DOS RUBIAS MUY LEGALES
DAVID TORRES
Menuda sorpresa lo
de Aguirre y Cifuentes. Debe de ser la primera vez que falla en este país la
defensa de «yo de eso no sé nada, señor juez», «yo no me enteraba de nada»,
«soy ciego como un topo» o «a mí que me registren». El único político con que
esa clase de argumentos ofrece visos de credibilidad es con don Mariano Rajoy,
y eso que es registrador, pero lo cierto es que Mariano daba de sobra el papel
de alma bendita, de despistado que acaba de levantarse de una siesta y no sabe
si está recogiendo un sobre repleto de billetes o la última edición del Marca.
De un hombre que no entiende su propia letra se puede extrapolar que no
entienda tampoco la letra de los demás, menos aun las iniciales, no digamos ya
los números de su partido, que son a la vista de todos los indicios algo así
como las cuentas de la familia Corleone con balcones a la calle.
En cambio, el juez
del caso Púnica, Manuel García Castellón, supone que hay pruebas suficientes
como para creer que Esperanza Aguirre no sólo conocía sino que había puesto en
marcha los recursos fraudulentos para financiar diversas campañas electorales,
autonómicas y nacionales. Mira que Aguirre intentó echar balones fuera, que
puso piedras por el camino y tentetiesos de pantalla, que se dio golpes en el
pecho, que luchó contra la corrupción a capa y espada, que proclamó la honradez
como parte esencial de su crédito político, que se hizo la tonta y se hizo la
rubia, pero al final nada, le toca sentarse en el banquillo.
Debe de ser que
Aguirre, a pesar de todos sus numeritos, no termina de encajar en el rol de
papamoscas y por eso su defensa de «me engañaron entre todos» no ha cuajado tan
bien como otras veces. No hay duda de que tenía un ojo infalible para elegir
colaboradores a su altura, desde Francisco Granados a Ignacio González, por no
hablar de su sucesora en el cargo, Cristina Cifuentes, una mujer que repitió
tantas veces aquello de que el PP mantiene una tolerancia cero frente a la
corrupción que no ha habido más remedio que admitir que decía la verdad. Cero pelotero.
La nada absoluta. Desde altillos forrados de euros a cremas mangadas en el
Eroski todo en el PP madrileño era un casting del Torete. Quién iba a decirlo.
Esto es lo que ha
heredado Díaz Ayuso, un banquillo repleto de imputados cinco estrellas y una
contabilidad más negra que los charcos de Chernobyl. De ahí no se libraba ni el
perro de Aguirre, Pecas, pobrecillo, muerto el año pasado tras atropellarle un
vehículo, aunque los mal pensados afirman que fue para que no ladrara más de la
cuenta. Me refiero a la cuenta de twitter de Pecas, llena de ladridos y
arrumacos a su ama que fielmente tecleaba Díaz Ayuso, otra que tampoco sabía
nada y menos que va a saber al paso que va la fiesta. Sí, creíamos que la vieja
defensa de «yo soy tonta perdida, señor juez» era irrebatible. Debe de ser
también que el juez es sordo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario