EL POZO DE LA MEMORIA...10
DUNIA
SÁNCHEZ
Estoy aquí en esta
casa con la fragancia, con la escena de un ayer que no se arrima a mi memoria.
Está estática en el tiempo. Coloco las flores
alrededor del jarrón, así vistoso, alegre, con la lucidez de la alegría.
Y a mi vienen imágenes no vividas. Sí, tiene que ser ella , mi abuela, su
espíritu en carne ronronea en mí. Asustarme no. Su voz calma, con la armonía de
la vejez entrañable me hace entregarme a este suceso sin el mínimo de
terror. Se sienta a mi lado. Ella, con
su traje negro, con su pelo blanco recogido y me da de la mano.
Una mano tibia, una mano donde el amor se entrega sin nada que pedir a cambio, una mano alejada de toda maldad, una mano maravillosa, una mano con las cicatrices de su paso por la existencia. Sus ojos negros me miran y la bondad y la serenidad recorre por mis venas. Y me habla ahora “ Flores y flores y eso que no llegaste a conocerme. Pero has ido a buscarme y me encontraste en las entrañas de un pozo donde la memoria se retuerce. Te lo agradezco. Ahora estoy en paz, aquí contigo, con esas flores vivas, animadas, sonrientes. Sufrí tanto querida nieta, como tu quería la libertad, la gracia de mis pensamientos transformado en reales. No soporté el dolor ajeno, el dolor de mi pueblo ante tanta mentira, ante tanta muerte, ante tanta venganza, ante tanto odio. Fue una noche, estaba con tu madre, con mi hija querida nieta. Nos mirábamos a la sombra de la luna. Todavía no nos habíamos acostado. Sabíamos que esa sería la noche, sabíamos que algo iba a pasar. Ella acariciaba mi pelo y yo pose su cabeza sobre mis rodillas y le di un beso, un beso de despedida. Ay , querida nieta. La guerra…¡la guerra¡ Ojala nunca te enfrentes a ellos, ojala nunca sepas de esos temas en tu vida, ojala nunca te toque, ojala nunca su colmillo ensangrentado no desgarre tus sentidos querida nieta. No sabes del horror, no sabes de la muerte de inocentes, no sabes de las torturas de seres que chillan sus derechos, su libertad, su paz. Es catastrófica, la miro y veo un mundo aburrido, conflictivo, manejado por la maza del horror. Ay, querida nieta. Tocaron en esta casa. Yo y tu madre lo sentimos pero no hicimos caso, en esos momentos estábamos abrazadas, sabíamos lo que iba ocurrir. Tu madre suplicaba angustiada y entraron. No huimos, los mire a los ojos como núcleo de los sentimientos manejados por las cuerdas que marca este mundo, el poder. Tu madre atemorizada se abrazo a mí, bien fuerte. Sus lágrimas si te das cuenta aun están en este traje, en la zona de mi pecho. Y la empujaron, y me escupieron ante el rostro demacrado de una herida que perduraría toda la vida de tu madre. No me importaba que me llevaran, solo, mi hija. Sí, mi hija, verla así, descompuesta, arrinconada, sola, con un llanto agónico. Qué sería de ella. Yo le gritaba después volveré. Después volveré querida nieta…solo palabras desfasadas para ahuyentar su congoja, su miedo, su zozobra, su desolación. Ay querida nieta, me acuerdo de esa niña ahora” Y calla, se fija por un instante de tiempo indefinido en el jarrón, en las flores, en las fotos al derredor.
Una mano tibia, una mano donde el amor se entrega sin nada que pedir a cambio, una mano alejada de toda maldad, una mano maravillosa, una mano con las cicatrices de su paso por la existencia. Sus ojos negros me miran y la bondad y la serenidad recorre por mis venas. Y me habla ahora “ Flores y flores y eso que no llegaste a conocerme. Pero has ido a buscarme y me encontraste en las entrañas de un pozo donde la memoria se retuerce. Te lo agradezco. Ahora estoy en paz, aquí contigo, con esas flores vivas, animadas, sonrientes. Sufrí tanto querida nieta, como tu quería la libertad, la gracia de mis pensamientos transformado en reales. No soporté el dolor ajeno, el dolor de mi pueblo ante tanta mentira, ante tanta muerte, ante tanta venganza, ante tanto odio. Fue una noche, estaba con tu madre, con mi hija querida nieta. Nos mirábamos a la sombra de la luna. Todavía no nos habíamos acostado. Sabíamos que esa sería la noche, sabíamos que algo iba a pasar. Ella acariciaba mi pelo y yo pose su cabeza sobre mis rodillas y le di un beso, un beso de despedida. Ay , querida nieta. La guerra…¡la guerra¡ Ojala nunca te enfrentes a ellos, ojala nunca sepas de esos temas en tu vida, ojala nunca te toque, ojala nunca su colmillo ensangrentado no desgarre tus sentidos querida nieta. No sabes del horror, no sabes de la muerte de inocentes, no sabes de las torturas de seres que chillan sus derechos, su libertad, su paz. Es catastrófica, la miro y veo un mundo aburrido, conflictivo, manejado por la maza del horror. Ay, querida nieta. Tocaron en esta casa. Yo y tu madre lo sentimos pero no hicimos caso, en esos momentos estábamos abrazadas, sabíamos lo que iba ocurrir. Tu madre suplicaba angustiada y entraron. No huimos, los mire a los ojos como núcleo de los sentimientos manejados por las cuerdas que marca este mundo, el poder. Tu madre atemorizada se abrazo a mí, bien fuerte. Sus lágrimas si te das cuenta aun están en este traje, en la zona de mi pecho. Y la empujaron, y me escupieron ante el rostro demacrado de una herida que perduraría toda la vida de tu madre. No me importaba que me llevaran, solo, mi hija. Sí, mi hija, verla así, descompuesta, arrinconada, sola, con un llanto agónico. Qué sería de ella. Yo le gritaba después volveré. Después volveré querida nieta…solo palabras desfasadas para ahuyentar su congoja, su miedo, su zozobra, su desolación. Ay querida nieta, me acuerdo de esa niña ahora” Y calla, se fija por un instante de tiempo indefinido en el jarrón, en las flores, en las fotos al derredor.
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