JM AIZPURUA
A ver si lo
entienden los obtusos: Democracia es el sistema en el que participan todos en
igualdad de oportunidades.
Su antípoda es el
Fascismo, en el que un grupo se apropia del sistema e impone su visión en la
que hay buenos y malos.
Desde que mi uso de
razón se reveló, yo siempre fui demócrata, de izquierdas, pues era donde mi
razón me conducía, pero demócrata por encima de todo. Criado entre los brazos
clandestinos de la democracia cristiana italiana, pronto abandoné sus criterios
y me enrolé en la 3ª vía para encontrar un mundo nuevo. Nunca abandoné la
Democracia.
Y lo primero que
aprendí en la Democracia es que en ella no cabe la monarquía, por su origen,
por su acción bélica en la historia, y por encarnar la herencia machista como
fórmula de sucesión. Es una organización antidemocrática, clasista, alejada del
progreso y el mérito.
Y en la Democracia
el “pueblo”, concepto equivoco pues suele ser el habitat de antiguos
patrimonios reales -coloniales en el que se encuentran presos diversos pueblos,
distintas etnias, es el sujeto y garante de unos principios sociales que en
forma de Leyes conducen el devenir de la sociedad.
El progreso social,
aquello que hace que ya las sociedades no conserven ya la esclavitud en sus
leyes, ni el derecho de pernada, ni la mujer en la cocina, se consiguió con
democráticas vulneraciones de las leyes injustas en nombre de la Democracia, es
decir de la libre determinación de mayorías progresando. Así es la vida.
El fascismo en sus
múltiples caras se oculta aparentando democracia, y no olvidemos que el
Caudillo llamó a su Régimen “democracia orgánica”, posiblemente por que en ella
hacía lo que le salía de sus órganos genitales. Aprendamos: aquel sistema o
régimen que se basa en el maniqueo diferenciador de un pensamiento único, que
crea una “normalidad” uniforme dejando fuera al diferente u obligándolo a
fingirse de acuerdo; es el fascismo.
Por el contrario,
la Democracia es el sistema que integra a sus ciudadanos respetando su dignidad
y derechos, y procurando la garantía de los diferentes en raza, religión,
fortuna, sexo y formas de vida, lo que reflejan sus Leyes consensuadas y
garantistas.
Las cosas son bien
sencillas, claras, y son los vergonzantes fascistas los que obscurecen con
palabros la realidad social. España está muy lejos de ser una Democracia y es
el neofascismo franquista el que alimenta los pensamientos de sus derechas y
paradójicamente de sus izquierdas inmaduras.
El método, similar
al franquista, es el aglutinar un grupo que se impone aplicando leyes desde sus
togados, descalificando al adversario, negando su dignidad, burlándose de sus
creencias y haciendo mérito de su descalificación. Nada más lejos de la
Democracia.
El reconocimiento
al diferente, la aceptación de sus derechos, el constante diálogo de conflictos
es lo que identifica al demócrata que para vivir en Democracia necesita que las
Leyes reflejen estos valores universales que tienen su base en los DDHH.
El cacareo de los
neocons es molesto, pero no puede hacernos perder el norte. Tres caras tiene el
neocons español; a cual mas dura, a cual más falsa, a cual más oscura y
tenebrosa. Si lo dejan progresar, habremos perdido una nueva oportunidad de
incorporarnos a la Europa democrática y el naciente Estado 78 prematuramente
envejecido seguirá la senda de los pasados desastres históricos que acabarán
con su desaparición.
El respeto es necesario
para construir Democracia entre diversos y sin él: no hay leyes justas.
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