GUATEMALA DE TODOS LOS DOLORES
ILKA OLIVA CORADO
Es un país hermoso
del que se uno enamora a primera vista,
rotundamente bello; de musgos blancos como enredaderas en los pinales, de
musgos verdes como alfombras aterciopeladas a la orilla de los riachuelos;
riachuelos que busca secar la mano asesina de quien no ama, de quien irrespeta
y odia, odia, odia, odia lo bello por natural.
Sus quetzales
cantan junto a los jilgueros en los montañas verdes, profundamente verdes que
resisten a la contaminación y a la mano asesina del fascista corrupto y
mezquino que deshonra la tierra que milenariamente se niega a dejar de
florecer. ¡Idólatras del poder y la impunidad!
Guatemala es un país
fecundo, de abundantes frutas tropicales, de cepas de guineos que junto a las
pascuas rojas, rojas, rojas de diciembre, acarician el marzo de las jacarandas,
matilisguates y guacayacanes. Ronronean los brisas libres del verano en las
sombras de las ceibas y los encinos. Con
la sutileza de los jocotes rojos de Jalpatagua se escriben los poemas en los
caminones polvorientos de la campiña. Guatemala es en sí misma una oda que
nunca ningún poeta pudo escribir.
Y es como un
paisaje, como una ilusión, como la flor tierna de anís en la tierra roja de
Salamá, Guatemala es la ternura de su infancia, su alegría y su inocencia; es
las manitas de las niñas que sueñan con ir a la escuela, de los niños que
caminan descalzos en los pueblos inhóspitos, abandonados por el sistema. Guatemala es el lomo de los jornaleros
golondrinas que van de finca en finca agachando la cabeza y desangrándose la
vida, que migran desesperadamente sin que la sociedad que se jacta de
humanista, los voltee a ver siquiera. ¡Bah, hipócritas!
De los miles de
marginados comiendo de los basureros en lo que muchos llaman: “la gran urbe”
“la gran capital”, mientras “los seres de bien”: los educados, los estudiantes, los egresados
de la universidad, los empresarios, los intelectuales y el mundillo mediocre de
los artistas apestosos a sobaco, fingen no verlos. ¡Oh, Guatemala de todos los
dolores, cómo dueles!
Guatemala de los
feminicidios, del perenne patriarcado, de los ladrones de cuello blanco, de
sociedad de doble moral. Guatemala de pueblos honrados que solo comen una vez
al día. Guatemala de la infancia marginada, de niños huele pega, de niñas
embarazadas por violación. De casas de bajareque y teja, postal perfecta para
el turismo, dolor agrio para la realidad de quienes las habitan.
De niñas vendiendo
artesanías en las calles, excluidas de la escuela. De niños: picando piedra,
cargando leña, las valijas del patrón,
del patrón glotón y fanfarrón, ególatra de sus estafas. ¡Oh, Guatemala de los perpetuos ladrones!
Uno lo mira y
suspira, entre dolor y encanto. Un país fecundo que se desangra a la vista de
todos los que pretendemos pero no somos, de los que somos solo para la foto del
recuerdo y la apariencia en una red social, de los aprovechados, de los
insensibles y oportunistas.
Pero también es la
Guatemala de la gente honesta, que pone el pecho, que pone el lomo, que levanta
la cara, que camina de frente, que se curte las manos, que se parte la vida,
que se desangra, que levanta la voz, que nunca olvida, que se ilusiona, que
empuja, que cumple, que nunca deja de soñar.
¡Oh, Guatemala
tierra amada, tierra de todos los dolores!,
no te cansés de florecer, porque floreciendo vos, florecen a pesar de la
injusticia y el oprobio, los musgos blancos y los musgos verdes que hacen de
las montañas el eco de resistencia que nunca, que jamás la mano del que odia
podrá secar.
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