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domingo, 4 de noviembre de 2018

RAYAS


RAYAS
JM AIZPURUA
Los mapas tienen rayas políticas, que nunca coinciden con nada que no sea el reflejo de algún poder dominante en la región y paccionado entre los grandes poseedores del capital, de las tropas, y de “la ley”. No hay nada “natural” en ellas y ni siquiera geográfico, como lo demuestra la división de la Isla ¿Quisqueya? en el Caribe que reyes franceses y españoles hicieron en 1697 y de ese error surgieron dos Estados que hoy son la República Dominicana y Haití. Con el mismo paradigma imperial castellano actuaron en mi País Vasco en 1659 y desde la Isla de los Faisanes se lo repartieron cuatro trozos para el rey español y tres para el francés (Felipe IV y Louis XIV), que siguen hasta hoy con soberanía dividida, pero que el espacio Schengen lo ha dulcificado en el presente al eliminar su frontera. Vascos españoles y vascos franceses (¿).
El antiguo Zaire hay R.D. Congo o Congo belga coloquialmente para nosotros es una muestra de que los intereses del genocida monarca belga se impusieron sobre etnias y sentido común para crear un ¿País? ¿Estado? ¿Nación? que ni en una narco pesadilla podría imaginarse tamaño engendro.
Lo natural, lo sentido, el indudable concepto de pertenencia de carácter grupal, que hace inconfundible para ellos el “nosotros”, no está limitado por las rayas fronterizas que obedecen a criterios económicos de dominación de origen imperial.
Sin embargo, hoy hay muchos paisanos vascos, catalanes y gallegos, que tienen preparada su raya para poner en su sitio a los prepotentes castellanos españolistas. Los canarios no tienen ese problema pues no tienen posibilidad de poner rayas por el agua.
El siglo XXI, con la lección histórica del pasado, nos da oportunidades de salir de la caza del imperialista y movernos por el territorio con conceptos más modernos, más científicos y menos agobiantes que la voluntad del cacique. La semántica nos permite “ser” muchas cosas.
Yo, aunque nací y crecí en Bilbao centro (Indautxu), es de Algorta de donde me siento oriundo pues allí viví mi socialización juvenil y mis primeros amores. Pero como vasco evolucionado me siento cómodo en cualquier lugar del viejo territorio euskal herriako y por ese territorio me siento nacional, identificado con sus habitantes autóctonos con los que guardo idioma usos y costumbres similares, así como un relato histórico propio y transmitido oralmente durante generaciones que respetan el mito de la causa nacional vasca.
Pero el siglo XXI me trae nuevas realidades, como los maketos de antaño que se han sentido a gusto en nuestra tierra y hoy se consideran tan vascos como yo, y quizás lo sean. Donde ya me siento extraño es en ese territorio que me dan mi DNI y el Espacio Schengen, y tan ajeno se me hace lo andaluz como lo danés. Es necesario que “territorio” e “individuo” tengan una identificación sentimental consentida, y esto solo se da entre muy semejantes.

Volverme al casherio, encerrarme y no salir del arkupe del soportal, no parece razonable ni actual. Abrir la mente es el camino para adaptarme a mi tiempo y conjugar tribu, nación, Estado, Unión Europea, ONU, con un sentido de pertenencia moderno y abierto para que mis raíces y atavismos no me impidan disfrutar de mi época, y poder “ser” muchas cosas territoriales con distinta implicación emocional.
Pero en estas vicisitudes intelectuales toca la corneta el caudillo de turno y nos arroja a Fachilandia, con lo que salimos despavoridos a nuestros zulos a defender la casa del padre y a mirar con mala cara a todo el que no salude como nosotros.
El mal que el españolismo recalcitrante y su casta imperialista conservaduros está haciendo al desarrollo armónico postimperial hispano es infinito. No aceptando la realidad plurinacional y colonial, impiden poner bases racionales y no emocionales a la constitución de un Estado para el siglo XXI.

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