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domingo, 17 de marzo de 2019

NOSTALGIA EN EL OLVIDO DEL POETA MANUEL DÍAZ GARCÍA


NOSTALGIA EN EL OLVIDO  DEL POETA 
 MANUEL DÍAZ GARCÍA
BEATRIZ DOMINIQUE MORALES FERNÁNDEZ
El libro Nostalgia en el olvido de Manuel Díaz García es un camino abierto a las emociones encubiertas y que se reencuentran tras la inicial ruptura que nos supone el olvido ante la vida, la identidad y los sentimientos que nos generan las personas que conocemos, a las que nos vinculamos y a las que dejamos por el camino.

El carácter innovador y renovador del poemario se sintetiza en un leitmotiv que podemos leer y sentir en cada página: la nostalgia del olvido inevitable. Un olvido que se entremezcla con lo personal, lo insular y lo universal. Sí, lo personal porque sus poemas nos muestran emociones que llevamos dentro y que en cada contexto, son distintas formas de sentir lo mismo que nuestro poeta, hoy aquí presente; lo insular, porque muchos de sus poemas nos permiten reflexionar acerca de una identidad que se olvida en los más jóvenes o en aquellos que se sienten absortos de sí mismos por los tiempos líquidos de la sociedad posmoderna, perdiendo así el vínculo con la tierra en la que se nace, se crece y se deja una huella de experiencia vital; y lo universal, pues muchos de sus poemas siguen una estructura formal y temática que unifican en Juncalillo la riqueza poética del escritor, los horizontes de expectativas del lector y los vínculos sentimentales que se producen en cualquier parte del mundo.

El juego de la palabra poética se refleja en sus composiciones, pero este juego es propio de alguien que ha leído mucho, sigue leyendo y tiene inquietudes lectoras más allá de las vivenciales, pues muchos de sus poemas tienen un final abierto a la reflexión y al sentimiento profundo que deja la última palabra del verso final. El poeta mezcla así sus vivencias, reflexiones y da pie a numerosas posibilidades que ya dependen del receptor, del lector. La carga semántica de cada sustantivo, adjetivo y verbo, que nunca están colocados al azar, demuestran el inmenso trabajo del escritor, quien crea metáforas profundas vinculadas a nuestra tierra y a la identidad personal e individual; recrea sonidos e imágenes visuales vinculadas a distintas temáticas; y demuestra a partir de juegos lingüísticos que la palabra es un reflejo de la nostalgia del corazón.


Nostalgia en el olvido nos representa como canarios, pues el poemario plasma en papel nuestras distintas mitades, que entrechocan con los valores familiares y afectivos, los de la casa y los del espacio en el que sentimos la pertenencia frente a los que la sociedad transmite y que inevitablemente nos enajena de la identidad histórica que heredamos en un pueblo determinado con sus diversidades concretas. Nuestro poeta lo expresa cuando nos habla de la “patria pueril”, en su poema VIII; cuando nos refleja como “transeúntes de otro tiempo” y “nómadas del porvenir”, en su poema XVI; y  cuando describe esas “lágrimas de tierra” que caen sobre el “cádaver de otro tiempo”, en su poema XVIII. Manuel Díaz García coge el tiempo y el paisaje y lo funde en emociones encontradas, pero llenas de melancolía. Lo vemos en su poema IX: tierra empapada/ recuerdos insurrectos/lágrimas desbocadas. Es un símbolo de la fusión del poeta con la creatividad que surge de la tierra y de la capacidad emotiva que nos permite ver en todo lo que nos rodea, un mundo poético que crear y descubrir. Tanto es así, que podemos leer composiciones como la XXXVI en las que la geografía natural refleja la conexión del ser humano con su entorno y como este puede expresar lo que el corazón nos grita y lo que nuestra esencia reclama urgentemente. Leo:

XXXVI
Iremos buscando el norte
como los que huyen del hastío del sur
allí seremos norteños que anhelan el sur, cansados de la vida.
De las palmas de nuestras manos
se caerán los puntos cardinales externos, terminaremos perdidos
entre montañas de olvido,
que siempre nos recordarán quienes fuimos.

En un solo poema saboreamos el olvido; el punto de desconexión entre lo que debería estar unido, como es nuestra armonía emocional; y la esperanza de que siempre habrá un espacio en el que reencontrarnos. Manuel crea así un camino al que siempre volver. La nostalgia es un impulso hacia la cicatrización y la madurez de lo que hoy puede estar sangrando en nuestro interior; y para sanar tenemos que supurar, comprender y perdernos para encontrarnos. Él nos invita a perdernos, a sentir el olvido, a sentir lo que nos falta para recuperarlo después. Como expresa en parte de su poema LXIX: “…y los canarios/cantan a las miserias del hombre”, hay que sentir y criticar la ausencia para recuperar la presencia, pues solo de esta manera evitaremos la infinita desmemoria, como bien lo expresa en su poema XCIX:

XCIX
En la aurora
eclosionaron
matices de antaño y
 se divierte
el viento
golpeando
con ira
los pinos,
cenizas
«termohipócritas»
quieren hacerme
creer,
que aún
conservan algo en su interior,
jaurías
de días fósiles
recorren
sin rumbo ni ánimo,
los páramos
de la desmemoria;
siglos
deambulando por estos valles
y aún ignoramos
por qué llora la tierra,
y somos
meros autómatas
presas de nuestro ego,
nos creemos
algo o todo
obviando la nada,
donde habita la pureza,
yo por mi parte,
hermano;
prefiero mi muerte
a tiempo,
al fratricidio
de tu olvido.
El escritor Manuel Díaz García nos invita a olvidar, a criticarnos, a recuperarnos. A sentir el dolor para la futura cura, a recordar el vínculo del espacio con lo que somos hoy. La memoria es el mensaje intrínseco de la olvidadiza emoción que nos arraiga a una cultura, a una tradición multicultural y a unas vivencias personales que pueden ser de cualquiera que se atreva a leerlas con el corazón en la mano y el alma expectante.

La carga visual de algunos de sus poemas, como LXXXVI o LXXXI, este último con una grandísima metáfora de la temática global del poemario que nos ha reunido hoy, demuestran el atrevimiento de un poeta posmoderno, cercano, canario, grancanario, ciudadano del mundo, lector ávido, escritor insaciable, un enamorado de las letras que no teme a la experimentación. La experiencia es la base de los juegos lingüísticos, de la mezcla idiomática de algunos de sus poemas, de estructuras tradicionales y del verso libre. Experimentación y experiencia se unifican en un sabor nuevo, un reto por descubrir y del que aprender.
Quiero finalizar con palabras del artista. Con una composición poética que me ha llegado en lo personal y en la reflexión profunda de lo que nos completa como animales aferrados a una geografía marítima, volcánica y muy nuestra, incluso para los que vienen de fuera y son parte de todo lo que somos hoy. Un poema que parte de Gran Canaria, pero que se vuelca en la universalidad de un sistema ideológico global que nos hace olvidar lo que ni siquiera aún sabemos, leo:
XCVI
juega el olvido al estraperlo
con la memoria,
y ésta es víctima
de un sistema tan corrupto,
que ya nadie recuerda
qué es un ser humano
y han creado una actitud consuetudinaria
aliñada con una insania con sabor a ciprés
que me lleva a pensar
que el libro del apocalipsis
son cuentos infantiles demasiados
benévolos.
En un mundo tan lleno de cambios y de descubrimientos encubiertos, camuflados en nuestra imaginación y en las confesiones que ni siquiera le susurramos al silencio por miedo al fracaso, no es descabellado pensar en las palabras de Pedro Calderón de la Barca que replantean nuestra existencia:
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
O como bien diría nuestro poeta y amigo, Manuel Díaz García:
¡Tristeza, luz, realidad!
Que un sueño es la vida,
 y la vida... ... ..., ¡vida es!


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