A VER SI ICETA NOS CAMBIA EL CUENTO
JUAN
CARLOS ESCUDIER
Definitivamente,
los cuentos están cambiando una barbaridad y ya están disponibles versiones en
las que las princesas no necesitan ser salvadas por príncipes azules, no se
mata salvajemente al lobo de Caperucita, el patito feo no sufre acoso, la
ratita presumida es lesbiana o la bella le hace un corte de mangas a su bestia
maltratadora. El último relato en transformarse, al menos parcialmente, es el
del Senado que, al parecer, no es ahora la más inútil de las instituciones, y
cuya presidencia ha dejado de ser un caramelo bien pagado desde el que dirigir
el cementerio de elefantes para convertirse en un puesto clave y deseado.
Viene esto a
cuento, y nunca mejor dicho, de la intención de Pedro Sánchez de hacer
presidente de la Cámara Alta a Miquel Iceta, algo que se producirá, a la manera
de los carteles taurinos, si el tiempo no lo impide y el independentismo y el
naranjismo lo permiten. Hace algunos años esta designación habría sido
interpretada como un premio de jubilación bien merecido, pero en la actualidad
se considera una maniobra de amplio calado con la que se pretende, de entrada,
transmitir un guiño a Cataluña y al diálogo territorial o, incluso, como el
presagio de nuevas concesiones al soberanismo. Y a mayores, debería anticipar
una revolución en nuestro falsario sistema bicameral.
Iceta, todo hay que
decirlo, es un señor que cae bien por múltiples razones, más allá de que sea
una alegría cuando baila. Extrañamente a lo que se acostumbra en su oficio, es
un tipo valiente al que no le dio miedo ser el primero en salir del armario,
tiene la solvencia política que da el haber sido fontanero antes que dirigente,
y puede presumir de coherencia tras haber mantenido siempre sus ideas federalistas
en los terrenos más pantanosos, hasta lograr atraer hacia sus posiciones a
quienes le veían como un submarino de esas fuerzas que querían centrifugar a
España como en el último ciclo de una lavadora. Gracias a Iceta el PSC ha
resurgido y el PSOE tiene una idea territorial bastante más avanzada que ese
café para todos que ha acabado por ponernos de los nervios a la mayoría.
El catalán tiene
todas las papeletas para ser un buen presidente del Senado aunque lo que sigue
sin estar nada claro es que el Senado sea bueno para algo, por mucho que su
protagonismo creciera exponencialmente con la aplicación del artículo 155 y con
su absurda capacidad de veto al techo de gasto, ideada por el PP cuando pensaba
que siempre tendría mayoría en esa Cámara. El movimiento tendría sentido si,
finalmente, hay voluntad de acometer esa reforma del Senado, que siempre se
promete y nunca se ejecuta, para que sea un consejo federal –o territorial,
para no ofender a los alérgicos al término-
en la que estén representadas las comunidades autónomas.
Todo lo que no sea
dar ese paso de una vez por todas equivaldría a prologar el absurdo o la
mamandurria –a este paso Esperanza Aguirre cobrará derechos de autor- de la que
se han aprovechado durante décadas los dos grandes partidos. Si para algo ha
servido el Senado en las últimas décadas es para financiar a socialistas y
populares, que podían ofrecer sueldos y regalías a dinosaurios y dirigentes
territoriales a coste cero para sus organizaciones, además de recibir las
subvenciones correspondientes. De ahí que, pese a ser conscientes de la
inutilidad de mantener una cámara de segunda lectura, como si la primera
hubiera faltado a clase cuando enseñaban las vocales y las consonantes, jamás
llegara a plantearse seriamente su metamorfosis o su clausura.
Está muy bien que
se pretendan celebrar debates autonómicos, algo que no sucede desde hace más de
diez años, o que se quieran regularizar las conferencias de presidentes
para abordar en primera persona los
problemas de las comunidades, pero todo ello será flor de un día si se vuelve a
meter la reforma en el cajón en el que acumula polvo desde hace más de 30 años.
Iceta está llamado
a cambiar el cuento, a reescribir hasta las comas, a romper el estereotipo.
Seguramente porque no se fía de la censura, ha decidido mantener su escaño en
el Parlament y la jefatura de su grupo, además del liderazgo del PSC, que no es
cuestión de dejarlo todo por un canto de sirenita. Así que, o despierta a la
bella durmiente o él mismo acabará roncando en alguna de las sesiones. Para ese
viaje sobrarían todas las alforjas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario