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viernes, 27 de septiembre de 2019

PINO OJEDA, LA POETA DEL AMOR ARREBATADO BRUSCAMENTE


PINO OJEDA, LA POETA DEL AMOR ARREBATADO BRUSCAMENTE
La artista canaria comenzó a escribir a los 23 años, tras la trágica muerte de su marido en 1939, en el frente de batalla de Extremadura
ANA SHARIFE
Entre los autores que forman parte del temario de la Evaluación de Bachillerato de Literatura Universal para Acceso a la Universidad (EBAU), en Canarias, hasta el pasado curso sólo se encontraba una mujer, Josefina de La Torre (Gran Canaria, 1907-Madrid, 2002). Poetisa, novelista, soprano y actriz formó parte de la Generación del 27 y la corriente vanguardista hispánica de la primera mitad del siglo XX. Su poema Me busco y no me encuentro desvela el sentimiento de desgaste que sentía, rodeada de oscuridad, en un mundo de hombres.

Este curso 2019-2020, la obra de otra mujer se cuela en las aulas de Bachillerato y entra a formar parte del temario de acceso a la EBAU. Se trata de Pino Ojeda (El Palmar de Teror, 1916-Las Palmas de Gran Canaria, 2002), una de las poetas más relevantes que ha dado la literatura canaria en el siglo XX.


La pintora canaria comienza a escribir a los 23 años, a partir de la trágica muerte de su marido en 1939, acaecida en el frente de batalla de Extremadura, durante la Guerra Civil Española, de ahí que toda su obra beba de la fuente del amor como centro de su existencia, aún en su último libro, El alba a la espalda (1987), donde hace un sensible repaso a su vida.

La artista abre con sus ahorros una galería de arte, y en 1952 se convierte en editora con la fundación de la revista Alisios. Logra el accésit del prestigioso Premio Adonais con su libro Como fruto del árbol (1953).  Con La piedra sobre el camino obtiene el tercer premio de poesía Tomás Morales (1955). Y Con el paraíso al fondo, su única novela, fue finalista del Premio Nadal en 1954.

Pino Ojeda fue adorada por los escritores más destacados de entonces. La terorense edita con sumo esfuerzo la obra de muchos de sus coetáneos. Su correspondencia epistolar habitual con Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas o Carmen Conde, entre otros, habla por sí sola de lo que la admiraban y respetaban.

A partir de la década de 1950 es su obra la que comienza a figurar en colecciones como Antología de poesía española (1954) de Aguilar, Poesía femenina española viviente (1954), de Carmen Conde, la Segunda Antología de Adonáis (1962) y la Antología general de Adonáis (1969), Panorama poético español (1965), de Luis López Anglada, o Panorama Antológico de poetisas españolas (siglos XV a XX), de Luz María Jiménez Alfaro, entre otros.

Sus libros han estado, sin embargo, prácticamente descatalogados, y los publicados se encontraban apenas en algunas bibliotecas y librerías de segunda mano. A día de hoy, la escritora continúa siendo una desconocida para la mayor parte de los lectores de Canarias y sus obras publicadas son escasas, en comparación con los textos inéditos que se conservan.

La escritora aborda a lo largo de su vida todos los géneros literarios (novela, teatro y poesía) y colabora en revistas nacionales y extranjeras, como Poesía Española (Madrid), Estafeta Literaria (Madrid), Revistart (Barcelona), Caracola (Málaga), Al-Motamid (Tetuán) o Profil Littéraire de la France (Bélgica, dirigida por Henri de Lescoët), por citar sólo algunas.

En 2002 Pino Ojeda muere dejando 22 libros inéditos. Póstumamente se publica Árbol del espacio (2007), ilustrado por Plácido Fleitas y Juan Ismael, así como el poemario El derrumbado silencio, en 2017. Es necesario destacar El salmo del rocío (1993), que obtuvo el Primer Premio Mundial de Poesía Mística, convocado por la Fundación Fernando Rielo en 1991.


En la celebración del centenario de su nacimiento hace tres años se presentó el estreno de la película documental La habitación del fondo. El film narra la vida de una artista que luchó por la liberación de la mujer en un contexto social y político rural y conservador. Obra de Domingo Doreste, nieto de la artista, con guion de su padre, daba a conocer la figura más íntima de una mujer adelantada a su tiempo. El cineasta recuerda cómo su abuela “se atrevió a abrir caminos que casi nadie transitaba”, y que “sin medios materiales abrió una sala de arte en tiempos difíciles, y viajó para exponer en Suecia, Alemania, Francia, Suiza y Estados Unidos”, realizando exposiciones individuales y colectivas, itinerantes y permanentes, en museos y galerías. La artista es elogiada por renombrados críticos de arte, que la consideran una de las precursoras del arte abstracto en Canarias. Obras suyas figuran en colecciones privadas de Alemania, Italia, Suecia, Japón y Estados Unidos.

En la cinta se escucha a Pino Ojeda decir “lo mejor está por llegar”, y así ha sido. En el año 2000 se le concede el título de Hija Adoptiva de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y en 2001 es nombrada Hija Predilecta del Municipio de Teror. Asimismo, se le otorga el Can de Plata de Cabildo Insular de Gran Canaria. Actualmente, la artista cuenta con un busto de bronce, obra de Teo Mesa, en el Auditorio de Teror, así como con una calle con su nombre en el municipio que la vio nacer. El Gobierno de Canarias le rindió un emotivo homenaje en 2018, con motivo del Día de las Letras Canarias.

Te busqué por los sueños es uno de sus grandes poemas. La búsqueda del amor arrebatada tempranamente.

Te busqué por la tierra, por largos
pasillos de seres. Te busqué por las noches,
por calles y sombras, por quietas esquinas
agudas. Te busqué por los días. Nadie
con carne y tacto me descubría tu nombre.
Te busqué por los bosques: altas miradas
rodaron por copas, por ramas, por quietas
palmeras, por viejos pinos lejanos. Pero nada,
nada tenía escrito tu nombre.
Te busqué por las hojas sobre vientres
de campos morenos. Te busqué por los trigos,
por valles y praderas de lirios, por montañas,
por fuentes. Por cada sendero oculto
iba gritando tu nombre.
Te busqué por los mares, por frágiles
barcas de marineros mojados. Te busqué
por algas, por peces, por rocas agudas,
por olas y anchas playas doradas.
Te busqué más abajo, en lo hondo, entre
viejas astillas de barcos remotos. Olvidadas
cartas marinas no decían tu nombre.
Te busqué por estrellas, por nubes,
por albas, por quietos celajes. Te busqué
por los aires, por la luna callejera,
por locas primaveras saltando.
Te busqué por el tiempo, por los siglos:
fríos cementerios no tenían tu nombre.
Te busqué por un signo, un signo de ave
y nadie, nadie podría encontrarte.
Te busqué por los sueños:
por los sueños, tú me estabas esperando.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por su artículo D. Anghel. Un abrazo de Domingo Doreste Jr.

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