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sábado, 20 de abril de 2019

¿ERA NECESARIO HACERLE ESTE FAVOR A LA ULTRADERECHA?


¿ERA NECESARIO HACERLE ESTE FAVOR
 A LA ULTRADERECHA?
ESTEBAN ORDÓÑEZ
¿Era necesario que la Junta Electoral le hiciera este favor a Vox? Lo lógico es pensar que podría haberse evitado, aunque, en realidad, no. La única alternativa existió meses atrás. Consistía en que los medios de comunicación masivos se hubieran resistido y hubieran decidido alimentarnos con información y no con pienso político... Pero eso era imposible.

Se habría evitado si no se hubiera normalizado la propagación de los mensajes de una ultraderecha sin fimosis y con una inclinación genital a vulnerar los derechos humanos.

Se habría evitado si muchos no hubieran dedicado años a meterle el bisturí en la cara a la pluralidad democrática y al derecho a la información hasta lograr que se parecieran a lo que en realidad les interesaba hacer: atiborrar a la audiencia de anabolizantes.

Hoy es normal el circo. Hoy somos incapaces de distinguir la información de una subasta de estridencias.

¿Cuánta de la pluralidad que ahora obligaba a incluir a Vox en el debate por sus datos en las encuestas no fue causada directamente por el eco que los de Abascal y Smith han venido recibiendo en los medios masivos? Sin tanta propulsión, ¿estarían rozando los 30 escaños? Que no me confunda nadie. No hablo del eco, sino de la forma del eco; de una cobertura mediática sin procesar, de un vertido.

Para que se entienda, lo que han hecho los medios con Vox se parece a esto: había un nubarrón que arrojó agua en Andalucía sin que nadie lo esperara y, en vez de pensar que quizás las condiciones climáticas del resto del país no eran las mismas y esperar, se decidió realizar una obra colosal de ingeniería: se construyó un cauce inmenso e impermeable hacia el Congreso para que no se desperdiciara ni una mínima gotita. Se ha formado un río.


Y no solo eso, han ayudado al río a contaminarlo todo. Han interpelado a todos los partidos y candidatos para que se dediquen a responder a los absurdos de la ultraderecha. El poder, ya se sabe, es siempre de quien fabrica la pregunta.

Pero ahora, de pronto, Vox se queda fuera del debate, de la cita histórica, de la catarsis del siglo, del acabose.

¿Qué va a hacer ahora quien no sabía todavía si votar a Vox? ¿Qué pensarán los indecisos que no se han leído el programa ni escuchado todos los telediarios ni seguido todas las tertulias?

Debemos salir de la burbuja de la actualidad y de los nombres propios y de las filias y los achaques de los políticos y periodistas. Los periodistas y los lectores asiduos tenemos la tara (grande, soberbia) de creer que nuestro mundo es Todo el mundo. No es así. Mucha gente decide su voto después de oír un par de veces a un tipo que dice algo que nadie dice, algo que suena iluminado, que le repara algún complejo o que le entretiene. Y no miran más allá: no es que sean cazurros, simplemente, están a otras cosas (esa es otra: están en su perfecto derecho de estar a otras cosas; por eso, la labor periodística debería cuidar más la información ligera y rápida, la que se propaga fácil).

El caso: ¿Qué pensará hacer el 28A esa gente después de oír a bombo y platillo que les han prohibido acudir al debate a los que habían conseguido llamar su atención? La épica de votar a Vox no terminaba de cuajar, no dejaba de sonar engolada. Esto la ayuda.

Lo más cruel es, como siempre, la ironía. Muchos de esos potenciales votantes de Vox probablemente habrían dejado de votarlo si Abascal hubiera participado en el debate. El líder de ultraderecha (su personaje político) es incompatible con ese tipo de formatos. En un partido identitario, la horma del liderazgo (la estética, la teatralidad) es todo. Al político-empotrador se le arruina el hechizo si se le obliga a inclinarse a un diálogo con cuatro contrincantes a los que, además, no puede uniformizar porque están delante y porque hablan. Pero, sobre todo, el empotrador pierde su poder cuando se le impone un respeto a unas pautas y a unos tiempos. La ultraderecha, aquí y en la China Popular, necesita hacer ver que está todo el tiempo domando cosas. Por el momento han domado la agenda mediática.

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