A contracorriente
EUROPA MIRA HACIA OTRA PARTE
Enrique
Arias Vega
Socialistas y conservadores alemanes
están contentos porque la nueva extrema derecha no ha ganado en las elecciones
estatales de Sajonia ni en Brandeburgo. Aun así, los ultras han obtenido tantos
votos como el partido de Angela Merkel
y casi el doble que los socialdemócratas. ¿A qué viene, pues, tanta alegría?: a
que ambos han conseguido conservar su respectivo poder regional y los cargos y
las prebendas anejas a él, y a que mañana será otro día.
El futuro de su país, y de Europa, se
les da una higa. El camino de los partidos que han sostenido históricamente la
UE parece simplemente el de la supervivencia y no el de un ilusionante proyecto
común. En ese contexto, ¿por qué les extraña que haya cada vez más
euroescépticos?
La Unión Europea, pese a sus crecientes
contradicciones, quiso al comienzo de su decadencia emerger todavía como un
poder autónomo e intervenir en la política internacional. Animó a los países
árabes a tener sus primaveras
democráticas sin ofrecerles una ayuda eficiente ni pedirles un programa de
reformas, y con su actitud errática ha propiciado el caos con varios Gobiernos simultáneos
en Libia, el crecimiento del Estado Islámico, la quiebra de los regímenes
laicos y el deterioro y degradación global de la zona. ¿De parte de quién está
la Unión Europea? Ni ella misma lo sabe.
No hay que ir más allá de nuestras
fronteras comunitarias para observar mayúsculas contradicciones en política
fiscal, colaboración policial o normativa migratoria. Ni hay una actitud
coherente con los países de origen de los emigrantes, ni una política de
acogida/rechazo, ni el cumplimiento de la ley de extranjería. La policía y los
tribunales europeos conocen con exactitud el aumento de la delincuencia en el
interior de la UE y la incidencia en
ella de la inmigración ilegal, con actitudes delictivas ya en el mismo ingreso
en la Europa comunitaria, pero no se atreven a dar cifras por su temor ante el buenismo social y a la inmediata
acusación de racismo y xenofobia que eso aparejaría.
Ante tanta dificultad, y previendo un
futuro más que negro, las autoridades europeas prefieren mirar hacia otro lado
y que salga el sol por Antequera. Pero de no coger por los cuernos el toro de
la evolución social que se avecina, ni saldrá el sol por ninguna parte, ni
habrá ya Europa a la que éste pueda iluminar.
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