PERDIDA...
DUNIA
SÁNCHEZ
Perdida en la
plenitud de un boscaje con sombras de algunos rayos solares intentando
penetrarlo hasta su húmeda tierra. Distraída en la belleza de esos instantes me
arrime a un pequeño arroyuelo que todavía quedaba de las lluvias. Bebí de él.
Un sabor inexpresable, ininteligible para aquellos que no se han arrodillado en
la madre tierra, maltratada, asustada por la multitud de escombros, sobre ella,
arrimados. Pero allí la pureza de la
laurisilva hacia un hueco en el ayer, en un ayer de milenario. Yo, solitaria,
me levante, extendí mis brazos y tuve la visión de yeguas trotantes por las
inmediaciones. Solas, vírgenes de las ataduras. Sentía sus pisadas, me aproximé
a ellas. En coro, alrededor de una laguna danzaban a los relinchos de la
libertad. En cierta manera comprendía. En cierta manera entendía su estado.
Despacito me fui desnudando. Despacito me fui acercando. Despacito me entregue
a esa manada de yeguas que seguían en la rutina de la danza en derredor del
lago. Las imité, me dejaron. Cuando la tarde llegó, la oscuridad venía con su
dejadez, con su emoción, con su sudor. Ellas se retiraron, se fueron a no sé
dónde. Yo me quede alrededor del lago, seguía con aquella danza cautivadora,
embriagadora del repaso de mi existencia. En el centro del lago de repente una
llama se alzó, una llama que iluminó todo mi cuerpo, todos mis sentidos. Y
comprendí, comprendo la dicha de la libertad por unos momentos que serán
eviternos, comprendo la belleza de mis manos que arrastrados cadenas a lo largo
de los años. Ahora, entregada a mis
criterios, al dulce aroma de mis pasos, al emocionante ritmo de las horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario