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lunes, 12 de agosto de 2019

EL ACEITUNERITO BLASFEMO Y EL CRISTO DESHONROSO


EL ACEITUNERITO BLASFEMO Y
 EL CRISTO DESHONROSO
ANÍBAL MALVAR
(En la primera entrega de este relato ficticio de verano, el hombre simple y algo cateto es condenado por calificar de “hijoputez fascista” el proceso de una asociación imaginaria llamada Abogados Cristianos contra un personaje en busca de autor llamado Willy Toledo, cuyo delito fue cagarse en dios en las redes sociales: “A Willy Toledo quieren enchironarlo. Con esto no quiero ofender a vuestro dios, Asociación Española de Abogados Cristianos. A vuestro dios quiero condenarlo a cadena eléctrica en la silla perpetua. Y a vosotros también. Y a los jueces progresistas que no huelguean contra esto. Y que os permiten seguir sembrando vuestra hijoputez fascista sobre nuestra libertad de expresión y la inocencia de los niños”).



Era una tarde de febrero de 2018. Los informativos aburrían con la nueva conseja del presidente Mariano Rajoy, un gobernante como dios manda, según su propia definición, que animaba a sus súbditos a ahorrar más para asegurar el futuro de las pensiones y la educación. ¿Para qué va a ahorrar alguien en educación en un país que garantiza escolarización gratuita? Misterios de la alta política. Era un presidente que creía más en dios que en la estadística, así que es normal que no reparara en que el 15% de las mujeres de su ejemplar país cobraban menos de 700 euros al mes, con lo que el ahorro no podía entrar en sus planes. No se puede estar en todo.

Al llegar a la sección de noticias ligeras, aparecía en pantalla un chaval de poco más de 20 años, rostro enjuto, melena oscura y ensortijada, ojos de penitencia y voz lacrimosa: “En ningún momento tenía intención de ofender a nadie, mis padres son cristianos y yo he hecho la comunión, yo lo hice como un montaje más y por eso no entiendo todo lo que está pasando”.

El chaval se llamaba Daniel Cristian Serrano, vivía de varear aceituna en Jaén y había sido condenado dos días antes por un delito contra los sentimientos religiosos. Su blasfemia delictiva, haber colgado en Instagram un fotomontaje caracterizado como Cristo sobre el lema: “Yo también soy despojado”. Contaba el chaval, con palabras torpes y vencidas, que su madre incluso había tenido que ser hospitalizada con un ataque de ansiedad. Las madres, siempre tan exageradas.

La Fiscalía pedía para Cristian una multa de 2.160 euros y responsabilidad civil subsidiaria de 180 días de privación de libertad si no pagaba. Le acusaba de “vergonzosa manipulación del rostro de la imagen” y de “manifiesto desprecio y mofa con propósito de ofender” contra la Cofradía de la Amargura, que lo había denunciado. Finalmente, su abogado de oficio aceptó una multa de 480 euros: “Bueno, tendré que varear aceitunas diez días más para pagarla”, se resignaba el chaval.

Tras un arrebato de miedo y asco en España, el sociópata que protagoniza este relato pensó no solo en la iniquidad de esta sentencia, nacida de un contubernio de incompetencia, fanatismo e ignorancia por parte de la fiscalía acusadora, el juez instructor que acepta investigar este delirante caso, y el abogado de oficio que, en flagrante dejación de funciones, aconseja a su defendido humillarse arrodillado ante las supersticiones victoriosas.

La ignorancia del cuerpo jurídico que llevó esta denuncia de la Cofradía de la Amargura es evidente. Siguiendo las prescripciones de estos distinguidos letrados, la mayor parte de las imágenes de Cristo que vemos en templos y museos deberían ser arrancadas de las paredes y los frescos catedralicios. Pues, según la Biblia, representan al de Nazaret como un hombre indigno. Corintios, libro primero, 11.14: “Si el varón tiene cabello largo, es una deshonra para él”. Que denuncien a Miguel Ángel, a Da Vinci y al Greco, a Zurbarán, a Caravaggio y a El Bosco. Que no tarden.

–Me han entrado ganas de rock and roll, Minnie –le dijo el sociópata a su compañera, una boa constrictor muy cariñosa que convive en armonía con las mascotas vecinas, con lo cual ya no queda ninguna.

–Vas a perder. Te lo digo con el Código Penal en la memoria.

–¿Tú te has leído el Código Penal?

–Me he comido varias ediciones. Tú no les hacías ni caso y es menos aburrido que memorizarlas.

–¿A qué nos enfrentamos si llamo a estos inquisidores paletos iletrados, heces bazofieras, católicos yihadistas y estúpidos gregarios?

–Que te empluman. Y ya sabes lo que me gustan a mí los bichos con plumas –respondió la constrictor.

–Vivimos en un Estado aconfesional, Minnie.

–Eres tan inocente, chaval. El delito de blasfemia fue eliminado de vuestra estúpida legislación en 1989, pero los socialistas volvieron a reformar el Código Penal en 1995, e incluyeron la ofensa al sentimiento religioso.

–Joder con Pepe Bono…

–Si fuera solo Bono… Aquí hay media España que bosteza y otra media que se ofende.

–Pues yo ya estoy cansado de bostezar. Cuando bostezo, me parezco tanto a ti.

Y el sociópata escribió esto: Jueces de mierda y católicos de mierda. Quizá desconociendo las terribles consecuencias que le acarrearía en el futuro. Quizá no.

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Continuará el próximo domingo, día del Señor

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