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viernes, 21 de diciembre de 2018

LOS SIETE RISCOS...19


LOS SIETE RISCOS...19
DUNIA SÁNCHEZ
La luminosidad tórrida, gris, apagada, lánguida de la aldea llegó aquellos siete riscos de las siete mujeres. Ellas , en la cima, con un mar de nubes bajo sus pies no eran capaces de ver lo que ocurría. Pero las noticias, el mensaje llega a esos siete riscos de las siete mujeres. Un mensaje enviado por el abad a través de sus sentidos, un pinzón azul se posó en cada uno de los hombros de aquellas mujeres. Un pinzón azul que irradiaba energía, la luz eclipsada de las campanas del monasterio naufragas de algún mal. Espíritus flotantes las abrazaban y ellas como hijas de aquellas tierras, de aquellos siete riscos se abrazaron a un drago. Dragos que les ofrecían el poder de la sanación, de la curación de aquella aldea enferma. Sí, la savia que corría por aquellas venas de aquellos fuertes arboles les servirían de escudo ante la devastación, ante el terror inundado aquellas gentes. Dirigidas por el motivo y las sensaciones de la partera hicieron de igual manera los cortes aquellos dragos. Cogieron sus respectivos cuencos y bebieron de él y cantaron y cantaron hasta que la sexta se prodigará en el monasterio.
Te llamamos a ti madre tierra con el suculento palpitar de nuestras almas a que sacudas el mal infundado en esas gentes. Que la mala muerte se desvanezca hasta tus entrañas y se aleje de este jardín de los mares. Te llamamos a ti madre tierra con el latido de corazones rajados a que evoques el bien para estos inocentes. Que la mala muerte sea vencida por la claridad de sus miradas animadas al son de una vida que retorna después de la lucha. Te llamamos a ti madre tierra con el purificar de este aire que respiran hasta caer en las tumbas del abismo. Que la mala muerte sea huida lejos, muy lejos donde no haya cabida para el recuerdo, solo, el olvido.
Los pinzones azules retornaron a la abadía  y le dieron de beber gotas de los dragos al abad y a todos los monjes que allí convivían. Y todos oraron por aquellas siete mujeres de los siete riscos. Y el abad inmerso en felicidad se ilumino de un halo especial, de un halo blanco que le dio paz y serenidad. Y el abad toco de manera especial las campanas, seguían un cierto ritmo musical que hacía que los monjes sonrieran como guiño a lo misterioso, a lo indómito. Y chaparrón se detuvo, esas nubes tétricas dieron paso a un sol radiante, maravilloso, bello , cómplice de aquel abad y las siete mujeres de los siete

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