LOS SIETE RISCOS....3
DUNIA SÁNCHEZ
Los siete riscos
cuando eran amenizados por la corriente del alba tomaban la tonada de la madre
tierra, de esa siete mujeres presas en la soledad y el callar. Amanecía con la
tonada de un otoño soleado que incidía en una de las cuevas a medida que tiempo
recorría el horizonte eterno. Ellas, llevadas por el despertar esbozaban cierto
grito en medio de aquel virgen espacio. Las sietes se acercaban a la entrada de
la cueva y cerraban cada una mientras el movimiento del sol las seguía los
ojos. Elevaban los brazos como ola que viene y las llevan a una respiración
profunda en medio de rocas laváticas de miles de años. Ellas, las siete mujeres
, no se conocían , solo, el aliento gélido de la mañana llevaba cada una de sus
voces, sus siete voces a la otra. Por ello no se sentían solas en ese templo
natural del silencio. Solo, salpicado por algún ave a la caza de su presa. Luego,
se miraban sus manos, en ellas giraban todo el placer humano, de sus sentidos
destinado al aislamiento pero con la confluencia de la naturaleza. Abrían los
ojos, los catorce ojos paulatinamente y con el ritmo del astro rey y examinaban
todo lo que tenían a sus alrededores. Hondas, profundas se sentían satisfechas,
cada una en su risco. Riscos que marcaba el paso de horas a medida que ellas
cantaban la canción del abandono, del desahucio de la aldea donde habían
nacido, crecido con las vertientes negativas para otros. Ellas, las siete
mujeres de los siete ricos se hallaban en la plenitud, eran felices. Aunque el
otoño apriete el crepúsculo del día las atizabas de una alegría inmensa. Una
alegría ausente en las mentes escalabraras de la aldea, la enorme aldea. Y el
canto empezó cronometrado por la naturaleza, cada una anunciaba en ese chillido desmesurado sus deseos, sus
propósitos. …
LOS SIETE RISCOS...4
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He dicho tantas
cosas
En el moliente
sendero de alas caídas
Que soy encuentro
con la voz dormida
En los vientos
nortes.
He dicho tantas
cosas
En la muralla de lo
oscuro
Que ahora me busco,
me encuentro
En los vientos
nortes.
He dicho tantas
cosas
Donde se agazapa
frágiles pensamientos
Que ya no escucho,
que ya no menciono
En los vientos
nortes.
He dicho tantas
cosas
Donde impera la
mentira de los amaneceres
Que en el silencio
despierto
En los vientos
nortes.
He dicho tantas
cosas
Muertas en el
olvido, desheredadas
Que soy espíritu
vertical
En los vientos
nortes.
He dicho tantas
cosas
Rotas en el empeño
sordo
Que ahora soy vigía
de luz
En los vientos
nortes.
He dicho tantas
cosas
Donde el cansar se
acuesta a mis espaldas
Que ahora libre
curso los deseos
En los vientos
nortes.
Y las siete mujeres
de los siete riscos así cantaban, cada una con su paso, cuando el turno las
alumbraba en el eco del amanecer. Se
acogían un cielo despejado pero de nubes venideras de lluvia. La aldea estática
parecía también circular en sus hábitos cotidianos, costumbres presas del miedo,
del terror a la cruz en llamas apagadas en cada recoveco de su inmensidad. Ahí
viene la lluvia, riscos plagados de arroyuelos aletargados que ahora
eclosionaban con el valor corriente abajo. Y las siente mujeres dde los siete
riscos continuaban cantando la misma balada del alba. El alba…el alba
impregnado por el renacer de lo verde en un lugar yermo, áspero, usurero.
Tierra agradecida cuando unas pocas gotas acarician su piel libre, a la
intemperie de las emociones. Libre como las siete mujeres de esos siete riscos.
Alimentadas por el delicioso y frágil aroma de la naturaleza, de lo salvaje…
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