LOS PROPIETARIOS DE LA LIBERTAD
DE EXPRESIÓN
FERNANDO LÓPEZ AGUDÍN
Bajo el título
Informe sobre la información, Vázquez Montalbán publicaba su primera obra
redactada en la cárcel de Lleida. Más de medio siglo después, fue editada en
1963, sigue siendo hoy una referencia ineludible a la hora de analizar la
situación de los medios de comunicación en España. Porque la libertad de
expresión, reconocida por el artículo 20 de la Constitución, continúa siendo
controlada por aquellos mismos grandes grupos financieros que ya lo hacían en
la dictadura con la Ley de Prensa de Fraga. Cada vez que se recuerda esta
evidencia, que da la razón a Orwell cuando señalaba que todos somos iguales,
pero unos, los bancos, son más iguales que otros, las afiladas plumas de Florentino
Pérez, Botín, Fainé y Llorente asociados, devienen bayonetas contra quien
sostiene, en palabras del teórico laborista, Harold Lasky, que ningún hombre
debería estar situado en la sociedad de tal forma que su ventaja pueda
disminuir la capacidad ciudadana de su vecino.
Las grandes
familias propietarias que conoció Vázquez Montalbán –Luca de Tena, Godó,
Polanco, Asensio, Lara– han sido sustituidas por los consejeros de las
entidades financieras y sus descendientes son apenas jarrones chinos bien
colocados. La misma Televisión Pública, además, ha sido descapitalizada al
privársela del mercado de la publicidad ahora teledirigido hacia las grandes
cadenas en manos de los grandes bancos. Allí donde aún no llega directamente
este control financiero, las productoras privadas, llega el indirecto a través
de Antena-3, TeleCinco o la Sexta. El proceso de concentración y centralización
informativo alcanza niveles inquietantes sin que, por ahora, el parlamento haya
adoptado medida alguna tendente a limitarlo pese a sus muy graves efectos
políticos sobre el sistema democrático.
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Santander, la Caixa
y el BBVA ocupan los puestos decisivos en los consejos de administración de los
más importantes medios de comunicación. Prensa, radio, televisión y, ahora
también, algunos digitales, están bajo las Horcas Caudinas de los créditos,
préstamos e incluso subvenciones de las entidades financieras. Estos días, la
banca acaba de facilitar la singular entrada del Grupo Moll en la editorial
Zeta, propietaria del diario El Periódico, de Barcelona, pese a que la oferta
de compra de Mediapro era mucho más elevada; por no hablar del Grupo Prisa,
beneficiario de una sustanciosa ayuda para recuperar la editorial Santillana.
No son, pues, criterios de rentabilidad, todo lo contrario, los que han
determinado estas decisiones de los financieros sobre estos dos importantes
medios de comunicación.
Desde 1982, año en
que desaparecieron las dos últimas cabeceras de izquierda, Triunfo y La Calle,
no ha existido ningún otro medio de comunicación impreso independiente de los
bancos. Desde aquel entonces, tanto con cabeceras conservadoras, centristas,
como progresistas, se ha vivido, se continúa y se continuará viviendo, informativamente hablando, bajo
los estereotipos informativos de los
poderosos. Un único denominador común, la línea editorial económico-social, los
vincula desde el ABC a El País a un bipartidismo periodístico que reflejaba el
bipartidismo parlamentario. No es casual que
algunos periodistas hayan dado el salto político a las candidaturas de
las tres derechas, ni que otros hayan aspirado a reeditar a Fouché en el PSOE o
en el PP. Esa es la práctica de la teórica libertad de expresión en la sociedad
española.
Estos diarios de
orden coexisten con el periodismo de las cloacas que es una peculiaridad
española del viejo periodismo amarillo. Son los que hacen el trabajo sucio, que
luego son promovidos desde las tertulias de los medios que se autocalifican de
socialdemócratas. La larga dictadura de Franco, la opaca lucha antiterrorista
que se ha desarrollado durante medio siglo –¿por qué no se publica la lista de
periodistas que cobraban de los fondos reservados de Interior?–, y la muy
extensa e intensa corrupción congénita de la mafia del PP, han generado una especie de subgénero informativo,
bastante conectado con Villarejos y demás basura policial patriótica, que se
reviste como periodismo de investigación. Líderes demócratas son atropellados
por ese camión de la basura que se pasea semanalmente por los platós
televisivos.
Coherente con este
orden informativo es que todo lo que se refiere a la información sobre Podemos,
que denuncia la brutal desigualdad informativa de la sociedad española, sea mal
ajustada ahora a una específica prueba de algodón democrático. Basta poner un
ejemplo para explicarlo. Si Pablo Iglesias hubiera despedido a Iñigo Errejón
tras Vistalegre II, tal y como Pedro Sánchez acaba de despedir a la quinta
columna de Susana Díaz en el grupo parlamentario del PSOE, no hay duda de que hubiese
sido presentado como el buen nieto predilecto de Stalin. No es más que una
anécdota, pero que junto a otras revela que, una vez más, el trato con Podemos
es más desigual que con otras siglas. Cierto que los problemas internos de
Podemos no surgen ni son responsabilidad de los informadores, pero no lo es
mucho menos que se cocinan con saña por
los más reputados altos chefs de los medios de comunicación cooptados
previamente por los propietarios.
Por si faltara
alguna prueba de este control de la Banca sobre los medios de comunicación, es
que tanto antes, como durante y seguramente después del 28 de abril, todos a
una defienden la coalición PSOE-Ciudadanos. O sea, todos se posicionan, muy
bien alineados, contra la opción del gobierno progresista de Sanchez que todas
las encuestas señalan como la preferida por la mayoría de los españoles y, por
supuesto, de los electores socialistas. Que, mire usted por donde, es la que
rechazan el Santander, el BBVA y La Caixa. Los mismos, banqueros y medios, que
contribuyeron ayer a defenestrar a Pedro Sánchez, los mismos, banqueros y
medios, que apoyaron en las primarias socialistas a Susana Díaz, volverán hoy a
las andadas si Sánchez no dobla la rodilla tras el triunfo progresista.
Evidentemente, esperaban que tal vez Iglesias les ahorrase el trabajo
arremetiendo hoy contra la Moncloa, lo que hubiera facilitado el gobierno
Sánchez-Rivera que buscan, pero la inteligente respuesta de Podemos desnuda
todas las vergüenzas políticas y mediáticas de los que juegan a burlar el voto
soberano del pueblo español.
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