A contracorriente
FICHAR EN EL TRABAJO
Enrique
Arias Vega
Hace treinta y tantos años, en el
periódico que entonces dirigía, la empresa se empeñó en que fichase todo Dios,
frente a la oposición rotunda y lógica de los empleados y la mía propia. Yo
quería a mis reporteros en la calle y éstos eran unos profesionales estupendos
que se partían todo el día la cara por las noticias.
Al final, hubo control horario, tras
la promesa que me hizo la empresa de no aplicar unos resultados que, de tomarse
en serio, perjudicarían obviamente a la producción, y la mía a los periodistas
de que se trataba de un acto simbólico que no obligaba a nadie a estarse
sentado en la redacción mirando a las musarañas.
Este ejemplo evidencia que el control
horario no siempre es beneficioso para todos. Sí lo es, por supuesto, para
aquellos que trabajan más horas de las debidas sin cobrarlas. También para el
Estado, quien probablemente recaudará más impuestos con los que afrontar el
vertiginoso desmadre de la Seguridad Social.
Exagerando, quizá, la reacción
ciudadana ante la norma, ya se ha curado en salud la ministra Magdalena Valerio diciendo que “nadie se la ha tomado en serio”. ¿Por
qué iban a hacerlo aquellos a quienes perjudica? Y no me refiero a malvados
empresarios explotadores, sino a la infinidad de empleados que dependen de los
objetivos, trabajan a tarea, tienen horarios elásticos, concilian trabajo y
tiempo libre, usan modernas aplicaciones electrónicas, son pocos para controlar
a sus compañeros, etcétera, etcétera.
Como en tantas otras disposiciones
legales, seguimos aplicando normas del Siglo XIX cuando está acabando la
segunda década del Siglo XXI. Cada trabajo no tiene nada que ver con otros
muchos, su manera de aplicarlo es diferente, sus resultados no dependen del
número de horas presenciales, la productividad es un concepto que no se mide
por el tiempo,… En realidad, todos los conceptos de economía de empresa que
estudié en Económicas hace medio siglo, están obsoletos y, en muchos casos, han
sido sustituidos por sus contrarios.
Dudo mucho, por eso, que la
vigilancia horaria resulte tan beneficiosa como pretenden quienes por intereses
políticos la han implantado. Eso sí: al menos las empresas de artilugios de
control se estarán forrando. Algo es algo en este mundo tan azaroso y
complicado.
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