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jueves, 31 de enero de 2019

ABUELITA


ABUELITA
JM AIZPURUA
Abuelita dime ya como se llama tu Lobby feroz. A ti no te comerá, pero a mí me da terror. Tu caperucito rojo corre feliz por el bosque de las Ibex con su cestita, que no se si estará llena aún pero no tardará en llenarse de 30 monedas con las que labrarse un futuro prometedor.
Yo pensé que era un caperucito rojo, pero a medida que se iba acercando lo vi más rosa, mas sucio, mas indefinido, y comprendí que llevaba una caperuza moderna, multiusos, que pasa a tener el color que necesita según el tiempo y el motivo.
Habéis jodido el cuento; abuelita y caperucito.
Nosotros estábamos ensimismados con el relato oficial en el que el cazador mataba al Lobby, pero de pronto hubimos de salir corriendo pues el Lobby, abuelita y caperucito, se salieron del guion y arremetieron contra nosotros para que otro cuento se hiciera con el escenario.
El ogro gringo sonríe mientras le dan niños sudacas para comer y la bruja le tiñe sus cabellos con jugo de zanahoria.  Ahora le tocará a él contar el cuento.
¡Qué tristeza, pues a mí me gustaba mucho nuestro cuento!
Ahora me temo que el nuevo no me gustará nada. Los cuentos de los ogros y los Trolls no son saludables, llenos de miedo y de miseria. Volverán las montañas nevadas y los radiantes soles de amaneceres indignos que no serán para todos sino para los de siempre que seguirán dominando al débil y manejando al felón que se les pliega.
De nuevo los trepadores terminaron reptando.
Volveremos a ser los enanitos, “ay hó, ay hó, al campo a trabajar”, y siempre alegres llevaremos al amo el fruto de nuestro sudor y él será magnánimo y nos devolverá lo necesario para que comamos. Y al llegar a casa diremos al espejito mágico “¿Quién es el más precario del bosque?” y nos contestará “Lo eres tú gilipoyas”.
¿Cuál será el nuevo cuento que nos espera?
Llevan tiempo preparándolo y el de la democracia ya no cuela.
Los cuentos ya no son lo que eran, se han convertido en pornografía donde ya no es el bueno el que gana sino el traidor que se salta el guion y termina de protagonista burlando su papel de perro y metiéndose en el personaje del príncipe. ¡Vaya bodrio! No hay quien se trague estos cuentos modernos.
No me trago el voto de la empanadilla de la abuelita, por mí: que le den morcilla.

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