JM AIZPURUA
Por mucho que la
prensa institucional se empeñe en divulgar las excelencias del Régimen 78, el
Reino de España, que realmente es el Estado español 78, no ha llegado a los
mínimos democráticos que su nacimiento auguraba.
Desbordado el
fascismo en su “democracia orgánica”, el empresariado y el movimiento obrero
vieron en los 70 inviable continuar en esa senda y el franquismo oficial se
tuvo que resignar a desaparecer para dar paso, mediante transición, a un nuevo
régimen democrático europeísta. Blas Piñar se resistió a ello y a su sombra se
unieron los nostálgicos que en Fuerza Nueva mostraron su ridículo poder
electoral y que refugiados en AP-PP hoy pretenden resucitar en VOX.
La parafernalia
transicionista, constitución incluida, es un ejemplo de antidemocrático método
pero de resultado acertado como inicio de un camino a la democracia a
desarrollar en años venideros. La resistencia antifranquista, excepto ETAm, así
lo entendió y desarmó su capacidad bélica y se incluyó en aquella lucha
partidaria en la que perdió todo su poder ante la pujanza económica de las
opciones UCD y PSOE. Se consolidó un bipartidismo muy artificial y D’Hondt hizo
el resto.
La conservación
intacta del poder judicial, militar, eclesiástico, y fundamentalmente financiero,
dejaban al nuevo régimen bajo los paradigmas del antiguo, y una supuesta
izquierda de González-Guerra, a los que el tiempo ha puesto en su sitio,
moderaban cualquier intento de hacer avanzar profundamente al Régimen del 78.
Transcurrieron 37
años en los que el bipartidismo se consolidaba y arrojaba al ostracismo a quien
tuviera memoria y exigiera el camino del progreso hacia la democracia y la
cohesión de un Estado para el siglo XXI.
Pero el 15M surgió
la chispa que desde las plazas públicas hizo que una juventud moderna,
instruida, y alejada del paradigma neonacional que se estaba instalando en el
subconsciente colectivo, alzase su voz y reclamase por su futuro, por su
trabajo y por sus pensiones, y sobre todo por la Democracia y la equiparación social
europea que el nuevo Estado 78 no había conseguido ni tenía otro objetivo que
sostener la tramoya institucional del borbonato que la lideresa calificó de
mamandurrias y que hacían de nuevo mas rica a la casta y en consecuencia más
pobre al resto.
Esta desvertebración
nacional les pasó sin ideas y pese a su buen resultado electoral en las
Comunidades vascas y catalana, no encontraron un mensaje territorial vertebrador
para las naciones peninsulares y la nación colonial canaria. Es su asignatura
pendiente.
Y hoy nos
presentamos ante una nueva cita electoral en la que las Dos Españas se vuelven
a insinuar y afortunadamente, por ahora, lo hacen en democracia y libertad.
Pero ya se ven los nubarrones a lo lejos entre los que piden pistolas.
Los políticos, el Congreso,
solo tienen razón de ser si consiguen dar con leyes que permitan la convivencia
de los ciudadanos. Pero no en base a la uniformidad represiva que pretenden los
de un bando. El Estado español es plurinacional y clasista, y eso debe ser
reflejado en el modelo social de convivencia. Todas las clases y todas las naciones
deben tener su espacio garantizado.
No es fácil unir a
vascos, catalanes, gallegos, canarios, andaluces y castellanos, y quizás
lleguemos a la conclusión de que es imposible, pero nunca se hizo el intento
diferente de asimilarlos por la fuerza y por ley represiva a: una Castilla-España.
Y tampoco se hizo,
salvo en la II República, el intento de hacer un país en el que la casta ceda
sus privilegios para que toda una ciudadanía desposeída pueda mejorar su modo
de vida y su futuro. Acostumbrada a vivir 300 años de sus esclavos y otros 200
de sus obreros, la casta no acierta a comprender que el siglo XXI, el de
Internet, no permite paradigmas clasistas y el futuro será para todos o no
será.
Y pensando en estas
cosas, entraré en la urna el voto para Alberto que pondrá una voz digna en el
Parlamento, pero también en la calle ante los abusos del poder y sus
desahucios. Con él y con la jueza, Canarias tendrá unas voces dignas ante la
tropa goda y por su preparación y cultura podrán abrir la puerta de la realidad
canaria ignorada e incomprendida en foros mesetarios. Son con diferencia los
dos mejores candidatos electorales; un lujo para las islas.
Dar a conocer Canarias es una misión hoy día
ineludible, alejada de la visión turística y centrada en su sociología y en sus
déficits estructurales que la condenan a estar cada vez más lejos de Europa.
Territorialmente nada hay más injusto que el tratamiento constitucional a la
colonia canaria y esto: debe conocerse en la península y enmendarse.
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