MALDITOS SÍMBOLOS
DAVID BOLLERO
Vivimos tiempos
convulsos en los que se pierde el norte con demasiada facilidad. Los símbolos
son sólo eso, símbolos, elementos que representan una idea, una entidad...
Otorgar a esa representación más peso del que les corresponde, normalmente en
detrimento de lo que simbolizan, es un error, y eso es precisamente lo que se
ha hecho, bien sea con los lazos amarillos, las esteladas o la bandera de
España.
La polémica de los
lazos amarillos comienza a rozar el
ridículo por ambas partes: mientras Torra se pone gallito al dictado de
Puigdemont, Arrimadas rompe lacitos en el Parlament… ¿Y Catalunya? ¿Y los
problemas que lastran el día a día a la ciudadanía catalana? No son pocos y ni
gobierno ni oposición se ocupan de ello, centrados en la batalla de los
símbolos. El independentismo es una cuestión a resolver pero mientras algun@s
buscan una salida (otr@s sólo quieren aplicar el artículo 155 sin saber qué
harán después), también es preciso abordar otros asuntos de entidad. Rechazar
un presupuestos que traían un soplo de aire fresco a la Hacienda catalana fue
una equivocación que hoy paga todo el pueblo catalán.
Este sinsentido de
símbolos se ha trasladado también a la enseña nacional. Quienes no hacen más
que enfundarse en la bandera de España y centrar su discurso en la unidad del
país, en tratar de extender un pensamiento único, son los primeros que se
limpian el trasero con la roja y gualda. ¿Qué sentido tiene besar la bandera de
España mientras se discrimina a quienes viven bajo ella? ¿De qué le vale a las
personas que viven en riesgo de exclusión besar la bandera si quienes lo hacen
les privan de la Sanidad o la Educación públicas de calidad? De nada… y buena
parte de esas personas apartadas en guetos sociales son españolas, no lo
olviden quienes sacan pecho de patriotas.
Personalmente, esa
distinción a mí me da igual, pues del mismo modo que reclamo justicia social
para un español o una española, lo hago para quien llega de otro país. En este
mismo espacio lo he repetido muchas veces y jamás me parecen suficientes: no
creo en los patriotas, sino en quien vive y contribuye para que las personas de
su entorno, del pedazo de tierra en el que habitan, tengan un mayor bienestar.
Un pedazo de tierra que puede ser donde naciste o donde llegaste, me da
exactamente igual. Mientras los abanderados no entiendan eso, seguiremos
soportando discursos huecos aferrados a tiras de raso o trapos multicolores que
cada vez representan menos lo que un día llegaron a simbolizar.
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