2019: UN NUEVO CAPÍTULO DE LA
DISPUTA POR EL FUTURO
JAVIER TOLCACHIER
Por estas épocas
del año suelen oírse llamados a la concordia y la convivencia fraterna.
Haciendo a un lado la hipocresía de quienes conciben la “paz social” como
mecanismo para blindar la injusticia, no hay duda que los pueblos en estas
fechas se desean honestamente un período de mayor calidez, de cercanía y
humanidad. Del mismo modo que expresan con sinceridad de corazón, augurios de
un año mejor.
Pasada la tregua,
la ilusión de fin de año se desvanece, dejando ver que ninguno de los
conflictos ha desaparecido verdaderamente. Lo que encalló a las orillas del
nuevo año ahí está, a la espera de la nueva marea de sucesos, de un oleaje que
traiga consigo transformación. Oleaje en el que corremos peligro de ser
arrastrados, de no ser capaces de reflexionar, ver con mayor claridad y sentar
postura frente a los principales conflictos.
Esto vale del mismo
modo para quienes pretenden sostener posiciones de presunta “imparcialidad”,
cercana en muchos casos a la fuga o al descompromiso, al cinismo, la
indiferencia y ¿cómo no? también al temor, la decepción, la amenaza, la
segregación, el chantaje o la persecución. Aún fundada, la pasividad, la no
elección, tienen como consecuencia convertirse en objeto y no en sujeto de las
circunstancias por venir.
Los conflictos
Los conflictos
existentes son polaridades, campos de “magnetismo social”, alrededor de los
cuales se agregarán los grandes conjuntos humanos en el y los años venideros.
Del potencial que cada polaridad acumule, dependerá la dirección que tomen los
acontecimientos.
Las problemáticas
están íntimamente entrelazadas, conformando una estructura en la que unas
piezas engarzan con otras. Sin embargo pueden ser observadas en detalle sin
adjudicarles prelación, linealidad o jerarquías.
Igualdad de
oportunidades vs exclusión social
El artículo 25 de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos enuncia que “Toda persona
tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la
vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene
asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez,
viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por
circunstancias independientes de su voluntad.”
70 años después de
haber sido consagrada esta Declaración, la realidad es bien distinta. Según el
informe “Premiar el trabajo, no la riqueza” (Oxfam Internacional, 2018) el 1% más rico sigue acumulando más riqueza que
el resto de la humanidad. Citando distintas fuentes, el mismo informe señala
que “cerca del 43% de la población joven activa no tiene trabajo o, si trabaja,
sigue viviendo en la pobreza. Más de 500 millones de jóvenes sobreviven con
menos de 2 dólares al día.”
En América Latina y
el Caribe, en 2017 el 10% más rico de la población concentró el 68% de la
riqueza total, mientras que el 50% más pobre contó solamente con un 3.5% para
sobrevivir, agrega la citada fuente.
Por otra parte, 821
millones de personas padecen hambre en el mundo -una de cada nueve- y más de
150 millones de niños sufren retraso del crecimiento, indicó la ONU en un
informe dado a conocer el pasado Septiembre en Roma. Lejos de retroceder, el hambre ha aumentado
en los últimos tres años, volviendo a los niveles de diez años atrás.
Ante esta barbarie,
los esfuerzos políticos por paliar la desigualdad y el hambre son arteramente
combatidos por quienes generan el problema -la banca y las corporaciones de
negocios- en una espiral irracional de violencia económica que arroja a los
grandes conjuntos a la asfixia y la desesperación.
La escala del
agravio corresponde a un genocidio social que se parapeta detrás de la
“inviolabilidad” de la propiedad privada, o sea, de la acumulación ilimitada.
Frente a tamaño atropello, la articulación de las mayorías bajo las banderas de
la inclusión social y la desmercantilización de la subsistencia digna es
históricamente inevitable, pero debe acelerarse.
Autodeterminación,
cooperación, integración vs unilateralismo y nacionalismo
La posibilidad de
relacionamiento paritario entre naciones, muchas de ellas recién emancipadas
del colonialismo luego de la Segunda Guerra Mundial, fue sepultada por la
confrontación de bloques primero y por la globalización después, arrollando
toda posible autodeterminación. Ante esta nueva dependencia los países del Sur
global determinados a hacer valer su autonomía, amplificaron sus relaciones
bilaterales y construyeron mecanismos multilaterales diversos. El objetivo de
integrar virtudes y debilidades fue hacer fuerza común frente a la usurpación
de facto. Al mismo tiempo, actores como China, India y Rusia emergieron o
resurgieron en el tablero mundial, socavando la potestad única de EEUU (y de
Occidente) en la esfera internacional.
Los nacionalismos
surgidos en todo el mundo y gobernantes hoy en muchos países resultan de una
reacción al intento de dominación mundial unipolar y la transferencia de poder
de los Estados a las corporaciones transnacionales, como resistencia a la
centralización fáctica del poder económico contraria a las necesidades
populares. Al mismo tiempo, la decadencia del poder occidental pretende
defenderse de su ocaso definitivo rompiendo las reglas de juego internacionales
en el justo momento en que empieza a perder la partida, intentando imponer una
vez más el propio interés como única regla posible.
Frente a la
irracionalidad del poder único, la relación solidaria entre pueblos y estados,
la cooperación, la autodeterminación de los pueblos y su integración creciente
hacia un nuevo paradigma de “nación humana universal”, la lucha por la
desconcentración del poder de las corporaciones trasnacionales aparecen como el
sendero a transitar.
Guerras o Paz
El interés colonial
por monopolizar recursos y mercados, por imponer normas culturales únicas,
sigue vigente. Ese interés, junto al gigantesco negocio del armamentismo,
continúa siendo el promotor de guerras. Las rivalidades históricas existentes,
no son las causantes de las masacres bélicas, sino que son avivadas y
propagadas por los poderes para dividir, enfrentar y conquistar.
Frente a ese
frenesí destructivo, el estandarte de la paz supone una propuesta y conducta
revolucionaria, ya que constituye un escalón de conciencia superior
imprescindible para encarar verdaderos desafíos de unidad popular y liberación
del sometimiento.
Democracia
participativa para derrotar al fascismo
Los esquemas
democráticos están severamente dañados. Los pueblos están efectivamente
alejados de toda decisión y los funcionarios electos suelen alejarse de sus
electores viviendo en espacios autistas, aprovechando además los beneficios de
su posición privilegiada. La excepción, aquellos militantes o dirigentes, que
en base a un férreo propósito de servicio al pueblo intentan sustraerse a esa
pandemia, son atacados por los medios hegemonizados por el capital, juzgados
por causas inexistentes y condenados sin pruebas.
El lawfare, la
persecución y proscripción política de líderes populares, el macartismo de los
gobiernos ultraderechistas, son anticuerpos de la plutocracia del dinero que
rechaza así toda “injerencia democrática en sus asuntos internos”, es decir, en
sus negocios.
Los personajes de
extrema derecha cuentan con el apoyo del capital para reprimir revueltas y
garantizar su protección. Pero también concitan la adhesión de una gran parte
del pueblo llano, cegada por un rencor manipulado mediáticamente pero también
hastiada de una parodia de democracia autorreferente. En la percepción de este
amplio sector, la democracia “realmente existente” se ha vuelto estéril,
incoherente, mentirosa, envilecida, incapaz de poner fin a la injusticia y dar
solución a las urgencias populares.
La futura
democracia, tendrá que ser profunda o no podrá reconstituirse. El único modo de
regenerar el espíritu democrático, al tiempo de equilibrar el enorme contrapeso
antidemocrático del poder económico, será dar amplia participación a los
pueblos en las decisiones. La democracia participativa se extenderá, en un
aprendizaje de errores y aciertos, para dar finalmente por tierra al “Ancien
Régime” de una representación cooptada por el poder real.
Soberanía
alimentaria, Buen Vivir y Reforma agraria vs catástrofe climática
Capitalismo es
sinónimo de violencia humana y medioambiental. Los recursos comunes del planeta
son enajenados por una minoría que saca ventajas de posiciones de fuerza para
dominar al resto. La irracionalidad del desperdicio, de la desigual utilización
energética entre Norte y Sur, de la permanente extracción y contaminación de
suelos, aire, cuencas hídricas, del monocultivo agrario, de la especulación
inmobiliaria. La exhalación carbónica de un mundo exaltado, la deforestación,
el envenenamiento de los cultivos, el consumo frenético… ¿acaso hay algo
sustentable en ello? No existe un “capitalismo sustentable”, ni “tecnología
verde” que lo vuelva sustentable, ya que la maximización del beneficio –
energía motora del capital – no tolera limitaciones ecológicas. El rédito
particular no acepta razones colectivas.
Por tanto, la única
salvaguarda real del entorno que posibilita la vida en este planeta pasa por la
transformación sistémica hacia un modo de vida que ponga como valor central el
reparto de la riqueza como bien finito y común. Un sistema nuevo que consagre
el derecho a compartir, desdeñe el consumo desenfrenado como irrelevante para
la felicidad y priorice el bienestar colectivo por sobre el egoísmo
individual.
Feminismo vs
patriarcado
La masiva
movilización de mujeres exigiendo el fin de un sistema de dominación patriarcal
continuará siendo uno de los temas centrales en la agenda política del nuevo
año. El conflicto será uno de los principales ejes de tensión intergeneracional
y cobrará una enorme relevancia al poner en discusión hábitos arraigados en las
distintas culturas, alcanzando una dimensión global inédita.
Las mujeres serán
un factor clave para la re-definición de relaciones de fuerza frente a la
reacción conservadora producida por la vorágine de cambios, las incertezas
existenciales y la falta de oportunidades de subsistencia y desarrollo humano
que presenta el sistema actual.
Ciudadanía
Universal vs criminalización y discriminación de migrantes
No habrá muro,
valla o ejército que logre contener la migración desesperada, si no se acaba
con las guerras, el hambre, la violencia producida por la miseria, la
desigualdad local y entre regiones del mundo.
No habrá migración
justa y libre, si las empresas insisten en atraer mano de obra precarizada, en
situación de ilegalidad, para evadir responsabilidades derivadas del derecho
laboral vigente. No desaparecerá la discriminación, mientras se culpe a los
inmigrantes por la falta de trabajo, en vez de señalar el vaciamiento
productivo del capitalismo usurero y especulativo.
La ciudadanía
Universal, la libertad de elegir el lugar de pertenencia y la igualdad de
derechos para todo ser humano más allá de su proveniencia, sólo se hará
realidad en el marco de un nuevo sistema, como ya se esbozó en apartados
anteriores.
Sentido de
comunidad y renovado proyecto transformador vs avance retrógrado
Muchos seres
humanos se sienten arrastrados por veloces acontecimientos que no dominan,
dejando atrás realidades conocidas en el mundo familiar, laboral, profesional y
de relación. Vivimos en un mundo acelerado que borra de la faz de la tierra
aquel paisaje que creíamos que iba a durar para siempre. En pocos años, poco
queda de lo anterior, salvo en la memoria… y los libros de historia.
Ese es uno de los
vértices que llevan a añorar un mundo perdido, a idealizar con nostalgia el
pasado, a criticar las “nuevas costumbres”, a reclamar la devolución de una
realidad irrecuperable. Es uno de los principales factores que motivan la
visión retrógrada.
Alimentan esa
visión el cúmulo de dificultades sociales presentes ya esbozadas, que presionan
por salidas rápidas. La angustia personal y social es multiplicada por la
soledad, la fugacidad de lazos de relación y la ruptura de pertenencias que den
cobijo en medio del vendaval de inseguridades y violencias. A todo ello se suma
la banalidad de un mundo que agota sus opciones en un hedonismo consumista, en
un recorrido fatigoso que conduce fatalmente hacia la muerte.
Todo esto explica
porqué las opciones eclesiásticas conservadoras avanzan, ofreciendo una oferta
atrayente ante el desamparo y exclusión de una civilización acelerada, vacía y
violenta.
A esta correntada
contrahistórica se debe contraponer un proyecto fuerte y no transigible de
transformación social, que además de contemplar las necesidades físicas y
biológicas, contenga también las emocionales y las existenciales. Una práctica
social que sostenga a cada persona en un tejido de comunidad.
Un proyecto que
pondere a los seres humanos sobre toda otra consideración y que en sí mismo,
dote de un nuevo sentido a la vida humana. Un sentido de evolución, de
crecimiento colectivo, que permita el nacimiento de una especie humana
renovada, que dé alas al viejo mito de la Mujer y el Hombre nuevos.
A lo enunciado
deberíamos dedicar nuestros esfuerzos, aunar en ello nuestras luchas, hacia ese
horizonte hacer converger la bienvenida diversidad.
Que tengan buenos
festejos y renueven energías para el año que comienza, un nuevo capítulo en la
disputa por el futuro.
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