MUNDO DE VANAGLORIAS
ILKA
OLIVA CORADO
Vivimos en un mundo
de vanaglorias, donde se premia lo más ruin, a quien traiciona, a quien no
tiene escrúpulos, a quien pisotea con tal de lograr objetivos propios. En un
mundo de farsas, donde lo único real es la burla. Ése es el mundo que creamos y
alimentamos todos los días con nuestras acciones o pasividades; dependen éstas
de lo que nos convenga según sean los vientos que soplen hacia nuestra burbuja
de indiferencia y egolatría.
[Ojalá que algún
día aprendamos a vernos sin vestiduras y aprendamos de nuestra fragilidad e
inconsistencia y, que no sea tarde en esta marcha sin retorno que hemos
emprendido con nuestro mundo de vanaglorias. | Foto: Pixabay]
Un mundo de
irrespeto al otro y a todo ser viviente. Somos sociedades de individuos
desechables y peleles. Individuos que han perdido toda integridad, que la han
vendido a cambio de lo efímero que dura lo que una patada en el culo. Estamos
hechos de autodestrucción, una humanidad que día a día se empeña en su lucha por desaparecer; no sin antes
llevarse todo a su paso, todo lo que no le pertenece pero que se lo ha
apropiado descaradamente creyéndose autosuficiente y dueño, peor que eso:
¡patrón!
Y bajo esa premisa
muchos andamos por la vida creyendo que otros nos deben pleitesía y que se
deben arrastrar ante nosotros para darles lo que por derecho les corresponde
pero que necesitamos que se humillen para que nos vean hacia arriba, en esa
altura de donde cualquiera con una brisa puede caer hasta el culo del guindo.
Y pensamos
ingenuamente que nos hace un apellido, un título, un puesto de trabajo, una
marca de ropa o una loción. Y cuando en realidad lo que nos hace, lo que nos
crea, lo que nos convierte en seres humanos es nuestra capacidad para sentir el
dolor del otro, para ver con los ojos del otro, ponernos en los zapatos del
otro. Nos convierten en seres humanos nuestras acciones ante la injusticia,
ante la burla, ante la deslealtad y la opresión. Ante la avaricia de unos pocos que creyéndose patrones y caporales quedados en
La Patria del Criollo pisotean los
derechos de miles.
Nos creemos los
seres evolucionados del universo y al contrario; somos el retroceso constante y
la pérdida, adrede. Creemos que lastimando a otros estaremos a salvo, que el
dolor de otros nunca nos tocará, que la sed de otros nunca la tendremos y que
nuestras deslealtades, nuestras traiciones, nuestras egolatrías serán
suficientes para no caer nunca en el fondo de ese abismo al que tanto miedo le
tenemos: el de la pobreza y miseria a la que hemos obligado a vivir a miles.
En el culo del
abismo ya estamos como humanidad y si no tenemos la capacidad de reaccionar y
pensar en colectivo, dándole contenido a nuestra existencia y unificando
criterios, propuestas, acciones; acabaremos por la autodestrucción definitiva.
Y no habrán títulos, ni lociones, ni puestos de trabajo, ni ínfula alguna que
pueda rescatarnos.
Es común que veamos
las faltas de los otros y que cobardes nos escondamos de las nuestras,
deberíamos tal vez empezar por nosotros mismos con ese ejercicio tan simple de
vernos frente al espejo y conversar con
nuestra memoria individual y colectiva acerca de esa humanidad que se
cree autosuficiente cuando ni siquiera puede respirar por sí misma.
Ojalá que algún día
aprendamos a vernos sin vestiduras y aprendamos de nuestra fragilidad e
inconsistencia y, que no sea tarde en esta marcha sin retorno que hemos
emprendido con nuestro mundo de vanaglorias.
Blog de la autora:
https://cronicasdeunainquilina.com
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