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martes, 17 de septiembre de 2019

TOCAMIENTOS PATRIÓTICOS


TOCAMIENTOS PATRIÓTICOS
SEBASTIAAN FABER
A veces, una frase basta para echarlo todo por tierra.

“A menudo, hemos adoptado la visión de los enemigos de España”.
No habla Elvira Roca Barea. Ni tampoco es el fantasma de Ricardo de la Cierva. No, es Irene Lozano, secretaria de Estado, socialista, responsable de la marca ‘España Global’, un jueves de septiembre, en plena calle, frente al Congreso de los Diputados, durante la presentación de “La democracia se toca”, una nueva campaña de publicidad. Se trata de una serie de vídeos breves de gente hablando cuyo fin es dejar constancia de la modernidad de España. (“Un proyecto audiovisual que refleja la realidad democrática, moderna y diversa de nuestro país a través de quienes la hacen posible: sus ciudadanos”). La campaña, se anuncia, pretende “superar una imagen caricaturesca” de España y contrarrestar “campañas de desinformación”.


EL PSOE HA CAÍDO EN LA TRAMPA DE CIUDADANOS Y DE VOX. ARRINCONADO POR LA CUESTIÓN CATALANA, VIÉNDOSE ENTRE LA ESPADA DEL TRIFACHITO Y LA PARED DEL SOCIALISMO ANDALUZ, LE HA ENTRADO EL PÁNICO

“¿Por qué hemos hecho #LaDemocraciaSeToca?” se preguntaba retóricamente un tuit de la cuenta oficial de España Global después del acto en Madrid. “Porque nos hemos dado cuenta de que a los españoles nos falta narrarnos a nosotros mismos, que no hemos trabajado nuestro relato histórico y, a menudo, hemos adoptado la visión…” —pues eso: de “los enemigos de España”.

Cuatro palabras que separan una democracia tangible de una patria onanista.

El problema no es tanto que la frase de Lozano parezca remitir directamente –bueno, quizá vía Roca Barea– al Catecismo Patriótico Español, declarado texto oficial en las escuelas de la Zona Nacional un mes antes del final de la Guerra Civil. (“¿Cuáles son los enemigos de España? –Los enemigos de España son siete: el liberalismo, la democracia, el judaísmo, la masonería, el capitalismo, el marxismo y el separatismo”). No, el problema es que la frase asienta un concepto de la patria que invita a pensar en términos de amigo y enemigo. Un patriotismo, en fin, para el cual toda crítica es calumnia.


Lozano no es la única afectada por esta nueva fiebre patriótica que también está arrasando en la izquierda española. “Necesito un vicepresidente que … diga que este país es un Estado democrático y de Derecho, que el Poder Judicial es independiente del Ejecutivo”, dijo Pedro Sánchez el 18 de julio en una entrevista en La Sexta. En otras palabras: no se trata de trabajar, digamos, para que el Poder Judicial sea independiente del Ejecutivo. Se trata de decir que lo es. Un patriotismo afirmativo.

¿Qué le pasa al PSOE? Lo lógico sería concluir que ha caído en la trampa de Ciudadanos y de Vox. Arrinconado por la cuestión catalana, viéndose entre la espada del trifachito y la pared del socialismo andaluz, le ha entrado el pánico. ¿O será que este PSOE que habla sin pestañear de “los enemigos de España” es el de siempre? ¿El PSOE cuyo Instituto Cervantes, fundado en 1992, sirvió para reencarnar, bajo una capa democrática, el paternalismo hispanista del franquismo?

¿O SERÁ QUE ESTE PARTIDO SOCIALISTA QUE HABLA SIN PESTAÑEAR DE “LOS ENEMIGOS DE ESPAÑA” SEA EL DE SIEMPRE?

Los tiempos cambian poco. Al actual director del Cervantes, Luis García Montero, el mismo idioma que le toca defender y difundir le está tendiendo trampas. En una columna reciente en InfoLibre, defendió la idea del castellano como un idioma impulsado por un “deseo ético”: “Tenemos la obligación de conseguir que el español, una lengua materna para 480 millones de personas en el mundo, represente una cultura de seducción democrática… basada en el respeto a los derechos humanos”.

Nada contra la defensa de los Derechos Humanos. Pero también a García Montero parece habérsele pegado la fiebre rocabareana. “Pese a la leyenda negra alimentada por otras civilizaciones siempre más inclinadas al mercantilismo y la piratería” –¿de qué civilizaciones estará hablando?, me pregunto, como holandés que soy–, “el español supo entenderse desde sus orígenes con otras lenguas, basó su capacidad de extensión en su papel vehicular, respetó mucho más que el inglés la convivencia con las lenguas originales y aprendió, en las dos orillas, que es tan importante conservar la unidad del idioma como respetar las singularidades geográficas de sus hablantes”.

Una democracia que se toca. No tengo nada contra las fantasías, pero “narrarse a sí mismo” no sirve si no parte de una lectura crítica del pasado y del presente; no sirve si se limita a fantasías autocomplacientes y a un patriotismo rancio.

Si la España de hoy fuera tan “democrática, moderna y diversa” como pretende Lozano, no habría dirigentes políticos y culturales que, creyéndose progresistas, se dejaran seducir tan fácil e impunemente por retóricas retrógradas heredadas de tiempos más oscuros.  

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