizaban la mirada de los chicos en ese ir y venir de cántaros durante todo el día .Desde la cantata del primer gallo, el más fornido del pueblo, hasta esa hora donde el sol bulle con más ímpetu, esa hora donde nosotros, los hombres regresábamos del campo para relajar nuestro esfuerzo   hipnotizados por el chismorreo de ellas. Nos recostábamos bajo la sombra de la iglesia observando cada gracia de sus movimientos, observando aquella que cada uno de nosotros teníamos designada. Con un regocijo cuando hacíamos una gracia para el  alberga la mirada linda de ellas. ¡Ay esos días¡, cuando yo, joven apuesto y tu madre bella , éramos colina de siemprevivas que  temblábamos con el simple hecho de la alianza de nuestra mirada . No hacia falta más para saber de quien sería esa mujer para el  futuro”. 
Sus pensamientos de esos momentos de  felicidad son arrasadas cuando el dolor se perpetua más y más en su alma  .Llega  a la  casa del médico que está situada  al lado de la iglesia una aldaba de grandes dimensiones la hizo apurar sus fuerzas con la rapidez escalofriante de la llamada. Una y otra vez, una y otra vez hasta que escaleras abajo se oía las pisadas aceleradas  del medico.
 –¡Ya va¡. ¡Ya va¡ -  grita él desde el interior  de la casa.
 Abre la puerta sin preguntar de quien se trataba .El médico sabe que no tiene enemigos, que nadie toca en la  madera fornida de  su casa por lo largo de los siglos si no era por una necesidad, su familia es considera por lo largo de las centurias un privilegio de la comarca, con esas manos remendando  todos los males: alquimistas primeros, científicos confundidos con la metafísica  y luego en la cúspide del paso de los siglos determinándose por una de sus ramas, él, eligió ser médico. Preocupado siempre por los que tienen más miseria, por  los más desgraciados de aquel pueblo. Porque si bien era pequeño, en esa pequeñez existen almas desamparadas: vagabundos que él mismo invita a veces a su casa.
“¿Qué haces aquí amigo mío?, Vamos a mi casa”, les decía aquellos que no tenían  techo. Siempre tan benevolente, siempre tan educado y afable para la necesidad de los demás.
- ¿¡Qué ocurre Luam,? -  Pregunta al abrir la puerta -En tu rostro la mala bala de un sufrir se aloja. ¡No quiero ni pensar lo que a pasado¡, Dime ,¿qué ha sido niña mía?. En tus ojos ese candil de las estrellas satinadas son volcar sobre un mal. Cuéntame, Cuéntame lo que te sucede.
     Luam , pálida criatura, incrédula aún  de lo que ha pasado no dijo nada, sólo incrusto su mirada a la del médico . El médico comprendió que la angustia  la azotaba.
-No digas nada hija. No digas nada- Dijo él comprendiendo el significado  de sus ojos mustios. Algo cruel ha sucedido- Sólo seguiré tus pasos, tus pasos hasta donde ha habido esa penumbra que a ti te azota.
    Se aparta de ella para entrar en su casa la bicicleta con la que ha venido Luam. Cerro  todo, cogió su maletín y se  pusieron en marcha con su auto .
Otra vez ese camino entre el boscaje, ese camino que para Luam es sólo hierros oxidados, donde las hojas verdinas no son sino una plegaria del llanto, donde los baches del camino son una estaca que se le enclava cada vez más y más al aproximarse a la casa.
Él médico no dice nada, sólo deja el silencio ser guía de lo sucedido. Una tragedia cavila, ha tenido que ser una tragedia para que la faz de Luam  sea modelo de la languidez. Esa desgana del trinar y esa deforme vivienda donde ya el color de sus campos hacía  contraste con ella.
Al llegar, ambos bajan del coche.   El médico sigue  a Luam  a través de la casa, a través de los orodados campos del infierno hasta el lugar de los hechos. Entonces, el médico, ante el pavor de lo peor comienza  a  galopar dislocado hasta llegar al lugar de la  catástrofe. Halló   una mujer que con el pañuelo escondía sus canas  acurrucada sobre un cuerpo erosionado. ¡ Vitalidad baldía¡ .¡ Mortal para una fosa¡. Se agacho junto a él mientras Luam mira al universo, con la derrota de que su alma volviera  vida, con el absurdo de lo que era la vida, con el reprimir de sus lágrimas.
El medico y el padre de Luam se llevaban de mil maravillas. Los domingos paseaban juntos  cuando la madre escuchaba  la misa y era chismorreo con sus amigas; esas que cuando en su juventud eran ida y venida  del cántaro sobre sus cabezas, con esas con las cuales se había empapado ciento de veces en la  fuentecilla y hablaban de los sueños.
El médico le coge de la mano y comprueba su pulso. En sus adentros existe una gran angustia, no puede  creer lo que ha sucedido. ¡Ha perdido un amigo¡. Un amigo de juegos de su infancia aunque los status  de cada uno fueran diferentes. Ese amigo con el cual corría hasta el arroyo enmarañado entre los árboles de aquel monte centinela de sus travesuras  y después se zambullía en sus corrientes. Ya no le vera más.
Se levanta de la  posición que esta  observando a esa mujer asolada y esa hija abstraída. Tiene que ser valiente, no romperse él también en aquel desastre de la muerte prematura, del amor.
Toma camino   de nuevo al  pueblo, tiene que  avisar a toda la vecindad, tenía que conseguir ayuda para recoger ese cadáver engullido por esa monstruosa máquina aurora de sus campos . Deja  allí  a las dos solas y el espíritu de él vagar entre sus corazones, tropezando una y otra vez con el pasado donde ambos fueran oasis, con ese revolver de la incredulidad  en sus vidas. Su ida al inframundo de los jamases donde ya en la dominical reunión no sería brindis de ese buen vino en el bar del pueblo.
Pobre hija, medita él en el transcurso de ese arroyo que se disipaba en la llegada  al pueblo donde aún sus habitantes son silencio por esos adoquines .Detiene  su auto en el centro de la plaza  y rápido va  en busca de algunos hombres que le ayudasen con el cadáver.  Lo primero que hizo es ir   a la iglesia donde el cura duerme aun con sus añejos atuendos. Ese símbolo negro que lo vestía fue minutos desesperados para él médico. Lo llama apuradamente sin dejar de ser nudillos de esa puerta hasta que él es eclosión ante el  rostro de él.
 – ¿Qué ocurre señor doctor? ¿Alguna mala cosecha?  ¿¡Quien es el muerto¡?- Pregunta el cura al médico con ese tono de voz de preocupación por sus feligreses, con esa calvicie que lo coronaba y la pelusa cana que ya le quedaba  en sintonía con su barriga abultada y, en la mano, ese libro de misas para la venida de la tarde .
– El campesino  Pancracio ha fenecido.
-¡Pancracio! ¡Pancracio!. Oh Díos y virgen santísima. ¡Por qué! A un pobre hijo de tu mundo lo condenas  cuando aun  es joven espíritu a ese submundo donde nosotros seremos apartados para verlo de nuevo.
Cierra  su puerta para ir en busca como de costumbre a esos hombres que encima de sus hombros llevaran  el  cuerpo. Ambos, tocan en algunas casas donde el descanso aún era vigencia. Ya todos reunidos se encaminan al lugar del hecho con esas antorchas que en la noche y puestas  en las cercanías de la casa se prenderán como signo de un alma que se va .
     Al llegar allí  aun se encuentra su esposa y Luam  junto al cadáver .El cura y el médico se acercan cogiendo  cada uno a cada una de las manos para hacerlas levantar de ese suelo impío. Después, con el permiso del párroco cuatro hombres se aproximan al cadáver, cuatro hombres que con sus cuatro esquinas lo llevan hasta su casa. Con paso lento, con el duelo entre los huesos, con el llanto sórdido, con la letanía de esa tarde que ya se avecinaba .Hay un sol cabizbajo paralelo  del suceso.  Al llegar a la casa  al cadáver lo ponen sobre la cama .El cura  cede toda su calidez a las manos de la madre de Luam  en esa habitación donde noches de estación tras estación eran jugo del amor, eran jugo de esas sábanas bordadas por ella  y esos  rústicos muebles alumbrados por una lamparilla que absorbían de sus cuerpos desnudos. Su mujer  se sienta a su lado. Todo a su alrededor son velas llameantes. El cura cuando deja las manos de la madre, desconsolado, comienza esa plegaría al difunto, esa plegaría donde todos los que allí se encontraba en ese momento agacharon  sus cabezas quitándose   sus sombreros hasta que él cura acabase. Acabase con el reposar de sus manos sobre la mano de ese que la vida le dio la espalda. Los hombres se van  menos el médico que con la media luz que acaparaba esos cristales de la habitación, donde el sol ya comenzaba a ser fuga ante la apresurada  oscuridad, se queda al lado de Luam .Quiere sofocar  ese sufrir inalterable. Quiere asegurarse del estado de ella y también del de la madre  hasta que la noche arribe y  comiencen a llegar todos esos habitantes de l pueblo. Cuando ellos lleguen, ellas estarían acompañadas y él de nuevo podrá volver si quería a su casa. Las llenarán de regalos por ser el muerto hombre y no de esencia femenina.
Con el paso de las horas y ese andar  de la luna la casa es visitada por todos los vecinos .Mujeres y hombres   apenados  entran en la estancia donde está el muerto. Posan sobre su frente marmórea un beso. Todo es silencio, nadie dice nada, sólo alguna mirada   pero, con el severo respeto del momento. Se sientan, se rozan  y con el venir del amanecer  y el fundir de las antorchas, el cuerpo es izado otra vez por esos  hombros de  los mismos hombres que lo recogieron del campo  para llevarlo  al pueblo. Van de pie  y, detrás del muerto, todos  esos seres que lo querían y guardaban una entrañable amistad  .La  madre Luam  y ella son pintura  grasienta. Los  árboles  hacen sombra a cada paso. No se siente  el cantar de las aves mañaneras, no se avista  el cantar del gallo, no pasa nadie para reanudar la jornada laboral. ¡Es día de luto¡, luto que cincela todas las paredes de las casas, todos los quehaceres de sus habitantes.  Todos se  congregan en ese lugar donde el cuerpo reposará nuevamente, en esa iglesia  donde el  cura ofrece  en su honor una misa  para después ser trasladado al campo santo. No hay pésames por medio  porque no es de buen ver sino días después de que el difunto estuviera bajo  la faz de la tierra entre flores de multicolores.
El médico que había sido vela de las dos mujeres toda la noche aún lo seguía siendo con la entrada de ellas en la iglesia, sus pisadas son como esas cadenas que los furtivos difuntos llevan en sus espaldas. La iglesia desprende un olor particular, de sus antepasados reflejados en  sus grises columnas, de esos cirios  alumbrando el  altar de   piedra tallada por escultores del ayer .
El padre se coloca delante del altar como símbolo de la última despedida antes de llevarlo al camposanto, así todos pueden ser pasaje de un último recuerdo, pasaje de sus vivencias, sobre todo esos que en su juventud fue aventura de su ánimo. Al acabar la misa, todos los asientos de aquella majestuosa iglesia , esa construida por la fe a Dios , son deshabitados. Se repite de  nuevo la imagen de esos cuatro hombres que con la penumbra de las emociones llevan ese cuerpo hasta el cementerio  seguido por todos en ese ritual del silencio  y el sol aún no pinchando con su voraz calor. Todo un desfilar de las gentes y dos almas en decadencia.
Al llegar al cementerio, un cuervo se relame en su graznar ante ese último toque de queda de una pala que con su ruido casi inexistente es forzada  por un hombre de ya de viejos rasgos, con el albar de su frente arrugada,  con la andrajosa prendas que usaba y el sudor de un excavar y excavar reiterado .Todos se agrupan alrededor de la fosa cuando el sepulturero termina. Esa será la nueva casa de aquel hombre. ¡Lugar tosco¡ ¡Lugar tenebroso¡ Lugar sin sentimientos, alejado de todo ese balbucear de las risas ,de las palabras de amor de su mujer y su hija . Allí es enterrado con el adiós eterno de ojos agrietados. Con el término del entierro  esa tierra blanda de porosidad fina y rojiza se queda sola. Sólo el médico, la madre y Luam se quedan allí con el paso del día , un día que no se distinguía entre la noche del universo y la claridad de la mañana: monótono , intangible a la muerte aun.  Cuando la noche es himno triste se despiden de esa masa corpórea enjaulada para los futuros gusanos que lo rastrearían hasta no quedar nada de él. Luam y su madre se van a casa solas.  Andan en paralelo a las acequias secas y , tras sus espaldas, el   redoblar incesante de las campanas que las acompaña con su eco  hasta la casa .  Ya no será la misma con la huella del padre petrificada en cada una de sus maderas, en cada uno de los movimientos sonoro al compás de las palabras. El aroma de él será perenne en esa cama que reposo por última vez. Luam y su madre  aúnan su calidez y sus fuerzas   atemperándose  así con la  desvaída noche que viene.
El médico en su retorno a su casa  es conciencia de lo impredecible, sometiéndose a esos tragos de ron en ese bar del pueblo donde aún el mutismo entre sus muros es evidencia: barajas cansadas, murmuraciones desfallecidas y un dueño con los recuerdos  de ese ayer cuando él fenecido  era presencia. Se sienta en una esquina, en esa esquina donde el sol era un candelero de las sobras del día hasta caer en la tupida trinchera del desmayo. Dos hombres lo llevan de vuelta para su casa. Lo  dejan a ras de su puerta hasta cuando el despertarse y se diese cuenta de ese nefasto estado en que se encuentra.
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 Él aire que se precita de la ventana  abierta se transforma en tormenta y esa mujer con el sueño aún no erecto  a esa reminiscencia  de su vida huye  de dormirse.. ¡Nunca olvidará la muerte de su padre¡, aunque los años que pasen. Recuerda perfectamente ese rostro tendido en el suelo y el dolor de su madre, reccuerda perfectamente ese entierro maldito y ese retorno a la casa sombría de sus manos, con ese  frío amortajador    conduciéndola  de nuevo por esos retoques de la tristeza, con esa añoranza de no haber podido vivir el paso de sus  años con él. Ya es madrugada y el frescor de la noche la martiriza como una cuchillada, y es que no era el frío, era esa hojarasca que nieva entre sus pensamientos. La desvía de ese sillón donde se halla para cerrar la ventana, para cerrar esas sedosas cortinas hiladas con el carmín de sus pasiones. Se yerta ahora  a esa vitrina de mediados siglo diecinueve donde posee todos esos retratos: el de su padre, el de su madre, el de ella y sus padres,  hoy en día yermos.  Pero con la atrocidad del pasado que no más que sirve pasadizo de las vivencias del hoy concurre de nuevo a ese álbum de fotos estudiantil, discurre  por ese chico, por ese Liam. Ha sido  invitado por la profesora para cenar, en esa misma noche, en esa noche cuando su padre expiró el último aroma de las flores.
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 Liam llega a casa de la profesora sin saber aún de lo sucedido. Esa casa que ella posee en las afueras del pueblo: aislada, aguardada por largas verjas que era casi imposible o peligroso el acceso a ella .Ella siente su llegada y abre la puerta inmediatamente.
-¿Como te encuentras Liam? Agradezco  que me hayas  visitado.
El muchacho pávido no dijo nada sólo dejo llevarse por el aroma  de ella.
Es una casa de  una nave y, a su alrededor, un diminuto y rebosante   elegante jardín. Ella misma lo cuida. Sus flores  yacían apagadas hasta la nueva aurora.
       El observa su espalda desnuda al  entrar en la casa. Su suelo está decorado con  alfombras persas. Ella se halla descalza, a Liam también le invita a que se descalzarse antes de pisar sus suaves vellosidades. Liam obedece, mientras se quita  sus zapatos mira las paredes de la casa, son de un azul lavado y mariposas blancas, con un aroma a esa atávica senda de los egipcios . .Estatuillas adornan la entrada del salón de  la casa  después, en su centro, una mesa ovalada donde dos candelabros son sólo luminosidad de la densa oscuridad que allí hay. Todo está ya preparado, todo está listo para comenzar esa cena  donde ella ha designado un traje negro de seda: provocativa, guapa , tanto, que los ojos de el no pueden desviarse del halo de belleza que presenta. Liam se despoja de sus gafas mirando atentamente su  maquillaje: flora que la hace más maravillosa. El tono de su voz  tampoco es el mismo, es como una gran mujer que cualquier hombre se enamoraría  de ella. Ahora entiende él por qué era  una de las mujeres más deseada  por los hombres. Ese interiorismo, esa personalidad que exalta hasta en sus cortinas de las altiplanicies de los pueblos indígenas de Sudamérica, es como una especie de viaje por esas selváticas esencias de las culturas del ayer. Aunque la casa es pequeña todo lo que se muestra es un  mosaico de expedición afrodisíaca para los que allí entran. A él le estimula intensamente. ¡Su misterio¡ Es misteriosa y ello crea magnetismo. Quería  saber más de ella. 
Liam  no dice palabra, está como retraído, obsoleto en la beldad que ella insufla.
-¡Venga muchacho ¡ Siéntate aquí,frente a mí, para comenzar ya   esta cena especial que te he preparado .
Liam toma asiento. Delante de él se encuentra  la arrogancia de unos cubiertos de nácar y esa porcelana de una vajilla pintada a mano que lo impregna  en una experiencia que nunca había vivido.. La   música clásica es atmósfera que los envuelve. ¡Tanto romanticismo¡ ¡Esa sonrisa de ella¡.La exquisitez rebosante de ese plato que con el comienzo de ella él también comienza  engullirlo cuidadosamente. Se fija atentamente en esa refinada educación de ella para comer.
Liam era un chico pobre, humilde, hijo de padre obrero, donde su capacidad monetaria y el nivel cultura eran altitud inalcanzable, donde las paredes de su casa eran de ese gris desgastado por el paso de los años, donde sus muebles eran esos trastos que otros no habían querido y sus padres los habían recogido para  ornar  la casa, por ello, estaba alucinado de la riqueza y la finura que allí se cocía. Nunca había entrado en un lugar tan semejante, ¡tan íntimo¡
La cena acaba y con ella hacen la mesa a un lado para bailar bajo una melodía romántica. La mirada de ella no se separa de los azules iris de Liam .Las velas se apagan y el clamor de la luna del verano joven comienza a ser  cantiles de esa danza rítmica, esa danza de toques exóticos con el relucir  de sus dos seres. El se deja llevar por ella, como plástico que se derrite en su molde hasta ser fundidos por esos toques de vino que de vez en cuando beben .Después, con el naciente de una sonrisa de entre sus labios que  no dejan de bailar comienza despojarlo de sus ropas. Ello, a Liam, le excita al mismo tiempo que siente temor .Es su primera vez. A paso lento la profesora lo lleva a su habitación. El dormitorio está  pintado de un azul marino representando el  universo, como si fuese una noche bajo las estrellas. Sólo posee una cama sin patas y una ventana que no deja ver el exterior por  unas esterillas de ocre  que tiene. El va encadenado a ella con el fuego de una ardiente lentitud que los magnetiza. El mira la cama, no puede creer lo que está sucediendo pero , se deja llevar . El  silencio  es absoluto en ese descampado donde ella habita. No puede pen

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