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domingo, 10 de febrero de 2019

LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS


LA INVASIÓN DE LOS LADRONES 
DE CUERPOS
JORGE BEZARES
Después de escuchar a Pablo Casado insultar por cielo, tierra y mar a Pedro Sánchez un día sí y otro también –traidor, felón, ilegítimo, deslegitimado, mentiroso compulsivo, irresponsable, ridículo, adalid de la ruptura de España, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, rehén, chovinista del poder- llegué a la conclusión de que algo raro estaba pasando en el seno del PP.

Así que ayer mismo, disfrazado de militante de Alianza Popular –abrigo Loden verde caqui, gorro del mismo color con una pluma de gaviota, pantalones colorados, bigotito franquista y dos toneladas y media de gomina- me colé en la sede nacional sin ningún problema. Creyeron que era de Vox y hasta me hicieron la ola.

Después de varias horas platicando con dirigentes y servidores del PP -sin dejarme atrás ni a los de la planta de Luis Bárcenas- llegué a la conclusión de que en el número 13 de Génova se estaba produciendo un episodio claro de Invasion of the Body Snatchers,y le remití todas mis notas a Iker Jiménez para ver si podía enjaretar un serial en DecimoQuinto Milenio.

En ellas, le explicaba que estaba totalmente convencido de que en el caso concreto del presidente del Partido Popular, los invasores marcianos habían introducido a un auténtico niñato en vez de a un Speedy González del Derecho y de los másteres clandestinos, que es lo que reclamaba en verdad su body.

Solo así se explica que Casado, embutido en un niñato, saliera también por peteneras con el aborto, situando a la mujer en el centro del universo como una gallina ponedera de mano de obra barata. ¡Mira que son hijos de puta los marcianitos estos!

Pero a Pedro Sánchez, a propósito de esa cagada llamada relator –sí, es una ocurrencia que huele fatal-, también le han dado los suyos; es decir, los socialistas o algo por el estilo.

Como ya escribí, Guerra, que ha pasado de descamisado a camisa vieja, fue el primero de endiñarle fuerte a Pedro Sánchez por casi todo; hasta se burló del libro que publicará –otra ocurrencia pestilente-. En fin, sangra por la herida de la Fundación Pablo Iglesias, tiene que vender su nuevo libro y, sobre todo, se olvidó completamente de cuando él se ponía el PSOE y España por montera y su hermano era su hermano en la Delegación del Gobierno de Sevilla y en la costa de Barbate.

A Guerra le siguió Felipe González, sentado informalmente en una silla vulgar en su Fundación, como a porta gayola. También le dio para ir pasando a Pedro Sánchez, a quien acusó directamente de degradar las instituciones. Eso le pasa al presidente del Gobierno por seguir sus consejos en el relío venezolano, donde dicho sea de paso Felipe González ha actuado a favor de la oposición a Maduro sin cobrar ni un peso, puro altruismo lo suyo. Lo contrario es ¡calumnia, pura calumnia!

Y no digo nada de los GAL, porque se me corta la mayonesa.

En estos dos casos no he podido apreciar invasión marciana alguna; si acaso, una vejez chunga pero bien remunerada.

Y después están mis preferidos, los barones críticos, entre los que destacan por su contumacia el castellano-manchego Emiliano García-Page y el aragonés Javier Lambán, que no podían faltar a una nueva cita contra Pedro Sánchez.

Estos señores no están invadidos y todavía no están cercanos a la vejez, pero en algún momento de sus vidas debieron ser abducidos y reseteados malamente; tan malamente que son desleales con avaricia y más de derechas que el prior del Valle de los Caídos.

O recibieron una pedrada de chiquillos.

Con este publiquito no me extraña que Casado cuente para una eventual moción de censura con los diputados socialistas afines a Guerra, a Felipe y a estos barones a la violeta.

Afortunadamente para Pedro Sánchez, los diputados del PNV, fundamentales para que prospere la intentona de Casado, son harina de otro costal; son gente leal y seria, muy seria.

Por cierto, ¿saben ustedes quién inventó la imprenta? Johannes Gutenberg, claro. Lo sabe hasta un niño, ¿no? Pues bien, en Moncloa, los sabios periodistas llegados de la mano de Miguel Ángel Oliver creen que, en verdad, fue uno de ellos (incluido en las quinielas el tal Iván Redondo). Así no es extraño que Villadiegos sea el camino de moda en esos palacios de poder entre la clase media y trabajadora (muy cualificada) del oficio.
 


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