EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
Una actitud
coherentemente subversiva como las que ha puesto en acto Antonin Artaud o René
Crevel nos da una visión de la Argentina y demás naciones atrapadas en la
mortal trama neoliberal, cual parábola, entre el nihilismo, visión enferma y
degradante, epifanías, obscenidad y cinismo, un diagnóstico “naturalista” de
los efectos que el odio, el miedo y la fealdad provocan como destino fatal a un
pueblo: el caminar inexorablemente a su perdición, en su afán obsesivo de ser
los “campeones del mundo”, mandato histórico del patriarcado plutócrata
fascista que dicta y rige en Argentina. El “papel moneda” es el símbolo patrio
de millones de ciudadanos de las más diversa especie, toda la ciudadanía unida
tras el horizonte del ‘papel moneda’, bajo un cielo pintado a mano.
Habitantes de
naciones hermanas, que en porcentaje alarmante discriminan a los indigentes que
desean habitar en tierras extranjeras, pareciera que el paraíso se encuentra en
Estados Unidos,¿ qué ha ocurrido con las revoluciones abortadas de
Latinoamérica? o sólo ha sido publicidad proselitista en favor de los peores
corruptos, estafadores e ineptos que han gobernado décadas. Tanta palabra
lanzada en favor de los desposeídos, los que transitan al margen del camino de
la vida y llegado el instante decisivo de legitimarla solo queda en una
enunciación, pareciera que los vacuos discursos de politicastros fraudulentos
han calado hondo en el sentir de los pueblos.
La tan publicitada
“grieta”, no es política, sólo responde a intereses financieros de los
vagabundos de la city porteña y los intereses de los ‘perejiles’ que acompañan
el festival del ‘papel moneda’, único fin de una humanidad que se cocina un
porvenir sin huellas… Democracia y República carecen de sentido hoy en su
acepción original.
En la bestial
política latinoamericana se encierran cinco siglos de tragedia y desventura
cual siniestro karma. De un siglo a otro y de forma inalterable perseveró la
misma consigna de dolor y fracaso para el habitante de esta tierra. Imposible
dar espacio a una real mentalidad revolucionaria…sin olvidar las sucesivas
castas dominantes, elegidas en usinas de poder de imperios lejanos, repugnantes
‘dirigencias apátridas’, cobardes, traidoras, groseras, arrastradas bajo la
molienda infame del lucro y el sojuzgamiento… la “nada” devenida en ‘estrellas’
de tendencias kitsch y escatológicas.
Desde la aparición
del psicoanálisis, el sentido no pertenece solo a la consciencia, sino a la
inconsciencia, pero, ¿a qué pertenece el sin sentido?, ¿tiene sentido un
virus?, ¿existiría un sentido más allá de la imagen invertida generada por la
ficción de algún sentido?; la ficción del sentido proviene del modelo mecánico
del lenguaje, de la suposición de un “para” metafísico, externo al propio
organismo (uso, significado).
Existirían pues dos
posibles cualidades distintas para la clausura del sentido, en este tiempo y
espacio: -La falta de necesidad de un sentido. -La necesidad de un sentido que
no existe.
En esta
deconstrucción declaro la muerte del sentido, que ya no conmueve ni conduele al
habitante del tercer milenio, quien tampoco ofrece exaltaciones y
enaltecimientos en el florecimiento esplendoroso de cenotafios y sepelios, en
una auténtica primavera de la ignorancia y la carencia de instintos básicos,
donde la historia, ya carece de significado, la memoria se ha olvidado de ser
destino y solo las Bolsas de Valores son permeables, y vulneran la sensibilidad
del ciudadano del mundo.
¿Quién hoy hace un
análisis pormenorizado y propone alguna alternativa válida, que se oponga
realmente a esta realidad? Solo se escuchan ecos, se leen informes de
informantes alcahuetes, habilitados para decir a modo de primicia lo que ya
nadie ignora… festival de estallidos de sordos, ciegos y mudos endémicos
simulando disimular, negándose a asumir la caída del hombre y su destino.
Pareciera que todos
aprueban estas usurpaciones, conquistas, considerándolas inevitables, y me
pregunto ¿no podemos al menos conquistar la libertad perdida, situándonos cada
uno con dignidad y autodeterminación, aunque más no sea en los bordes, sino
marginalmente?
¿Hemos aprendido
que la estupidez es insondable, no tiene límites, es infinita? No ignoremos que
el colapso es una catástrofe que implica el quiebre de instituciones, una
ruptura devenida en la conformación de un nuevo sistema. En la historia hubo
muchas crisis pero pocos colapsos; el colapso es el fin de algo, pero no el fin
de la existencia.
La víctima más
trascendente en las confrontaciones, es la verdad, el resto retórica
desgastada, congelada… tiempo al tiempo, espacio al espacio… y el
neoliberalismo, como pretenden hacernos creer los títeres del sistema, no es la
única salida a este ‘apocalipsis’ de la diferencia en relación que soportamos
quienes nos nutrimos de valores éticos, no lo olviden
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