DÍAZ AYUSO Y LOS AYUSAZOS
La
candidata del PP a presidir Madrid llena la política de pensamiento mágico, de
creatividad desbordada
GERARDO TECÉ
Recuerdo el día que
descubrí a Isabel Díaz Ayuso. Fue una tarde de las pasadas navidades. Yo me
estaba ventilando un chocolate caliente con churros y ella se estaba ventilando
una entrevista por televisión. Al verla hablar, dediqué un rato a intentar ubicar
el partido al que pertenecería aquella nueva cara de la política. Defendía el
recién firmado pacto de las tres derechas en Andalucía frente a la
entrevistadora, atacándola con actitud de quien busca pelea a las puertas de
una discoteca. Tirándose a la piscina cuando el argumento le cojeaba, pidiendo
penaltis inexistentes con un desparpajo y una naturalidad que eran puro aire
fresco. Aquella mujer representaba algo muy parecido a lo que tantos años
llevaba soñando el dreamer Jiménez Losantos: una derecha sin complejos. Joven,
descarada, sin miedo a sentirse superior, liberal en lo económico, pero también
liberal a la hora de percibir la realidad: esa libertad de entender las cosas
que suceden a tu alrededor como te da la gana. “Vox es un partido normal”, defendía
a la extrema derecha para, a continuación, denunciar la que había liado Carmena
en Venezuela con el apoyo del PSOE. La entrevista avanzaba y, a medida que
aquella desconocida iba sacando argumentos, el chocolate, los churros y yo nos
íbamos quedando fríos. Petrificados, diría. Y sin ser capaces de resolver aún
el enigma. No era sencillo decidir si aquella mujer que se enfrentaba a las
preguntas con ese flow tan especial, estaba invitada a la fiesta por parte de
Santiago Abascal o de Pablo Casado. La entrevista acabó y la despidieron por su
nombre y cargo resolviéndonos, a los churros, al chocolate y a mí el enigma:
“Muchas gracias, Isabel Díaz Ayuso, portavoz del PP de la Comunidad de Madrid”.
Me apunté su nombre en un post-it mental. Dará tardes de gloria, pensé. Me
quedé corto.
Cinco meses
después, hay pocos que no conozcan a Isabel Natividad Díaz Ayuso. Nacida en
Madrid en 1978, criada en una familia pudiente de la capital y licenciada en
Ciencias de la Información, Díaz Ayuso se afilió a las Nuevas Generaciones de
Pablo Casado mientras éste musculaba su currículum universitario en sus ratos
libres. Al poco, fue fichada por el imputado Alfredo Prada para su equipo de
comunicación y no tardó en enamorar a Esperanza Aguirre, que la puso a cobrar
sueldo de diputada autonómica con 32 años. Haberse criado políticamente ahí
dentro, debe marcar lo suyo.
En el mes de enero
Díaz Ayuso era nombrada candidata por el PP a presidir la joya de la corona
pepera: la Comunidad de Madrid. Pasaba a formar parte de la punta de lanza de
la revolución liberal que Pablo Casado estaba ensamblando. Junto a nombres como
Teodoro García Egea o Cayetana Álvarez de Toledo, Díaz Ayuso entraba en la
élite de los elegidos, los llamados a hacer great again el partido que un día
dirigió el guía y faro José María Aznar. En un abrir y cerrar de ojos, Díaz
Ayuso se había hecho un nombre en el olimpo de los titulares de prensa con la
misma naturalidad con la que se lo hizo Beethoven al piano o Nadia Comaneci en
las barras olímpicas. El talento bruto, sea en la disciplina que sea, no tiene
puertas que lo detengan.
Colocarse ante un
micrófono y hacer que las cosas fluyan de un modo, digamos, especial, hasta
ahora desconocido, es su sello personal. En política, meter la pata no es un
invento moderno. Siempre ha existido quien, aupado a hombros de la sabiduría
instantánea que otorga un cargo, opina sobre asuntos de los que no tiene ni
idea como si impartiera una cátedra. Recordamos a Rajoy con el cambio climático
o los hilillos de plastilina, a la Celia Villalobos de los caldos de puchero en
plena crisis de las vacas locas o a Leire Pajín anunciando el “acontecimiento
histórico planetario” que llevaría a Zapatero a la presidencia rotatoria de la
UE. Lo de Isabel Díaz Ayuso va más allá del derrape, de la metedura de pata o
del exceso de motivación. Es otra cosa. Es, de verdad, algo novedoso.
Lo suyo, como
género vanguardista que es, no tiene aún nombre. Sería fácil caer en la
comodidad de llamarlo ocurrencias, pero el brillo que emiten sus ojos mientras
“la cosa” sucede nos hace descartar que se trate de simples ventoleras. Hay
algo más. Al igual que sucedía en la cabeza de Beethoven, la música que Díaz
Ayuso escucha internamente tiene un sentido para ella. Podríamos llamar al
género ayusazos y definirlos en su conjunto como esa capacidad de creación que
sorprendería al mejor y más enrevesado guionista de Hollywood. La página web
oficial de Díaz Ayuso tiene un temporizador que va marcha atrás. Marca las
horas y minutos que faltan para que la candidata salga al ruedo público a hacer
su siguiente propuesta. Desde hace unos días, ese contador recibe miradas
expectantes como si se tratase de la chimenea del Vaticano a la espera de un
nuevo papa. En el caso del temporizador de Díaz Ayuso, la fumata siempre,
siempre, es blanca. Lo único que no sabemos de su siguiente propuesta es si nos
sorprenderá mucho o muchísimo. La capacidad creativa de Díaz Ayuso es
descomunal. Desconocida.
Su defensa de los
atascos en Madrid como seña de identidad a recuperar por la ciudad. Sus
denuncias contra los okupas, amigos de Podemos que se instalan en las casas de
los ricos aprovechando que el señor y la señora se van a pasar el finde a la
sierra. La creación de un interrail para que los madrileños puedan, al fin,
salir de la capital y conocer España. Su apoyo a las madres valientes, esas que
todos conocemos, esas que emprenden un negocio una semana después de haber
parido. Su indignación por los trabajos basura, no por los trabajos y los
sueldos en sí, sino por el término “basura”, que podría dañar a los ciudadanos
más sensibles con los adjetivos gruesos. Sus dudas ante las propuestas de la
extrema derecha: ¿esconder el desfile de los gais en la Casa de Campo? No lo
veo claro, allí van familias. La producción creativa, la capacidad para generar
titulares de Díaz Ayuso es desmesurada.
La semana en la
que, según la cuenta atrás de su página web, a Díaz Ayuso le tocó apoyar a las
familias, se sacó de la manga que los concebidos no nacidos fueran reconocidos
legalmente como miembros de la unidad familiar. La idea recibió críticas por
parte de los especialistas en Derecho. Al parecer, aquello de reconocer
legalmente como miembro de una familia a quien todavía no había venido al
mundo, suponía ciertos problemas técnicos a la hora de legislar. Tras el
revuelo causado con su ayusazo, Díaz Ayuso salió a confrontar lo que consideró
un ataque contra su persona. “¿Cada vez que tenga una propuesta voy a tener que
someterme al escrutinio público como si estuviera en Saber y Ganar, que no me
sé la respuesta concreta?”, declaró, indignada y literalmente, la candidata a
presidir la Comunidad de Madrid.
Díaz Ayuso y sus
ayusazos superan las lógicas partidistas. Sus propuestas son esperadas y
seguidas cada día con atención tanto por votantes de izquierdas como de
derechas. Las redes sociales estallan, al principio lo hicieron de indignación,
después de sorpresa y últimamente de alegría, cada vez que “la cosa” sucede.
Los guionistas de televisión no cierran la escaleta del programa antes de que ese
contador, esa marcha atrás en la web oficial de la candidata, se pone a cero y
ella emita públicamente una nueva idea que, seguro, volverá a sorprendernos a
todos. El próximo 26 de mayo, Díaz Ayuso se enfrenta a las urnas. Desde ese
momento tendremos en esta mujer a la nueva presidenta de la Comunidad Autónoma
más poderosa de España o a un recuerdo que nunca podremos olvidar. El de quien
fue fenómeno político del momento por llenar la política de pensamiento mágico,
de creatividad desbordada. El día que alguien dijo sobre ella “la propuesta de
recuperar los atascos es insuperable” no sabía de lo que hablaba. Ninguno lo
sabíamos. Larga vida a Díaz Ayuso.
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