PERIODISMO PATRIÓTICO
ANÍBAL MALVAR
Lee uno El País de
hoy y parece que el loquito de Pablo Iglesias se ha inventado un espionaje para
hacerse la campaña electoral. “Pablo Iglesias sabía que la Audiencia Nacional
investigaba una información de la policía patriótica contra él. Lo confesó ayer”,
se supone que bajo los focos del juez Manuel García Castellón en la sala de
interrogatorios, a juzgar por la prosa con que da la noticia la compañera Ana
Marcos en un lugar recóndito de la página 16 del progresista diario. La
información sobre nuestro watergate con coleta duerme debajo de otras mucho más
trascendentes, como que “Abascal dice que rechazó reunirse con Putin por
prudencia”, o que “Ciudadanos propone prohibir las bolsas de plástico”.
O sea. Este diario
revela que el gobierno del PP montó durante la etapa de Rajoy una policía
patriótica dedicada a inventar pruebas contra rivales políticos, un juez abre
pieza separada sobre el delito, hay unas grabaciones del ex ministro Jorge
Fernández Díaz reconociendo cómo funcionaba esta mafieta, y nuestros periódicos
de toda la vida tratan el tema con menos ardor informativo que Belcebú contando
monjas.
No sabe uno la
razón de este ninguneo a un escándalo que nos desciende a grados democráticos
cuartomundistas. Resulta que tenemos cuerpos policiales dedicados a robar
teléfonos móviles a los colaboradores del líder del tercer partido español, y
aquí no pasa nada. Quizá es un silencio inspirado en el patriotismo, al estilo
de ese otro que pretende que la conquista de América consistió en “matar a tres
o cuatro indiecitos”, como sugiere Josep Borrell. El patriota español se
caracteriza, desde el punto de vista historiográfico, por sentirse orgulloso de
todo aquello que prefiere ignorar. Es una postura muy digna, pero poco
deontológica si trabajas en un periódico o en la Real Academia de la Historia.
Más gracia me hace
el tratamiento que se le da a Iglesias en el breve texto. “Denunció a los que
califica de poderosos“, “ayer arriesgó un poco más”, “según la descripción de
Iglesias”… Se queda uno con la sensación, tras leer la pieza, de que estamos
hablando de una divertida anécdota democrática que le ha sucedido a un
extravagante izquierdoso, y no de un crimen de Estado. Porque utilizar el
Estado para espiar y asesinar reputaciones no es otra cosa que crimen de Estado.
Aunque aquí solo corra la sangre de las urnas (por lo que sabemos, que han
pasado en este país suicidios muy raros).
En ABC dan la
noticia en otro breve, esta vez por la página 22. De pasada dejan entrever que
“Soraya Sáenz de Santamaría conocía la elaboración del informe con el que,
según el comisario [Villarejo], se trataba de frenar el ascenso de Podemos”
intoxicando con falsas informaciones sobre financiación venezolana, iraní,
judeomasónica y de Darth Vader.
La Razón ignora el
asunto y El Mundo hace piruetas para presentar al ofendido como ofensor en su
página editorial. Atentos a la rosca del balón: “Ante los indicios racionales
de financiación ilegal, altos cargos de la policía, tal y como publicamos hoy,
iniciaron una investigación para determinar si Podemos, a través de Pablo
Iglesias, había recibido dinero procedente de Irán o Venezuela”. El hecho de
que tales “indicios” fueran pruebas inventadas por esa misma policía parece
menos relevante para el diario de la bola. Burdos corta y pega que ni siquiera
acertaban con el nombre y el membrete real del ministerio venezolano.
“La Policía
interrogó a ex altos cargos chavistas sobre Podemos”, titula El Mundo su
información. Aunque el texto sí lo apunta, se olvida añadir el titular que
irregularmente. El caso es que con Podemos todo vale. Lo decía algún tuitero
estos días: ¿qué pasaría si se supiera que los mossos espiaron a Inés
Arrimadas? Disfrutad de vuestro derecho a la información libre, queridos
trolls. Y al Estado de Derecho y tal, que está que se sale.
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