VOX: COMO UN TORRENTE
DAVID TORRES
Los resultados de
las elecciones andaluzas plantean una vez más la necesidad de establecer la
jornada de reflexión no antes sino más bien después del día fatídico. Creíamos
que no iba llegar nunca, pero el súbito florecimiento de Vox a través de doce
esplendorosos escaños ha sido nuestro Trump y nuestro Brexit. En efecto, una
vez pasada la resaca democrática, llega la hora de depurar responsabilidades,
por no hablar de buscar culpables. Hasta ahora se han barajado todo tipo de
teorías para explicar cómo es posible que casi cuatrocientos mil andaluces
hayan depositado sus esperanzas en un ideario retrógrado a más no poder, desde
la desidia de un psocialismo instalado en su particular califato desde hace
medio siglo hasta el hartazgo de un electorado que decidió tomarse el día
libre. Los analistas que sostienen el trasvase de votos desde otras formaciones
incluyen la opción de la papeleta de castigo desde el PSOE e incluso desde
Podemos, que ya es castigar, aunque lo más lógico sería pensar que la mayoría
de esos votos provengan del PP, que es donde van a ir a parar después de hacer
turismo ecuestre.
Con todo, hay
hipótesis más vistosas, como las que culpabilizan personalmente a Pedro Sánchez
por no haber llevado los tanques a las Ramblas o los que creen que se trata de
una operación maquiavélica orquestada por los barones socialistas para recobrar
la supremacía absoluta de la izquierda después de hacerse un harakiri por
sevillanas. Hay que tener en cuenta que la predicción de hechos pasados es una
ciencia exacta. Aun así, cuesta creer las razones que han podido llevar a
tantos andaluces a decantarse por un juez inhabilitado por prevaricación, que
se considera “víctima del yihadismo de género”, que aboga por suprimir
albergues y comedores sociales, y que atacó a una mujer que le deseó a Inés
Arrimadas una violación en grupo diciendo que ella sí que no merecía que la
violaran “ni con alevosía ni con nocturnidad”. Da miedo pensar en cuantos
votantes de Vox habrán depositado su papeleta sin pensarlo mucho y sin leer antes
ni el programa electoral ni estas declaraciones. Aunque, ciertamente, da más
miedo pensar en cuántos lo habrán hecho después de haberlas leído y de pensarlo
un rato.
Ocurre, no
obstante, que la señal estaba justo delante de nuestros ojos y no supimos
verla. Hay un precedente clarísimo que advertía de la eclosión de la
ultraderecha en España, lo que pasa es que, al igual que la operación de
plantar una bandera en Gibraltar o que el video de los señoritos a caballo, nos
lo tomamos a cachondeo. Hace muchos años que Santiago Segura definió a Vox
mediante el ectoplasma de un policía expulsado del cuerpo, José Luis Torrente,
machista acérrimo, español hasta los electrones, franquista hasta durmiendo. En
cuatro o cinco pinceladas de humor grueso, Torrente profetizaba al macho
ibérico orgulloso de serlo, ése que zurraba a los moros por deporte y le decía
a una mujer que venga, que limpiara la mierda de su casa después de echarle un
polvo lamentable. Nos reímos mucho, sí, porque no sabíamos que era una profecía
e incluso algo más: un manual de instrucciones. El tipo que escribe en los
comentarios de los periódicos y en las redes sociales, sin el menor empacho,
que él no tiene nada contra los inmigrantes, siempre y cuando no vengan a
robar, que los políticos son todos unos mierdas y que con la dictadura por lo
menos había orden. También Hitler y Mussolini empezaron entre risas y mira
luego cómo acabó el chiste. Ya está aquí el alma de la fiesta.
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